(Alan)
Esta será la última vez que haga esto, pensé cargando mi arma. Si no muero ahora, moriré cuando apuñale por la espalda a Jim.
Estaban casi confirmadas mis sospechas, era él quien estaba detrás de los atentados contra Liz. ¿La razón? No lo sabía, ¿Por qué estaban ocultándomelo? Probablemente él había descubierto mi relación con Liz, pero ¿Cuál sería su último paso?
En ese momento, estábamos en camino hacia un bar, cuyo dueño tenía deudas pendientes con "nuestro jefe". Así funcionaba este sistema, éramos un grupo de crimen organizado que preparaba cuidadosamente cada movimiento. Cualquiera que se opusiera al sistema, debía morir. Todos los traidores, rebeldes o aquellos que pretendían más de lo que les correspondía, tenían el mismo final. Probablemente ése era el final que me esperaba.
La decisión estaba tomada. La traición era mi única salida.
Liz estaba a salvo en casa ahora, yo mismo la había llevado hasta allá.
—Hey, Alan —escuché la voz de Kevin tras mi espalda, voltee. Él no se veía muy seguro.
—¿Hablaste con Val?
—Sí, ellas aún están en casa -miró sutilmente hacia ambos lados y habló en voz baja —. No creo que debas hacer esto.
—Yo tampoco, pero es necesario, de lo contrario empezarían a sospechar.
—¡Hora de irnos! —alguien gritó y el lugar empezó a vaciarse.
Empecé a caminar, dejando atrás a Kevin. Él no era parte de esta mierda, pero se había ganado la confianza de Jim, de alguna manera.
Nuestros pasos parecían hacer temblar la tierra. Y yo caminaba, pensando que esa sería la última vez que caminase junto a Jim.
Abrí los ojos de golpe, cuando el dolor en mi cabeza creció. Parecía inútil. Cada día intentaba recordar lo que pasó ese día, cuando Val murió. Pero no lograba recordar más que eso, antes de que mi cabeza fuera atacada por pequeñas y afiladas dagas.
Me levanté y caminé hacia la sala, o al menos, lo que yo llamaba "sala". Era un pequeño espacio lleno de polvo y con la pintura de las paredes cayéndose a pedazos. Me detuve cuando vi una sombra en uno de los empolvados sillones.
—Tu nuevo lugar es bastante acogedor.
—¿Qué quieres?
Mi padre se levantó de su lugar y caminó hasta quedar cara a cara conmigo. Su rostro era un papel en blanco. Él era una maldita estatua. Entonces, él arrojó algo a mis pies.
Cuando lo tomé, noté que era un artículo de periódico. Mi rostro estaba en primera plana y un poco más abajo estaba la fotografía de Jason. Por supuesto.
—Ese estúpido policía sigue detrás de ti.
Bufé.
—¿y qué quieres que haga?
Lo vi apretar los puños y luego aflojarlos. Así era nuestra relación, tensión en todo momento.
—Quiero que te sientas miserable.
Reí por lo bajo.
—Eso ya lo hago.
—Por supuesto que no puedes arreglarlo —me ignoró —. Yo debo limpiar lo que ensucias.
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Olvídame
AksiYa nada será igual. Respira hondo, cierra los ojos, e intenta recordar. En ésta segunda parte: la clandestina vida de Alan saldrá a la luz. Mentiras y secretos guardados celosamente bajo llave, pondrán a prueba la confianza de Liz. Los amigos podrí...