28. Sueño o pesadilla

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(Liz)


Casi no podía creerlo. Sentía como si hubieran pasado largos años desde la última vez que veía a Aiden. Aún sin soltarlo, inhalé, respirando el familiar aroma a cítricos y hogar.

Hasta hace unos días, no sabía si él y mi tío Michael estarían bien. Llegué a pensar que algo pudo haberles sucedido cuando Ben me secuestró aquél día. Ahora, con la seguridad de que nada malo había pasado con ellos, otras preguntas surgieron en mi mente, surgieron desde el pantano más oscuro de mis pensamientos.

Me aparté de los brazos de Aiden y lo miré a la cara, casi esperaba verlo desvaneciéndose como en un sueño, pero él me seguía mirando con esa sonrisa triste en la cara.

—¿Qué haces aquí? —dejé salir una de las preguntas que flotaban en mi cabeza —¿Cómo me encontraste?

Una tras otra, las preguntas salieron de mis labios sin detenerse, como un río desbordado que arrastraba todo a su paso. Él apretó mis hombros, intentando calmarme.

—Tranquila, debemos mantener la voz baja si no queremos ser escuchados —murmuró, acercándose un poco más a mí, luego me miró de arriba hacia abajo, como analizándome —. Siento que han pasado años, ¿Estás bien?

Él estaba ignorando mis preguntas anteriores, lo sabía porque conocía sus métodos desde que era una niña. Y, mientras más lo esquivaba, sentía que había algo sin sentido en esta situación. Casi se sentía como un sueño ridículo, de esos que, al despertar, te hacen preguntarte qué clase de hierba tomaste antes de acostarte.

—Aiden —llamé su atención e hice que acallara las preguntas que, ahora, él había empezado a soltar —¿Por qué estás aquí?

En cuanto lo dije, quise haberlo dicho de una forma diferente, porque parecía como si le recriminara algo. Pude ver en sus ojos que parecía ligeramente herido, y sentí una punzada de culpa por eso.

—Entiendo que estés confundida —empezó —. Intentaré explicarlo, pero antes debía advertirte.

Mientras más hablaba, más me parecía que estaba soñando. Estaba empezando a considerar cientos de posibilidades, desde la más simple, hasta la más alocada, como pensar que estaba frente a algún fantasma (o algo peor) que había tomado la forma de mi primo. Mi imaginación no tenía límites.

—¿Advertirme? —dije al fin —¿Sobre qué?

Aiden guardó silencio por los primeros segundos. Por un momento, pareció arrepentido de sus palabras... o de haber venido hasta aquí, ya no estaba tan segura.

—Estás aquí con Alan Dankworth, ¿cierto?

Fruncí el ceño, tanto por el repentino cambio de tema, como porque él sabía aquel dato.

—¿Eso qué...?

—No es seguro estar aquí —me cortó a media oración —. Deben irse ahora mismo.

Mi confusión aumentaba a cada segundo, de tal manera que me sentía flotando sobre el césped, y el cielo oscuro sobre nosotros parecía alejarse cada vez más. El mundo entero parecía irreal.

—¿Por qué dices eso? No lo entiendo.

—Eso no importa —pareció impaciente —. ¡Tú solo debes ir allí adentro y decirle a tu chico que deben irse de aquí lo más pronto posible!

El tono de voz de Aiden era igual de mandón como cuando éramos niños y él me obligaba a decir alguna mentira para cubrir alguna travesura que había hecho. Me aguanté las ganas de hacer un puchero y cruzarme de brazos, porque sabía que no era el momento.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora