Olvídame

10. En manos equivocadas

(Alan)

Mis pies estaban clavados al suelo. No podía hacer otra cosa más que devolverle la mirada desde el otro lado de la calle.

Había estado siguiendo a Liz durante todo este tiempo. Desde un lugar seguro, había estado vigilando cualquier movimiento sospechoso, alerta a lo que sea que quisiera atacarla. No podía caminar hacia ella, no podía hablarle, esto era todo lo que podía hacer. 

La había visto ir al consultorio de una psicóloga casi todos los días, y yo siempre había mantenido una distancia moderada, para no asustarla ni mucho menos. Pero hoy había bajado la guardia. Jenn estaba, algunas cuadras, más lejos, vigilando el perímetro y reportando los detalles a mi teléfono celular, yo había estado tan distraído con eso que no había notado salir a Liz. No lo había notado hasta que levanté la vista y me encontré frente a dos grandes ojos marrones.

Pude sentir una algo, que estaba entre miedo y ansiedad, subir desde mis pies hasta la cabeza. Ella parecía curiosa, y no había ni una pizca de reconocimiento en sus ojos. Suspiré ligeramente, suponiendo que ella no me había visto lo suficiente como para reconocerme. 

No podía seguir sosteniendo su mirada, sabía que tenía que irme, pero eso no era lo que yo quería. Lo que realmente quería era acabar con la distancia. Estaba a un paso de tocarla, y a un paso de perderla. 

Finalmente hice lo que debía, rompí la conexión y empecé a caminar, alejándome, haciendo aún mas grande la distancia entre nosotros. Saqué el celular de mi bolsillo, y escribí un breve mensaje a Jenn, le dije que iría al departamento, porque si seguía aquí perdería todo el valor que había juntado.

(Jenn) 

Alan volvería al departamento. Eso fue lo que dijo su mensaje. Empecé a escribir la respuesta " ¿No averiguarás sobre su psicóloga?" pero no lo envié, lo releí una vez más y lo borré. "¿Estás seguro?" Escribí en su lugar. Él no quería saber sobre eso, quiero decir ¿por qué querría? Pero yo sí quería saberlo... en realidad, quería saber más sobre Liz Greco. 

"Estoy seguro" dijo en respuesta, y eso dio pie a mi próximo paso. 

Según lo que había observado en los últimos días (en los que Alan estaba empeñado en seguir a Liz) el horario de trabajo de esa psicóloga terminaba en media hora. Su lugar de trabajo era en un gran edificio que compartía con otros colegas. Exactamente a las nueve y diez de la noche, pude ver a la mujer dejar aquel edificio donde trabajaba. Y, a las nueve y treinta, la última persona había abandonado el lugar.

A esa hora, las calles empezaban a vaciarse y todo el panorama se envolvía en los colores negro, azul, y destellos amarillos de las farolas en cada esquina. Empecé a caminar hacia el edificio, con mi mente pensando en la cerradura y en las diez cámaras que tendría que burlar.

Alan se tomaba tantas molestias. Pudo haber muerto cualquier día de éstos. Es cierto que siempre, desde que se metió con Jim, él estuvo en peligro, pero desde que conoció a esa chica llamada Liz, él no ha estado al cien por cien, no era el mismo, no actuaba por instinto como solía hacer. Es como si ella le hubiese traído solamente desgracias. ¿Por qué? ¿Por qué era tan importante? esas preguntas me partieron la cabeza, y me llevaron a hacer todo esto; investigar cada movimiento de este lugar, buscar formas para entrar sin ser vista. Y, en ese proceso, había descubierto varias cosas: a partir de las nueve y cuarenta, este lugar estaba, únicamente, vigilado por diez cámaras de seguridad, cada una ubicada con seis metros de diferencia entre una y otra. Eran solo tres pisos, en cada piso habían tres cámaras, y luego había una en la entrada del lugar. El consultorio de la psicóloga estaba en el segundo piso, puerta quince. Es decir, tendría que lidiar con siete cámaras.