Llovizna

525 58 9
                                    

Crecida por toda una vida en el norte de Corea del Sur, cerca de los bosques y montañas, en pequeños suburbios alejados del bullicio de la ciudad.

Me encantaba la naturaleza, las lloviznas y la vitalidad de una vegetación que se extendía en todas sus direcciones.

Mi infancia fue marcada por la trágica muerte de mi padre.

Después del accidente mi vida cambio, los amigos se fueron distanciando y solo quedaron los cercanos, mamá se volvió por completo a su profesión tratando de evitar todo lo concerniente a papá.

En cuanto a mí, me transforme en un ser insensible y encapsulado para los demás al punto de ganarme el apodo de reina de hielo.

En los tiempos difíciles solo el bosque me distraía de la oscura vida que mantenía a rastras. 

Aquí era invisible, era parte de él.

En ese tiempo me acostumbre a la humedad del ambiente, la tosquedad que el tacto de la espesura me entregaba, las sinuosas superficies abultadas por las raíces que luchaban por salir a la luz, y con ello, los trotes interminables se convirtieron en el sustento de mi felicidad.

A pesar de haber pasado cinco años ya, el bosque continuaba siendo mi terapia en momento oscuros como este.



En Ganwong la temperatura era de tres grados bajo cero, y el cielo se encontraba manchado de nubarrones negros que amenazaban con caer en forma de llovizna.

Solo con un cortavientos, mis jeans holgados y mis amados zapatos de trekking, mi cuerpo se sentía liviano y ágil corriendo entre arbustos y troncos que irrumpían mi recorrido. Me hacían pensar y reaccionar a prisa, mientras quitaba de mi mente los molestos pensamientos que me invadían.

La tenue luz indicaba que se apresuraba la noche y debía volver a casa antes de que la luna ocupara su lugar.



-¿Yoon Hee?- pregunto una voz familiar.

El pórtico de su casa desprendía una luz suave y su rostro se escondía bajo una sombra oscura mientras su camioneta-monstruo roja ocupaba gran parte de su patio delantero.

-¿Qué haces aquí?- estipule de manera cortante sabiendo que arreglaba algo bajo el capo de su maquina.

Froto sus cabellos oscuros desordenandolos un poco mas y limpio sus manos cubiertas de hollín con una blanca pañueleta que luego guardo en el bolsillo trasero de su pantalón holgado.

-El radiador se descompuso, pero... ¿qué te ha pasado?- miro mis rodillas cubiertas de lodo y heridas producidas por el rose de los grandes arbustos del bosque.

-Nada que te incumba- camine a casa calculando cada pisada. Estúpido imbécil, como se atrevía a fingir preocupación ante mi presencia, su cinismo me repugnaba.

Intente no darle muchas vueltas al asunto pero era inevitable. Aquella noche no dormí bien, ni siquiera cuando deje de llorar, el siseo constante de la lluvia y el viento sobre el techo no aminoraba mi pena, incluso ayudaban a mantenerme despierta. Me cubrí con la colcha por sobre mi nuca y espere a que parase la tormenta o que el insomnio me permitiera dormir.

Por la mañana la lluvia no era más que un suave sirimiri que mojaba delicadamente mis lacios cabellos oscuros. Una vez en el pórtico del instituto, exhale pesadamente y me adentre con ganas de evitar a toda costa las miradas llenas de desden provenientes de Jimin.

-¡¡Yoon Hee-ah!!- mi mochila cayó al suelo de la sorpresa. A Min Ji le encantaba sorprenderme, y a veces pensaba seriamente que lo que quería, era causarme un ataque cardíaco.

-Min Ji-.

Estimaba gratamente a la chica, una castaña clara que poseía una bella sonrisa.

Hacía más de dos años que Min Ji había llegado con su padre desde Jeju, con un clima tropical y un bronceado perfecto, la chica odiaba enormemente el frío y la humedad.

A pesar de conllevar una vida social ajetreada, me consideraba su mejor amiga después de haber sido la primera persona en conocer en este pequeño pueblito, pero constantemente intentaba inmiscuir mi torpe mente en su frívolo mundo de interminables conocidos.

-¿Que ocurre? ¿tienes problemas de estreñimiento?- pregunto preocupada.

-¿Porque lo dices?- mi voz sonó inquieta.

-Te vi haya afuera congelada- indico con su pulgar las grandes puertas de roble. -¿Te ha ocurrido algo?-.

Si bien mi personalidad hermética serbia con los extraños, a los conocidos les resultaba fácil descifrar mis pensamientos.

-Mmm-negué levemente con la cabeza. -Es solo que hoy me siento fatigada- los surcos bajo mis ojos avalaban esa frase.

Bajando las cejas a la altura de sus ojos, me dedico una mirada lastimera.

-¿Te ha ocurrido algo? te vez pálida- y así era, la clara piel de mi cuerpo había palidecido tanto que en estos momentos se acercaba más a un morado enfermo.

-Estoy bien, es solo la poca luz de Ganwong- trate de aminorar su preocupación y así fue.

-Por un momento lo olvido, apresúrate o llegaremos tarde a clases- grito con diversión y corrió por entre las masas anárquicas.

Continúe caminando sin prisa sola entre la multitud, o al menos eso creía.

-Yoon Hee- su boca sobre mi nuca adjudico un tibio calor.

-Jimin- respondí cortante y apresure el paso a la entrada del salón, tan cerca de evitar su atención, que en este momento era malditamente asfixiante.

-Espera- el agarre de mi brazo me detuvo en el acto y me sorprendió por la tosquedad de su acción.

-¿Qué haces?- pregunte furiosa, definitivamente no estaba dispuesta a ser su conejillo de indias hoy.

-Ven aquí- ignoro los intentos de soltar mi agarre, estaba en desventaja, era mucho más fuerte que yo y sin mucho esfuerzo me llevo a rastras a la pequeña sala de música que en esos momentos se encontraba vacía.

-¿Qué demonios te pasa?- grite una vez sus manos soltaron mi aprisionado brazo. 

-¿Que te ocurre? ¿Qué te he hecho para que me hables así?- sonaba calmado y dispuesto a escuchar una explicación.

-Dime ¿y quién eres tú para hablarme? me conoces hace menos de una semana ¿y ya piensas que debo inclinar la cabeza a cada que pasas?- su mirada buscaba un punto en mi rostro sin detenerse. 

Parecía ensimismado, como buscando las palabras que a continuación diría.

-Tienes razón, no te conozco, pero tampoco te he hecho algún daño para que me ignores- sonaba dolido.

Y que esperaba, me había rescatado hace una semana y ya se había formado una horrible opinión sobre mi.

-Si no me conoces lo suficiente, entonces no tienes derecho a llamarme zorra- mi voz flaqueo, y por un momento mi dura caratula se había ido abajo.

Sus ojos se abrieron con mesura, estaba consiente de mis palabras y estático sin habla, tense mi cuerpo en un desesperado acto de parecer altiva y salí de la pequeña sala.

-Espera... Yoon Hee... yo te puedo explicar- su tono suplicante hizo estremecer mis entrañas, por segunda vez en un tiempo tan corto, mientras la distancia entre los dos ahora era casi inexistente.

Mi espacio de confort estaba por los suelos y sus misteriosos ojos caoba se elevaban sobre mi.

Dark Forest (BTS: Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora