Vendaval

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La escasa luz de día era provocada por la ostentosa madera oscura que recorría cada centímetro del lugar. Un gran candelabro de blancos cristales se mecía sobre nuestras cabezas, y en la sala principal, una chimenea de mármol contenía el fuego que brillaban con todo el esplendor que las penumbras le proporcionaban. Escalofriantemente diseñado por sus ancestros, fundadores de Ganwong y colonizadores impetuosos.

-Muchas gracias por recibirnos- mamá bajo la cabeza con respeto, un gesto que seguramente el omitía debido a sus enseñanzas occidentales. -Yo... y mi hija- acuno mis hombros entre sus titubeantes brazos. -... Nos sentimos enormemente agradecidas-. El anciano de facciones pronunciadas y alargadas, miro con desconfianza antes de caminar en dirección a los grandes sillones estilo Luis XIV, que rodeaban a la gran chimenea.

-Asiento- dijo sin gran expresión en su rostro, mi madre mesuro su nerviosismo y tomo asiento junto a una pequeña mesita de roble oscuro, donde acomodo la grabadora.

-¿Quiere comenzar inmediatamente?- él asintió sin mayor acotación, mientras observaba con desconfianza todos nuestros movimientos.

Tome asiento tiempo después de observar los tétricos ciervos disecados frente a la oficina principal, en el mismo sillón de mamá quien buscaba frenéticamente un bolígrafo en su gran morral.

El péndulo del reloj resonaba en el gran salón y se mezclaba con la grave voz del anciano, las nubes grises del gran ventanal flotaban sin prisa, tan lentamente que mi cabeza cayó por un instante, el sueño amenazaba con abordarme.

-¿Dónde está el baño?- mamá parecía haber escuchado un insulto salir de mis labios, cuando su ceño se frunció en mi dirección.

-Al final del pasillo- indico las largas escaleras que daban paso al segundo piso.

-Gracias- dije segura de no haber pronunciado una mala palabra.

Continúe mi recorrido, entre las mil y un puertas que cambiaban constantemente el sentido del empinado pasillo. Al final y por fin, una sola y magnifica puerta escondía un blanco salón revestido en mármol.

Moje mi rostro con la fría agua y golpee levemente mis mejillas esperando que la somnolencia amenizara.

Una vez fuera del cuarto las puertas y ventanas parecían extenderse más arriba de lo que recordaba, umbral tras umbral, todos parecían iguales, y cada uno más alto que el anterior, solo podía recordar que la puerta que daba paso a las escaleras se encontraban entre las primeras de la fila.

Con seguridad y sin titubear gire el picaporte dorado de la quinta puerta, inmediatamente y sin esfuerzo un gran salón se encontraba al descubierto, pilas y pilas de libros encaramados sobre grandes anaqueles de roble exhaustivamente ordenados.

La tentación sobre leer uno que otro título me hizo adentrarme en la cálida sala color beige, y sabiendo a ciencia cierta que en el gran salón del primer nivel, causaba más molestias que regalías no dude y entre.

Los títulos sobre los estantes infinitos se encontraban ordenados por rotulo y género.

"Cuentos de hadas" decía el primer libro de una gran fila de ejemplares, en el centro y escondido entre famosos escritores divisé un pequeño texto, La sombra  de Hans Christian Andersen aparecía entre doradas letras y la ilustración de un hombre occidental de los años  XX, siendo devorado por una siniestra y oscura mancha, todo, muy llamativo.

Divise en la congestionada sala una gran silla de cuero oscuro junto a una rinconera de bajo nivel, las paredes a su alrededor  estaban cubiertas por una larga trama de delgadas barras de madera alternadas en diagonal que funcionaban como separadores de ambiente traslucidos, las cuales volvían aun mas lúgubre el lugar, a pesar de ser ya un poco mas de las cinco. Tome asiento con agilidad, sintiéndome a gusto en el silencio de la gran sala con el olor a papel y naftalina inundando mis fosas nasales y embriagando mis sentidos.

-Es un buen libro el que tienes entre tus manos- el susto me hizo saltar sobre el asiento, dejando caer el pequeño ejemplar al suelo. Mire a mí alrededor siguiendo las risas, cuando note entre las sombras de las barras, un cuerpo apoyado al otro lado del lugar. -Lo siento- dijo luego terminar de reír con cierto grado de diversión en su tono.

-¡¿Quién eres?!- no parecía ser un ladrón, pero nunca debía confiarme de los extraños.

-¿Quién eres tú?- la pregunta sonaba descarada viniendo de mis labios, había olvidado por completo que me encontraba de intrusa en la biblioteca de alguien más. -Yo soy el protegido del señor Hwang- dijo con amabilidad. Los rumores parecían haber acertado en sus pronósticos, la voz al otro lado del muro parecía joven y masculina.

-Así que es cierto- dije entre dientes, sin notar que verbalizaba mis pensamientos en este momento.

-¿Que es cierto?- pregunto con curiosidad.

-Lo... los rumores...- dije sin dar pie atrás.

-¿Que dicen los rumores?- ciertamente era ese un tono de pregunta, pero mas que curiosidad, aquel chico me analizaba con sus palabras.

-Dicen que has llegado del extranjero para cuidar de la fortuna de los Hwang-.

-En cierta forma- no parecía ser una persona lúgubre y oscura como imaginaria al protegido del señor Hwang. -El cuento que tienes entre tus manos...- mire la impresión sobre la falda de mi instituto. -¿Porque lo has elegido?-

-¿Esto? ha llamado mi atención- conteste con sinceridad.

Las imágenes eran mi punto fuerte, no las palabras.

-Es un buen libro- aseguro.

-¿De qué trata?- parecía muy cómodo con mi presencia. -¿Puedes hablarme de él?

- Sobre una sombra...-.

-¿Una sombra?-.

-La sombra de un hombre... que se separa del dueño que alguna vez fue su todo, pero se vuelven a encontrar al cabo de un tiempo- realmente parecía disfrutar del relato. -Cada vez la sombra es más humana y cosecha más éxitos, mientras que el hombre, sin embargo, solo logra desgracias-. Hizo una leve pausa para sentarse sobre una encimera a contra luz. -Y así, poco a poco, se intercambian los roles y el hombre se convierte en la sombra del que era su sombra-. Sin duda era un cuento de hadas, pero el mensaje oscuro y existencial era evidente. -¿No te parece fascinante?- rompió el ambiente estático en que se había transformado.

-Seguro- susurre mientras observaba entre mis manos el pequeño librito de lindas ilustraciones.

-¿Cómo te llamas?- pregunto quitando mi mente de un posible trance.

-Yoon Hee- una sonrisa dibujo mi rostro, sabiendo que el poseía una vista completa de mí. -Cha Yoon Hee ¿Cuál es el tuyo?-.

-Hwang Mi Kyung, encantado- dijo sin moverse de su posición.

-¿Cuántos años tienes Mi Kyung?- su voz parecía joven, no debía pasar los veinte años.

-Dieciocho- respondió confundido. -¿Porque preguntas mi edad?-

-Solo dudaba, tu voz es joven ¿Porque no te muestras?- pregunte con frustración al no distinguir entre las barras diagonales nada más que su silueta.

-Está prohibido mostrar mi rostro a desconocidos, lo siento Yoon Hee- para ser el protegido del señor Hwang su identidad era un misterio hasta el final. Por un momento sentí pena por el chico junto a mí, lo más probable era que se trataba de algún huérfano sin hogar quien sin más opciones había llegado a parar a la mansión, hace ya mucho tiempo.

La luz por los cristales había disminuido notablemente, la noche se aproximaba y mamá debía estar terminando con la primera parte de su larga entrevista.

-Debo irme- dije levantándome del cómodo asiento de cuero y dejando sobre la mesita de centro el pequeño libro.

-¿Regresaras?- movió su cuerpo nervioso entre los muebles oscuros.

-Seguro, mamá no ha terminado de entrevistar al señor Hwang, volveré pronto- dije mientras avanzaba a la puerta del gran pasillo.

-¿Lo prometes?- sus palabras detuvieron mi marcha.

-Lo prometo- sonreí en su dirección y salí por la gran puerta. Esta vez abrí el pórtico correcto, discerní a lo lejos la gran escalera de madera torneada y corrí en busca de del gran salón.

Dark Forest (BTS: Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora