(Liz)
No podía dejar de revisar el reloj cada cinco minutos. Calmando mis nervios, caminé hasta la ventana del segundo piso y miré el cielo una vez más; era de un color rojizo cerca del suelo, y morado a medida que subía.
El cielo oscurecía lento y calmado. El día se iba, y, con él, mi paciencia y tranquilidad. "Aún no han regresado", no podía quitar ese pensamiento de mi cabeza.
Lou se veía tranquila, como si nada estuviera pasando, y me pregunté si lo hacía para no crear pánico o porque, simplemente, estaba acostumbrada a este tipo de cosas. Pero yo no lo estaba, sabía que debía guardar la calma, porque yo había elegido esto, pero era más fácil pensarlo que hacerlo.
Miré el reloj de la pared una vez más, y ya ni siquiera recordaba cuánto tiempo había pasado. En algún momento escuché a Lou subir las escaleras, seguramente ella podía ver a través de mi porque, compadeciéndose de mi otra vez, dijo;
—Ven abajo, te enseñaré algo que te podría servir.
Aunque, sinceramente no quería hacer nada más, no pude negarme. Entonces fue cuando descubrí que Lou era enfermera y que ella había curado una grave herida en Alan hace poco.
Con un poco más de entusiasmo, la escuché. Yo, probablemente, no podría ser tan decidida y valiente cono Jenn o Alan, pero al menos quería servir de algo. Así que Lou me llenó de información durante el tiempo que pudo, habló sobre técnicas de reanimación, cómo desinfectar una herida, qué hacer ante una luxación, fractura o dislocación, y muchas otras cosas.
Yo escuché atenta cada nombre extraño de medicinas, los distintos tipos de heridas, y anécdotas sobre todas las veces que ella sola tuvo que ingeniárselas para curar a Erik.
Una pregunta empezó a formularse en mi cabeza y, esperando no ser imprudente, la solté sin más.
—¿Erik... hace lo mismo que Alan? —no pude mirarle a los ojos cuando se lo pregunté, por suerte ella no se lo tomó a mal.
—No, pero aún así no puede evitar ayudarle cuando se mete en problemas. Erik solía ser boxeador —empezó, guardando todas las medicinas en el gran botiquín de primeros auxilios —. Él y yo nos conocemos desde la escuela secundaria, donde buscaba problemas con cualquiera que se cruzara en su camino, y era yo la que limpiaba sus heridas luego —sonrió, y yo sonreí con ella porque hacerlo era algo inevitable. Podía entenderla completamente.
—Espero poder hacer lo mismo...
—Podrás —aseguró, y cerró el botiquín dando por terminada las lecciones de primeros auxilios —. Iré a ver cómo está Ellie.
Asentí y minutos después me quedé sola otra vez. Miré el reloj más cercano y supuse que había pasado hora y media tal vez. Suspiré y me levanté de la silla que había estado ocupando hasta hace unos minutos. Repasando todo lo que había aprendido en estas cortas horas, empecé a caminar hacia la ventana más cercana.
Afuera, el cielo había oscurecido por completo. El viejo abeto de la entrada y los arbustos se veían como una oscura silueta a contra luz, y detrás de ellos un gran farol iluminaba pobremente las calles vacías. Este lugar no estaba muy rodeado de otras casas, así que raramente había alguien caminando por las calles.
Pasaron minutos y yo me encontré en la misma posición, mirando hacia la calle, pero sin mirarla realmente, demasiado distraída con mis pensamientos hasta que un movimiento al otro lado de la calle me trajo a la realidad.
ESTÁS LEYENDO
Olvídame
AcciónYa nada será igual. Respira hondo, cierra los ojos, e intenta recordar. En ésta segunda parte: la clandestina vida de Alan saldrá a la luz. Mentiras y secretos guardados celosamente bajo llave, pondrán a prueba la confianza de Liz. Los amigos podrí...