32. Último aliento

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(Liz)


Por un momento sentí que mis piernas flaqueaban y el aire no entraba en mis pulmones.

La impresión del momento me impidió escuchar lo que sucedía a mi alrededor, como una película muda. Y luego supe lo que había sucedido, como si la oscuridad del lugar se hubiera iluminado un poco. Miré a Alan, él aún sostenía el revólver de Dan, entonces noté que había levantado su brazo derecho con el arma que había encontrado en el cajón, y apuntaba directo hacia Dan. Mi corazón volvió a latir cuando entendí que no había sido el revolver el que había sido disparado, sino el arma que estaba el la mano derecha de Alan.

El rostro del chico frente a nosotros, por un momento, tenía la misma expresión de superioridad. Luego bajó la mirada y vio la mancha roja extendiéndose por su abdomen, su rostro no cambió, como si hubiera estado tan sorprendido por el movimiento de Alan que no tuviera tiempo ni para inmutarse.

Exhalé el aire que había estado aguantando, al mismo tiempo que Alan lanzaba el revólver al suelo, y tomaba su arma con ambas manos. Di un paso hacia él, y entonces volvió a disparar.

Disparó hacia Dan, quien aún estaba clavado al suelo, una y otra vez mientras avanzaba. Lo llamé una vez, pero era como si él no me escuchara. Podía ver la tensión en todo su cuerpo mientras avanzaba.

Dan era empujado hacia atrás con cada impacto de las balas, su ropa saltaba desgarrada y se teñía de un color escarlata que brillaba bajo el halo de luz que entraba por la ventana. Él cayó al suelo, pero Alan no se detuvo, descargó cada bala en su cuerpo, a pesar de que Dan estaba inmóvil en el suelo, sus extremidades esparcidas en distintos ángulos como peso muerto.

—¡Alan! —grité y corrí hacia él, mientras aún disparaba. Tomé su brazo y lo volví a llamar. Intenté voltear su cuerpo hacia mí, pero él me apartó —¡Alan, ya basta! ¡Detente!

Su arma se quedó sin balas, solo produciendo un suave click. Y todo quedó en silencio de nuevo. Alan bajó el arma y se mantuvo su lugar, respirando agitadamente, y no me atreví a moverme, ni a decir una palabra.

Dejé que el silencio hablara por nosotros. De alguna manera, sabía que no había nada que yo pudiera decir. Guardó el arma en uno de los grandes bolsillos de su abrigo, y lo escuché aspirar con fuerza.

A paso lento, me acerqué a él.

—¿Estás bien?

—Estoy bien —dijo rápidamente y, como si se hubiera dado cuenta de mi cercanía, levantó su brazo y se lo pasó por la cara, con fuerza.

Mantuvo su brazo ahí hasta que estuve frente a él. Lentamente tomé la manga de su abrigo y lo bajé. Entonces noté que sus ojos estaban brillantes y rojos. Puse mi mano sobre su mejilla.

—Está bien —murmuré, y luego miré hacia atrás. Contuve mis nauseas al ver el cuerpo de Dan casi masacrado en el suelo, y aparté la mirada —Hay que irnos.


(Aiden)


De alguna manera terminé sentado en el asiento de acompañante del auto de Jared. Habíamos salido hace varios minutos, y supe que solo quedaba un poco más de tiempo antes de llegar a la oficina del oficial Moore. Había venido aquí un par de veces por ordenes de mi padre, pero ahora mis pies se movían solos, ya no era manejado como una marioneta, nunca más.

Se lo dije a mi padre esa misma noche. Que no pensaba seguir jugando de su lado. Lo dije, aún cuando mi miedo no había disminuido. Nunca fui la persona más valiente, aún no podía serlo ahora, pero podía aparentar.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora