30. Pérdidas

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(Liz)


Mis pulmones se sentían como si estuvieran a punto de explotar. Había corrido sin detenerme ni una vez, sin saber muy bien a dónde estaba yendo, y sin saber lo que haría al detenerme.

Cuando mis piernas se sintieron débiles, y mi respiración era demasiado pesada, me desplomé sobre el suelo sucio y duro debajo de mí. Levanté la mirada cuando pude recuperarme lo suficiente y miré a mi alrededor. Las calles estaban cubiertas por una espesa niebla, solo me rodeaban un grupo de edificios viejos y, aparentemente, en desuso. A lo lejos se podía escuchar a montones de perros ladrando, seguramente alarmados por el incendio. Al parecer me había desplomado en la entrada de un pequeño y oscuro pasaje que estaba entre dos de los tantos viejos edificios, todo el lugar estaba teñido en sombras negras y azules.

"¿Tu quieres saber lo que pasó con él?" Recordé las palabras de tío Michael. Lo que había pasado con mi padre... ¿qué había pasado realmente?

Recordé, inevitablemente, el día en que mamá me dio la noticia de su muerte. Meses antes de eso, se supone que él había viajado a Londres por una gran oferta de trabajo, recordé lo estresada que estaba mi madre cuando él se fue. Recordé la expresión de su rostro cuando yo le había preguntado qué había pasado con papá. ¿Podría ser posible... que todos estuvieran escondiéndome algo importante?

Los recuerdos que brotaron a mi mente enviaron miles de agujas a mis ojos y, cuando menos lo quise, mis ojos ardían y estaban llenos de lágrimas. No supe si eran lágrimas de tristeza, de rabia, o de impotencia.

Me arrastré hacia la pared a mi lado y me quedé ahí. Despejé mi mente y cerré los ojos, intentando imaginar, por un segundo, que nada estaba pasando. Cuando me sentí lo suficientemente fuerte, me levanté, aún apoyándome sobre la pared, y respiré hondo.

Y, entonces, todos mis nervios se pusieron alerta cuando el sonido de unas suaves pisadas llegó a mis oídos. Me aplasté contra la pared, como si pudiera camuflarme como un camaleón.

Miré para todos lados, pero no podía descifrar de dónde llegaban las pisadas. La niebla era demasiado densa como para ver algo, y cada vez que movía la cabeza para ver hacia algún lado, el sonido parecía moverse también.

En algún momento, miré hacia el camino por donde yo había venido y, de a poco, una mancha oscura empezó a formarse entre la niebla, luego la mancha se convirtió en una silueta. Estuve a punto de echarme a correr, cuando la silueta se transformó en una persona. Él miraba hacia sus pies, con su cabello cayéndole hacia el frente, sobre su rostro. Tenía ambos brazos colgando a los costados y su caminar podría asemejarse a la de los zombies. Pero, a pesar de todo eso, yo supe quién era.

Con la poca fuerza que había recuperado corrí hacia él y envolví mis brazos en el cuello de Alan. Él, que aparentemente no me había visto llegar, aspiró sorprendido y se tambaleó algunos pasos hacia atrás.

Increíblemente, y a pesar de todo lo que había pasado esa noche, sonreí.

—Pudiste escapar —dije sin desprenderme de él —. He estado corriendo todo el camino hasta aquí. Han pasado demasiadas cosas. Aiden... mi tío...

Las palabras salían una tras otra, probablemente era un efecto de la ansiedad que llevaba dentro. Seguí hablando, porque sentí que si no paraba todo estaría bien. Pero, cuando noté que sus brazos aún estaban colgando a ambos lados de él, y cuando no escuché ninguna respuesta de su parte, me callé y caminé algunos pasos hacia atrás.

Su rostro estaba medio escondido entre las sombras de la noche y su cabello, no podría decir qué expresión era la que llevaba en ese momento. Fruncí el ceño y bajé la mirada, entonces me encontré con una gran mancha de sangre que manchaba toda su camiseta y su chaqueta. Me faltó el aire.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora