7. Solo

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(Alan)


Aligeré mis pasos, y cubrí mi cabeza con la capucha de mi abrigo, cuando vi a aquel hombre medio acostado sobre la pared de un edificio. Miraba hacia sus pies, el cielo, y luego sus pies otra vez. Se veía perdido, ¿borracho o drogado? no estoy seguro de cuál era su caso. Intenté parecer menos tenso, y sequé las palmas de mis manos en la tela de mis pantalones. Siempre me pasaba lo mismo cuando tenía que hacer trabajos como éste.

Habían pasado al rededor de diez minutos desde que había recibido el mensaje de texto de Jim. Si no lo hubiera hecho, ahora probablemente estaría aún en la fiesta, con una Liz Greco muy ebria. Sonreí de tan solo pensarlo.

Apenas ayer había dicho que no me acercaría a ella. ¡Qué poco duró esa promesa! Supongo que era inevitable. La había encontrado sola en aquella fiesta, ¿qué más podía hacer?

-Daniel Flickman -dije cuando estuve lo suficientemente cerca. El hombre miró hacia a mi -. Vengo a cobrar cuentas pendientes.

Daniel abrió grande los ojos y se echó a correr. Él sabía lo que le esperaba. Todo el mundo corre cuando siente a la muerte acercándose. Y, para éste hombre, verme ahora era como ver a la muerte de cerca. No puedo decir que eso me guste, pero eso era yo en ese momento para Daniel Flickman.

Daniel, se supone, solía ser parte de nuestra organización. Pero, en realidad, era solo un pobre diablo que sería desechado al final. Jim lo había utilizado para sacar cierta información, y cuando Daniel quiso salir, ya era demasiado tarde. Estuvo escondiéndose por semanas, aparentemente, con alcohol y drogas a toda hora, pero finalmente era momento de enfrentar su destino.

No me tomó mucho tiempo alcanzarlo. Estaba aturdido, fuera de sí, con sus cinco sentidos adormecidos, y había entrado en pánico. Para su mala suerte, él mismo había corrido hacia un callejón sin salida.

-Eso no fue muy inteligente -mantuve mi voz baja -. Supongo que sabes para qué estoy aquí ahora.

-Vas a matarme -afirmó con su voz medio temblorosa.

-Cierto, si no cooperas -me adentré más, escondiéndome entre las sombras -. Me dijeron que todavía hay información que no nos has dicho. Este es el trato: Dame esa información, y conservarás tu miserable vida -era mentira. No importa lo que hiciera, su vida se acabaría esta noche.

-¿Información?

-Piensa. Sabes de qué hablo.

Miró hacia la nada unos segundos. Su expresión se deformó de repente, y supe que había recordado aquella información. Daniel no respondió. Usó la pared, tras él, como apoyo, y se arrastró hasta el suelo.

-El tiempo corre -dije, apurando el asunto.

-No voy a hablar.

-No quieras jugar conmigo, porque siempre vas a perder.

Daniel rió, pero podía afirmar que aún estaba cagándose en los pantalones por el terror. Intentaba parecer firme. Me pregunté, entonces ¿qué tan importante era esa información?

-No creas que me asustas, puedes matarme, no le temo a la muerte -tosió -la he estado esperando por demasiado tiempo.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora