31. Juego de muerte

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(Aiden)


Las palabras salieron torpemente de mis labios. Sin duda había demasiada información que había guardado en lo mas profundo de mi cabeza, ignorando y esperando que desapareciera de alguna manera. 

A mis propios oídos todo sonaba como una locura, pero aún así Jared no parecía ni remotamente sorprendido, me miraba con la seriedad con la que un psiquiatra miraba a su paciente. Demonios, eso me hacía sentir demente.

Cuando conocí a Jared por primera vez, no me había parecido distinto a otros chicos que había conocido antes. Pero había algo que ocultaban sus ojos, y que nadie más podía percibir. Supe de inmediato que él era muy bueno leyendo situaciones, no hablaba demasiado, pero entendía más de lo que pretendía. Eso fue suficiente para hacerme interesar en él, y al mismo tiempo, lo hacía un obstáculo. 

Si seguíamos muy cerca de él, lo descubriría todo. Y, al final, lo hizo.

—¿Tu padre —dijo cuando dejé un espacio en blanco —fue el que planeó todo desde un principio?
Asentí. Mi herida ya había sido curada y dolía un poco menos ahora.

—No lo supe hasta algunos años atrás... No lo podía creer. Que mi padre fuese capaz de... hacer tanto desastre.

—He leído bastante sobre esa organización. Está funcionando desde hace décadas...

—Sí. Tal parece que eso era la gran herencia de la familia —reí sin humor. Todo se mantuvo en silencio por un momento.

—Tu padre. Lo he visto un par de veces... —frunció el ceño —No parecía esa clase de persona. 

—Él es aún peor.

Mi voz salió con más hostilidad de la que pretendí. Miré a Jared esperando que no lo malinterpretara, y me sorprendí al encontrarlo mirando fijamente hacia mi.

—¿A qué te refieres? —preguntó.

Las imágenes de los dolorosos hematomas, la sangre fluyendo desde la herida, y el helado filo de la cuchilla, me atacaron como agujas en mi cabeza. Fruncí el ceño y bajé la vista.

—Mi padre... —empecé, esperando que mi voz no me delatara —él sabe cómo hacer sentir miserable a las personas —recordé la tarde en la que Liz había descubierto la herida en mi brazo, y me cuestioné si hubiera sido mejor haber sido sincero —. Él decía que yo era demasiado débil, y que moriría como lo había hecho mi madre. Repetía una y otra vez que el dolor me haría fuerte... mientras me cortaba con un cuchillo de cocina...

Las palabras habían salido sin más, y yo, que había estado mirando hacia algún punto de la habitación, miré a Jared. Él me veía con esa horrible expresión de compasión y pena. Ese tipo de expresión solo... me hacía sentir más débil.

—No me mires de esa forma. Como si tuvieras lastima de mí, como si fuera un niño pequeño y... débil.

—En realidad, estaba pensando que eres más fuerte de lo que creí.

¿Eh? Le devolví la mirada tan rápidamente que mi cuello dolió.

—¿Qué?

Él miró hacia otro lado. Casi podría pensar que...

—No lo diré de nuevo —dijo, y se aclaró la garganta.

Casi podría pensar que él estaba un poco avergonzado. 

—Entonces —dije con una voz más potente que antes —¿Debería albergar algunas esperanzas?

Suspiró.

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