22. El primer día

6K 503 50
                                    

(Alan)


La sensación que me había invadido desde esa mañana, no había desaparecido. Era como una especie de inquietud que no podía detener.

Lo que haría ese día ya lo había hecho miles de veces. Jim había dicho que iríamos a "cancelar" la cuenta pendiente que tenía con Javier Velásquez, un inmigrante dueño de un sucio bar. Así que eso fue lo que yo creí ese día, no había podido notar nada, Jim había sido demasiado cauteloso conmigo.

Éramos solo diez personas, y sabíamos que Javier no estaría solo. Mientras más me acercaba al lugar, sentía que había algo funcionando mal.

El sonido de los engranajes de la puerta me aturdieron al entrar, y un segundo después, todo el lugar se había convertido en un campo de batalla. Había una regla que yo seguía al hacer ese tipo de cosas; no pienses. No pensaba en los gritos de las personas en el bar, no pensaba en el miedo que se levantaba como polvo entre todos los inocentes, no pensaba en que estaba matando personas. En esos momentos mi cabeza era completamente neutral, debía quitar cualquier sentimiento de empatía, para matar.

En algún momento, mi inquietud aumentó, y al mismo tiempo miré hacia una dirección en particular. Y, entonces, no pude seguir la importante regla que me había impuesto.

En ese momento pensé en todo lo que no debía. Pensé en los gritos, en el miedo, en los inocentes... y pensé en Liz, que estaba a metros de mí, mirándome como si no me conociera.

Hubo muchas cosas que quería hacer en ese momento. Quise correr hacia ella y evitar que la lastimaran, quise pedirle perdón, y también quise escapar como un cobarde. Tenía miedo de lo que ella pensaría de mí... de mi verdadero yo, del oscuro Alan.

No era consciente de mí mismo, y no me había dado cuenta que yo aún sostenía el arma apuntado justo hacia ella. Vagamente escuché que alguien la llamó por su nombre un par de veces, y fue luego que noté a Val. Ella empujó a Liz de repente, al mismo tiempo que el sonido de un disparo me aturdían los oídos, aquel sonido había estado demasiado cerca.

Vi claramente cuando la bala le atravesó el estómago. No pude moverme, no pude hacer nada, porque no terminaba de entender lo que acababa de pasar. La bala había sonado como si estuviese a mi lado... pero yo no lo había hecho... no, yo no lo había hecho.


Todo mi cuerpo empezó a doler cuando recuperé la conciencia. En medio del silencio escuché una lenta respiración. Abrí los ojos y lo primero que vi fue un techo de madera y el suave sonido de un ventilador. Sentí un leve déjà vu.

—Alan... —escuché su voz un poco ronca y un peso se hundió a un lado de la cama. La miré, ella me miraba preocupada y sus ojos estaban enrojecidos. Me pregunté si había llorado.

—Yo... —empecé a hablar sin darme cuenta —Liz, yo... no lo hice —ella se vio confundida, así que sentí la necesidad de aclarar mis palabras —. Yo no... maté a Val.

Vi las lágrimas juntarse bajo sus ojos, y quise golpearme por ser tan idiota. Y luego, ella se arrojó sobre mí, apretó la tela de mi camiseta en un puño y la escuché sollozar. Ignoré el dolor que se extendió por todo mi cuerpo, y solo esperé.

—Te... —las siguientes palabras se ahogaron y no las pude escuchar —. Te creo... —repitió con su voz quebrada, y sentí un peso abandonar mi cuerpo —. Me has salvado una vez más... tú siempre... siempre vuelves por mí.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora