Helada

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¿De qué manera esto se sumaba a una larga lista de penosas esperanzas?

Aun frente a el pórtico de mi casa las palabras retumbaban en mis oídos, gire mi rostro para verificar, y ahí se encontraba Jimin, con los brazos apoyados sobre el techo del carro con aquella sonrisa inmutable entre los labios, atento a que mi camino a casa no se viera interrumpido.

-Estoy en casa- golpee con fuerza la pieza de madera contra el umbral.

-¡Quieres remodelar la entrada jovencita!- su voz aguda salía desde la sala de estar . -¡Porque con esos modales terminaras con un trabajo parcial pagando una puerta nueva!-.

-Mamá... ¿has obligado a Jimin a traerme a casa?- arroje el morral sobre la alfombra de motivos indígenas, y sacudí mi cuerpo con furia contra el futon.

-¡Lo he hecho por tu bien hija!- quito la vista de su alta pila de documentos, mi actitud demostraba que algo extraño ocurría. -¿Que hay de malo en ello? el chico es amable y responsable, ha de verte como a una pequeña hermana porque con gusto acepto- mi corazón recibió una suave puntada.

-¿Porque a Jimin?- quería hacer un berrinche pero mis diecisiete maduros años no me lo permitían.

-Porque es tu vecino cariño, el instituto queda en la misma dirección, es algo lógico- agrego, como si explicara que la suma de dos más dos era cuatro.

-¡No quiero!- mi boca dibujaba un puchero que alejaba rápidamente el poco respeto que mamá me había entregado.

-¡No es discutible hija!- de pronto parecía hablar con mi yo de diez años.

-¡Hare lo que pidas Yoon Ki pero no me obligues a subir a esa vestía que tu vecino llama transporte!-.

-¡¡No tenemos la misma edad jovencita!!- la había fastidiado, cada vez que me alteraba la llamaba por su nombre, y según recuerdo no había ganado nada bueno con aquel habito.

-Lo. Que. Pidas. Madre- recalque las palabras, y por un momento sopeso las posibilidades infinitas.

-¿Dejarías tus excursiones al bosque?- sabía perfectamente que aquello no era transable, pero no se cansaba de negociarlo con cada oportunidad que le presentaba.

-¡Si Jimin llega a estrellarse conmigo dentro pagaras las penas del infierno!- camine hacia la nevera en busca de comida para calmar mi frustración.



-¿Has escuchado las ultimas noticias?- mamá trataba de introducir un tema de conversación a la mesa. Ya llevaba más de dos días en "huelga de libre expresión" como solía llamarle.

-No- respondí escuetamente mientras probaba un trozo de carne.

-He conseguido una entrevista en la página de reportajes- sin lugar a dudas, era un anuncio importante, las noticias rápidas y de fácil consumo habían sido el campo de trabajo de mi madre por los últimos cinco años, logrando un estancamiento de sus dotes periodísticas muy poco valorados.

-¡Felicidades!- ningún berrinche podía quitarme la oportunidad de resaltar lo que se merecía. -¿Cuál es el tema?- dije alegremente.

-En Ganwong se acercan los cien años de su constitución, y necesito entrevistar a los descendientes del fundador de nuestro poblado-.

-Ooh...- dije con desgano, sabía que sería una entrevista difícil de conseguir. -¿El señor Hwang?- pregunte con pesadumbre en mis palabras, mamá afirmo con tristeza.

-He llamado varias veces a su puerta hoy, y he buscado su número en el directorio telefónico, pero no quiere saber de mi-.

El señor Hwang era un hombre solitario que debía rodear los sesenta años, si bien sus antepasados habían fundado este pueblo muy cercano a las montañas limítrofes con las tierras norcoreanos, lo único que había quedado de ellos, era su fortuna, cientos de hectáreas y una vieja mansión de estilo europeo desgastada por el tiempo. En el pueblo se sabía a ciencia cierta que poseía un único heredero de todas sus riquezas, pero su identidad era un completo misterio, las malas lenguas decían que se trataba de algún satánico pacto de reencarnación, otros rumores más apegados a la realidad, hablaban sobre un joven estudiante patrocinado a quien había enviado lejos de aquí, para expandir sus horizontes.

-No desesperes mamá, ya verás como todo resulta- deposite mi pálida mano sobre la suya, entregando ánimos a su autoestima.

-Eso espero pequeña- peino nerviosamente sus cortos cabellos castaños con la yema de sus dedos.

Definitivamente no había heredado sus claros rizos, pero si aquella sonrisa amable que contrastaba con mi abatida expresión de poker, la palidez de la piel y los cabellos y ojos oscuros como una noche sin luna, eran toda la herencia que mi padre había dejado en mis cromosomas.

Frote con ahínco sus tibias manos y sonrió con gracia, marcando las arrugas bajo sus ojos, el berrinche de hace unos días había pasado a segundo plano, deseaba fervientemente que los sueños frustrados de mamá, producto de la crianza y el matrimonio se realizaran en este momento de su vida.



-¡¿Subirás de una vez?!- Jimin no parecía dispuesto a ignorar mi presencia hoy. Había comenzado su faceta de trabajador asalariado, pero sabia perfectamente que el no necesitaba ese dinero, estaba siendo bueno con mamá como lo hacia con todo el mundo.

-Solo vete a jugar con alguna de tus chicas o sal con tus amigos, yo iré directo a casa y diré que me has dado un aventón cerca de allí- parecía una oferta posible.

-Eeh... Yoon Hee... - Min Ji era una observadora algo entrometida. -Si no subes a ese auto tu madre te castigara- le dedique una mirada llena de furia y cruce los brazos sobre mi pecho mientras tomaba asiento en la parada de metal duro. 

Lo cierto era que esta tarde el sol se había asomado entre las nubes, y no quería esperar a ver el hermoso efecto que generaba el reflejo de la luz entre los cúmulos de vapor que la laguna desprendía, lo había visto mil veces con papá cuando era muy pequeña, cientos de arcoíris distribuidos de manera anárquica que se encaramaban a las copas de los arboles lejanos.

-¡Haz caso a Min Ji, por amor de Dios! ¡¡Levanta tu enorme trasero de esa banca que no tengo tiempo para tus pendejadas!!- comenzaba a exasperarse nuevamente. El autobús había llegado a la parada y el claxon no amenizaba la ira que se acumulaba en sus expresiones.

-Por favor Jimin, juro que llegare a casa sana y a salvo- suplique como nunca frente a él.

-No me obligues- Jimin género su ultimátum.

A veces su corta paciencia solía asustarme.

-Por favor- agitaba mis rodillas nerviosas.

-¡Tú me obligaste!- en un instante todo el instituto se encontraba patas arriba, mi estómago se encontraba aprisionado sobre el hombro de Jimin y las pantaletas fucsia entregaban una particular postal de mis posaderas.



Dark Forest (BTS: Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora