Trece

884 131 22
                                    

La mañana llegó demasiado rápido, y antes de que pudiera pensarlo bien me veía nuevamente en el centro del salón principal del castillo, donde algunos ángeles dormían en colchones improvisados, o eso me pareció al observar el desorden, puesto todos estaban despiertos. Estuve en el balcón del segundo piso durante varios minutos, a decir verdad había encontrado la manera de volver al dichoso lugar sólo porque en la mañana una mujer había tocado la puerta —presuntamente enviada por Deidara para que no me perdiera— y me había guiado, pero volviendo al tema, desde ese lugar en lo alto todos ahí abajo parecían un montón de hormigas reuniéndose en grupos, la imagen de cierto modo me se me hizo graciosa, seres tan poderosos siendo rebajados a hormigas por alguien como yo, solté una pequeña risa, y proseguí a bajar las grandes escaleras, divisando frente a los portones un pequeño cuerpo con cabellera rubia.

Crucé el salón, haciendo de todo para no chocar con alguna de esas personas cubiertas de armaduras relucientes y expresiones que profesaban un futuro doloroso si te metías con ello, lo aceptaba, sentía cierto miedo de permanecer junto a ellos por mucho tiempo, aunque no más del que le tenía a quien se hacía llamar mi compañero. Luego de varios choques y disculpas de mi parte, conseguí llegar a mi meta, donde el pequeño me sonrío afablemente y me saludo con la mano eufóricamente.

—¡Sakura! Mi hermano no está aquí, Sasori-sama y él hablan desde la mañana —mencionó apenas me encontré a una distancia suficiente para escucharlo.

—No te preocupes, no veía a preguntar por él... ¿No sabes cuando nos iremos?

—No, pero mi hermano mayor dice que será hoy.

—Lo sé, pero me refiero al momento exacto, y si Deidara seguirá llevándome en sus brazos.

No es que tuviera muchas ganas de seguir en sus brazos, pero no conocía a nadie más para pedirle tal favor, lo cual se convertía en un gran inconveniente. Solté el aire retenido en mis pulmones, repitiendo esa especie de mantra que llevaba siendo constante desde la noche anterior, no recordaba cuantas veces me había repetido a mi misma aquella oración; "De seguro se distrajo y no fue intencional", si seguía así acabaría toda loca y paranóica, ¿aunque ya no lo estaba? ¿Quién me aseguraba que todo lo sucedido no era más que una realidad creada por mi misma? ¿Podría ser que luego del accidente mi estado mental se destruyera?

—Umn... —Colocó un dedo en su mentón—, supongo que si, Sasori dijo que no dejaría que nadie más te llevara.

Hice un mohín pensativo, ¿por qué Sasori habría dicho eso? ¿Acaso planeaba acabar conmigo y quería que todo quedara como un error? Anteriormente Deidara había confesado ser la mano derecha del arcángel, nuevamente sentí el pinchazo del miedo, pegándose a mis poros como si se tratara de una calcomanía, quise gritar e implorarle a alguien su protección, inmediatamente deseché la idea, no sin antes tomar una decisión.

—Bien, gracias —Sonreí de lado—, ¿te molestaría si te hago compañía mientras espero a Sasori?

—¡Claro que no! —Se lanzó a mis brazos, si, literalmente se lanzó hacía mi con la intención de que yo lo atrapara, y tuve que hacer un gran esfuerzo en no dejarlo caer, porque aunque es pequeño su peso es suficiente para hacerme dar algunos pasos con intención de recuperar el equilibrio.

—Eh, no deberías hacer eso, ¿y si te hubiera dejado caer? —Él frunció el ceño, y yo sonreí por lo cómica de su expresión.

—Nunca nadie me ha dejado caer... Es que tu eres una recien nacida —alargó la última a, y yo parpadeé incrédula.

—¿Me estás llamando débil?

—Si.

—Bien, estás en lo cierto —despeiné su dorada cabellera, era tan adorable.

Tú eres mi Ángel [Sasosaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora