Bosque

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El viaje a casa fue silencioso y lúgubre mientras sus manos en el volante se comprimían con atisbo de enojo.

-¿Que hacías sola en el bosque?- su voz resonó sobre el viento golpeando las ventanas.

Me tomo por sorpresa, era difícil explicar mi amor por el bosque y las caminatas que tomaba para descubrir cada centímetro de este.

-Yo solo...- mire por la ventana encontrándome con los grandes cultivos de arroz evadiendo su mirada critica sobre mi-... caminaba-.

Mi voz fue un susurro pero su risa aguda se escucho vibrar en cada espacio del lugar.

-¡Que clase de chica pasea sola por el bosque a estas horas!- busque sus ojos pero su vista estaba enfocada en la carretera, era famosa por la cantidad de cervatillos sueltos que cruzaban de imprevisto provocando accidentes.

-Que clase de chico en un auto en movimiento puede percatarse de una persona perdida en el bosque- su sonrisa desapareció, y sus ojos buscaron los míos por un mili segundo antes de volver su atención al peligroso sendero.

-Deberías considerarte una chica afortunada de haber sido encontrada por este super-chico- me dedico una de sus famosas sonrisas de suficiencia, aquellas que derretían a las muchachas en el instituto y mis mejillas reaccionaron tiñendose de un rosa suave, imperceptible bajo el matiz oscuro de la tarde. -Por cierto ¿donde vives?- puso el buscador en el GPS.

-Junto a tu casa- dije sin mayor cuidado en mis palabras.

-¿Que has dicho?- ahora si mi cara estaba teñida por un carmesí dramático, que se las arreglaba para ser fosforescente en la oscuridad.

Quízas debí hablar antes de este tema, parecía mas sorprendido de lo normal y eso me perturbaba.

Por años habia observado la extraña personalidad del chico tras la ventana, una persona amable que mantenia sutilmente su distancia de todos sin ellos siquiera notarlo.

-Somos vecinos- mi voz fue inaudible, un pitido cauteloso.

-Ya... ya veo- ensimismado en sus pensamientos viajo en silencio hasta el porche de su casa.

Baje rápidamente del la gran camioneta y sin darle tiempo de hablar, le dedique una reverencia en noventa grados repetidas veces, mostrando mis agradecimientos. Camine a paso firme y cojo hacia el umbral de mi casa, mi espalda quemaba, sentía sus ojos seguir mi recorrido atentamente antes de perderme tras la gran puerta de madera. Solté todo el aire comprimido en mis pulmones y entonces note que no había respirado hace ya un buen rato.

-¡Yoon Hee!- mamá traía sobre su regazo una batidora sucia con restos de crema, le encantaba cocinar y extrañamente no era esa su profesión. -¡¿Yoon Hee, mi amor, que te ocurrió?!- se acerco espantada por la imagen que le ofrecía, no sabia por donde empezar.

La cara de horror en mi madre fue cambiando conforme avanzaba en el relato. Estaba furiosa, el bosque y la noche eran cosas que ella odiaba en demasía. Si bien no eran estas, las que le habían quitado la vida a mi padre, habían sido un factor decisivo en su trágica muerte, hace ya cinco años, que hasta el presente, claramente aun seguía marcando nuestras vidas sin dejarnos avanzar.

Aun recuerdo la noche de invierno, cuando la lluvia torrencial, el viento del norte y un ciervo perdido se estrellaron contra el vidrio frontal del auto que papá manejaba, y del que rápidamente perdió el control.

Recuerdo a mamá desmallándose justo antes de que un robusto árbol atravesara el ventanal delantero, perforando a su paso la caja torácica de papá con un desgarrador grito de sus adentros, que me mantuvo despierta, hasta mas pasada la madrugada, cuando los bomberos del lugar retiraron nuestros cuerpos traumatizados.

Desde ese momento mi atención se volvió por completo al bosque y sus misterios, como una especie de tortura personal, una búsqueda de respuestas mas allá de lo establecido, o quizás un extraño consuelo a mis demonios interiores.

Mi madre y yo habíamos vuelto a pelear y su actitud de victima no tardaba en florecer. Diferentes formas de llevar el duelo, mientras ella se sentaba todos los catorce, de cada mes, frente a la mesa a sollozar, yo corría por los oscuros y peligrosos bosques de Ganwong.

La pelea había terminado y como siempre había corrido evadiendo sus reproches, con un gran portazo solté el aire en mis pulmones y apoye mi espalda contra la puerta.

La tenue luz tras la pared de enredaderas destello sobre mis ojos, ya acostumbrados a la oscuridad donde una gran masa se movía frente a la ventana.

Mis ojos enfocaron las formas pálidas y antes de acercarme mas al marco de la ventana, entendí que se trataba de un Jimin semidesnudo cambiando sus mojadas ropas. Un grito agudo salio de mis adentros, su cuerpo dejo de moverse y busco entre la oscuridad de la noche de donde provenía.

Cubrí mi boca con mi mano derecha, el único movimiento que mi cuerpo me permitió realizar y sus ojos se encontraron con los míos, por un milisegundo.

Un día atrás habría jurado que no podía verme, entre la hiedra y la oscuridad, pero hoy el calor particular que sus ojos penetrantes causaban en mí, recorrían mi cuerpo. Por primera vez en nuestras vidas él era tan consiente como yo de nuestras existencias al otro lado de la hiedra.

La sonrisa de costado, doblo la comisura de sus labios, sus músculos se relajaron antes de soltar el marco de la ventana y perderse entre las paredes de su habitación.

Park Jimin había comenzado a notar mi presencia.

Dark Forest (BTS: Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora