8. El descanso que merece

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(Alan)


Habían pasado horas desde que habíamos salido nuevamente a la carretera. La vieja camioneta que Erik me había dado era insoportablemente ruidosa, pero aún así era mejor que movernos en un auto donde podrían reconocernos fácilmente. Era más de media noche, y Jenn estaba durmiendo en el asiento a mi lado. Aún no había tenido tiempo para preguntarle sobre aquel papel con el nombre de la madre de Liz, supongo que no estoy seguro de querer saber la respuesta. 

Habíamos estado todo el día preparándonos para el siguiente paso. Sabía que, a partir de ahora, deberíamos guardar apariencias. Debía encontrar a Liz, ella estaba en Oxford, y para llegar allí, yo debía estar vivo.

Erik nos dio una camioneta, ropa nueva, identificaciones, y una nueva apariencia. El lo había preparado todo, y ambos sabíamos que no podríamos quedarnos en su casa durante más tiempo.

"Tal vez se deba a que antes no tenias un objetivo". Ajusté el gorro negro en mi cabeza, escondiendo algunos mechones de cabello, que Lou me había teñido de un asqueroso color rubio. "Ahora tienes a alguien a quien proteger". Era cierto, supongo que soy capaz de hacer todo esto por Liz. Pero...

Jenn se movió a mi lado, alejando mis pensamientos. La miré de lado, y me di cuenta, entonces, que ella había despertado. 

—¿Estas cansado? —dijo, a mitad de un bostezo —. Si quieres, puedo conducir mientras duermes. 

—Estoy bien, además estás herida.

—No tiene importancia, y tú también estas herido.

Reí. 

—Tienes un punto.

Su asiento chilló cuando ella se acomodó en él, y casi pude ver el polvo levantarse. 

—Alan, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Adelante. 

—¿Qué piensas hacer cuando lleguemos a Oxford?

Fruncí el ceño. 

—¿A qué te refieres? Ya he....

—Me refiero a que... no creo que pueda... —pareció enredarse con sus palabras. La miré por un segundo —. Creo que, cuando lleguemos a Oxford, seguiré por mi cuenta. 

Entonces lo entendí. Jenn siempre había mostrado cierto rechazo hacia Liz, y ahora estábamos yendo directo hacia ella. "No creo que haya lugar para mí" es lo que me decían sus ojos. No había pensado en lo que pasaría con Jenn. Maldije en mi cabeza por arrastrarla a este problema conmigo, y me maldije, nuevamente, por pensar en ella como un problema más.

—No tienes que hacerlo —murmuré. 

—Quiero hacerlo.

—Estás herida, no hagas locuras. 

Suspiró de forma ruidosa.

—No lo entiendes... No quiero, siquiera, ver a esa chica. Todo lo que ha pasado ha sido debido a ella

—Jenn...

—¡No te atrevas a negarlo! —exclamó, y me apuntó con un dedo —. No sé de qué sería capaz si veo su cara otra vez. No me gusta... que ella te importe tanto —no contesté. Jenn, de alguna manera, se había convertido en alguien importante para mí, como una compañera que tengo que proteger. Pero Liz era algo más, algo que aún no terminaba de entender. Por supuesto que no podía decirle eso a Jenn. 

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora