-¡¡Oppa!!- una voz melódica e infantil retumbaba por el gran pasillo de concreto blanco, instintivamente escondí mi cuerpo tras el chico frente a mí, quien con una coqueta sonrisa abrió el pórtico de su morada. La niña de grandes mofletes corrió para colgar sus pequeños brazos al cuello de Jimin quien se encontraba encorvado a su nivel.
-Beso- él indico su mejilla, y la pequeña lo atiborro de dulces mimos acompañados del chocolate de sus labios, mi semblante se apaciguo ante la escena enternecedora. -Mi turno- dijo el chico cubierto de cacao, quien en un rápido movimiento levanto entre sus brazos a la nena de altas coletas provocando cosquilla con cada beso que Jimin insertaba sobre su barriga.
-¿Oppa... quien es ella?- giro su cuerpo aun entre los brazos de Jimin, sus ojos curiosos observaron detalladamente mi ser. -Pareces algo pálida- acuno mi mejilla con su pequeña manito y mis hombros dieron un leve salto ante la cálida sensación que las yemas de sus dedos producían. -Oppa ella es muy bonita- soltó mi rostro y sus ojos se perdieron en una fina línea sobre sus contagiosa sonrisa que carecía de uno que otro diente de leche.
Definitivamente se trataba de parientes, la hermosa pequeña tenía aquellos mofletes que aun en la pubertad también eran visibles en el rostro de Jimin y sus ojos caoba oscuro parecían ser la más notable herencia familiar.
-¡¡Hee Ri!!- una voz femenina se escuchó avanzar en el pasillo. -¡¡Es hora de cortar el pastel!!- la cría soltó un agudo y estridente grito ante la emoción, se removió entre los brazos de su primo quien la deposito suavemente sobre el suelo, para correr con los altos vuelos de su vestido rosa al viento. Jimin parecía embobado por la tierna chica, quien como un halo solar, brillaba robándose toda la atención.
-Creo que te has enamorado- susurre en su oído.
-Eso temo- sonrió antes de tomar mi mano y adentrarnos por completo en su hogar. Las paredes del largo pasillos estaban cubiertas de fotos de Jimin, y una que otra pareja de recién nacidos. Al final de este, las antiguas polaris de sus padres aun jóvenes decoraban un marco exhaustivamente diseñado.
-Eres igual a tu madre- dije mientras tocaba la impresión de una joven muchacha de sonrisa encantadora y un hombre dos cabezas mas alto que ella de grandes hombros y ceño fruncido, busque su rostro y me encontré con nuestras dedos aun entre lazados. Solté rápidamente su agarre y la incomodidad reino por varios segundos antes de que la mujer que tiempo atrás había llamado a Hee Ri, apareciera frente a nosotros.
-Jimin amor, limpia tu rostro- una mujer de elegante apariencia acaricio la mejilla del chico. -¿Y quién es esta hermosa jovencita?- pregunto a Jimin.
-Yoon Hee, es nuestra vecina- dijo mientras indicaba en mi dirección.
-¿Eres la hija de Yoon Ki?- la mujer poseía una voz amable pero fuerte, incline la cabeza ofreciendo mis respetos.
-Encantada- me sentía más nerviosa de lo normal, por alguna extraña razón quería sentirme aceptada por la mujer de sonrisa amable.
-¡¡Hyo Shi!!-mamá salió de la cocina con un delicado delantal con motivos de azucenas. -El pastel está listo... ¡Oh, pero has conocido a mi hija!- dijo enrollando su brazo derecho a mi cuello. -¿Y qué tal?-.
-No os parecéis en nada- dijo para luego soltar una aguda carcajada, igual de extraña a la de Jimin.
-Pero tienes los ojos de tu padre, definitivamente- dijo mirando detenidamente sobre mis pupilas. Mire nerviosamente a Jimin quien se divertía con la extraña situación. -Eres algo tímida pequeña- rio nuevamente.
-Ella no es tímida- Jimin se cruzó de brazos.
-¡¿A no?!- de pronto todos parecían observar una extraña larva africana.
-No... Ella es algo prudente con la gente, nunca tímida- sus ojos penetrantes parecían querer derrumbar mi endeble coraza, definitivamente no estaba defendiéndome.
-Bueno Yoon Hee, es hora de soplar las velas, que te parecería acompañarnos en el salón- sonreí con aprobación.
En la gran sala se encontraba toda la población infantil proveniente de Ganwong, y es que con los años y las extrañas situaciones que se daban en el pueblo hace ya un buen tiempo, una gran cantidad de personas habían dejado el lugar. Por su parte quienes se quedaban, trabajaban de esta tierra o algo más grande los amarraba al lugar, mamá y yo pertenecíamos al segundo grupo quienes aun con el paso de los años no podían alejarse de los fantasmas del pasado.
La pequeña reunión la componían diez menores de variadas edades y tamaños que corrían y gritaban alrededor de la gran sala, con sus mejores trajes, ya sucios por los toscos juegos. Cinco madres en un amplio sillón conversaban sobre ungüentos para heridas y anti alérgicos convenientes, mientras la flamante mesa de finas betas parecía haber sido atacada por una manada de hambrientos niños lobos. Los aperitivos y tentempiés habían sido devorados ya, era la hora de la simbólica torta. Tras el pórtico de las habitaciones una cuarta anfitriona se equilibraba entre los menores hiperventilados que corrían con prisa entre las sillas. De pronto, parecía estar teniendo un deja vú, mire a mi derecha donde se encontraba la madre de Jimin quien me miro con gracia, al parecer esperando aquella reacción.
-Ella es la madre de Jimin, Hyo Ri- indico a su gemela, quien se acercaba sigilosamente hacia la gran mesa con vestimentas más normales y cómodas para la ocasión.
-¿Son gemelas?- pregunte a Jimin quien observaba atentamente a su pequeña prima, la cual sonreía eufórica ante las cinco brillantes velas.
-Creí que desde tu cuarto habías averiguado todo sobre mi- rió sin mirarme a los ojos, y agradecí profundamente aquel gesto, para cuando mis mejillas ardían de vergüenza y pena.
Cuando mamá decía que mis pensamientos eran evidentes, me daba pequeñas luces de mi tosco comportamiento, había sido una silenciosa observadora por más de diez años, en los que no me atreví jamás, a dirigirle la palabra, él parecía tan altivo y carismático, que el solo hecho de pensar en ser amigos era inimaginable, la cuestión era que dentro de mi disfraz de invisibilidad, claramente había una fisura que Jimin, comenzaba rejonear sutilmente.
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Dark Forest (BTS: Jimin)
ФанфикEl gran camión de mudanzas había llegado y mamá corría con la vajilla fina entre los brazos. El llevaba zapatillas de deporte y una gorra de beisball sobre la cabeza, caminaba con seguridad a pesar de solo tener ocho años, sus ojos curiosos buscaban...