Calima

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Moriré en esta cama sola y abandonada, era lo que pensaba por la mañana.

El hilarante cumpleaños de la pequeña Hee Ri se había transformado en una pesadilla, luego de que Jimin había pronunciado las palabras mágicas.

Acosadora.

Me había descrito en una palabra, que a mi pesar era tan o más real que todas la bondades que hasta el momento me había atribuido.

Durante toda la noche esquive su presencia entre la multitud, conversando con mamá y las gemelas Hyo Shi y Hyo Ri, quienes extrañamente terminaban completando la frase de la otra, las orgullosas madres parecían dos gotas de agua, totalmente fascinante para quien observa gemelos por primera vez en su vida, historias sobre la niñez de Hee Ri y Jimin, quienes compartían una naturaleza incontrolable y curiosa, el parecido era indiscutible y los comportamiento se repetían no solo entre los primos.



-¿Tienes cosas que hacer el jueves por la tarde?- definitivamente era una pregunta jocosa, de parte de mi madre.

-Gracias a Jimin, ahora voy y vengo del instituto- dije mientras comía la media luna de mi desayuno. Próximamente Jimin cumpliría un mes como conductor designado, un trabajo que lamentablemente cumplía al pie de la letra.

-Quiero pedirte un favor- unió sus manos en torno a la cerámica caliente de su café servido.

-De que se trata esta vez- la falta de sueño me dejaba de un humor fatal.

-El señor Hwang me ha confirmado su entrevista, y quiere que esta tarde me presente en la mansión- hasta para mi madre una mujer fuerte y decidida, le causaba cierto temor la vivienda del anciano petulante.

-Y quieres que te acompañe- termine su frase mientras ella afirmaba con recelo.

-Lo hare...- había encontrado una manera de aprovechar esta situación.- Pero a cambio, quiero que Jimin deje de traerme a casa-.

-¡Cual es tu problema con el pequeño Jimin!- parecía molesta al respecto.

-No tengo problema con él- mentía. -Es solo que necesito un poco de espacio- odiaba aprovecharme de las penurias de mi madre, pero se trataba de un caso extremo.

-Está bien, pero tienes que prometer que te cuidaras, no son tiempos para correr sola por el bosque- parecía dudosa de mis intenciones.

-Seguro, hare todo lo que digas- una sincera sonrisa se dibujó sobre mis labios.





El instituto parecía más calmado desde la última vez que los rumores habían hecho de las suyas, mis esperanzas estaban puestas en el paso de los días. Jimin no parecía interesado en molestarme, y yo me sentía feliz por no tener su atención. La relación con Tae se había vuelto incomoda y extraña, nada quedaba de esa naturalidad de hace un mes, pero trataba de convencerme que el paso del tiempo arreglaría las cosas.

Por fin y una vez más, las clases habían terminado y no sentía remordimientos de dejar atrás la familiaridad de la gran maquina roja.

-¡Puedes creerlo!- sonreía con maldad. -Mamá ha dicho que tus servicios ya no son necesarios- la sonrisa de sus labios se borró en un instante pareciendo confundido.

-Mientes- dijo cerrando la puerta del copiloto que momento antes había entreabierto para mí, camino rápidamente en mi dirección y sabiendo lo que se avecinaba puse los brazos al aire.

-Puedes preguntarle si gustas- busque sus ojos inmutables, que sopesaban las noticias.

-Porque estás haciendo esto- parecía sentido.

-¿Qué cosa?- solo quería alejarme de él y la vergüenza que estar cerca conllevaba.

-Yoon Hee- tomo mi cabello entre sus manos enmarcando mi rostro, mientras procesaba las palabras en su mente. -Si te pasara algo... yo...- su voz se detuvo y su tacto me pareció mas familiar de lo que habría esperado.

-No me pasara nada- aun tan cerca de sus labios, yo podía seguir sonriendo, mientras la impotencia de no poder cambiar mi opinión dibujaba un marcado ceño sobre sus cejas. -Jimin, te prometo que no me pasara nada-.

¿Porque debía prometerle algo?

Aun así, la situación a meritaba asegurar mi subsistencia.

Aun con mi vida en mis manos, no parecia una buena sensación el dejar a un Jimin anonadado frente a su auto aun procesando las noticias sobre mi repentina libertad.

Una mezcla de sensaciones luchaban por encontrar su equilibrio, tristeza, alegría, enfado y confusión, pero sobre todo alivio ante la idea de mantenerme lejos de él.

-¡¡Sube rápido hija!!- mamá esperaba pacientemente a unos metros de donde Jimin se encontraba, tenía prisa y yo me sentía aturdida, la agilidad no me acompañaba esa tarde. -¡Adiós Jimin, gracias por todo!- se despidió mamá, pero él no pareció tomarle importancia, ni mamá tampoco. -Debemos llegar allá en cinco minutos- mamá acelero la velocidad del cedan gris que conducía, y en poco tiempo la calle se convirtió en carretera y la mansión no tardó en aparecer a un extremo del camino.

Amenizo la velocidad a pocos metros de la gran cerca de metal reforzado, una vez en la entrada presiono el único botón sobre un micrófono-parlante.

-¡Quien es!- una voz ronca y anciana nos daba la bienvenida con su brusco tono.

-Soy la señora Cha, del diario local- mamá titubeaba cual colegiala nerviosa.

-Puede pasar- el instrumento produjo un sonido mudo que anunciaba el fin de la comunicación, inmediatamente las cercas oxidadas por la humedad, chirriaron con el rose de sus cuerpos.

La mansión Hwang era apreciable en todo su esplendor, elegante y antigua poseía un largo sendero hasta su entrada principal, el bosque y la vegetación parecían jamás haber existido dentro de las inmediaciones del recinto, un lugar seco y gris que como única espesura poseía una larga enredadera que se elevaba muy cerca de las ventanas laterales hasta terminar sobre el gran techo de tejuelas asfálticas.

Sus dimensiones parecían irrisorias de cerca, el primer piso poseía casi siete metros de alto y el segundo y tercero disminuían su área de sustentación a medida que la gran casa se elevaba, erguida y ahusada se extendía hasta tratar de tocar el cielo. Un escalofriante paisaje, que cumplía la misión de alejar a cualquier forastero o poblador que pensara socializar con el ermitaño anciano.

-Vamos Yoon Hee, no te quedes ahí- no me había percatado que el auto había detenido su marcha y mamá se encontraba lista para adentrarse en la espeluznante morada.

-Lo siento- deje el morral sobre el asiento, no lo necesitaba, alise la falda arrugada, acople el blazer gris sobre mis hombros y cerré la puerta del automóvil tras de mi. No parecía ser de mucha ayuda en estos momentos, el miedo había contagiado mi sistema nervioso y mamá parecía padecer del mismo mal.

-¡Din dong!- las tétricas notas de una campana avisaban que las visitas esperaban frente a la entrada. Mi corazón palpitaba rápidamente y amenazaba con salir disparado por mi temblorosa boca.

-Tranquila hija- su tibia mano acaricio la mía con delicadeza. -Con solo estar aquí, me das la calma que necesito- sonrió con orgullo, y solo eso basto para calmar mis miedos.

Todo en ese lugar parecía crujir con cualquier movimiento, como si aquella casa no hubiera sido ocupada en mucho tiempo, la gran puerta de madera oscura se abrió lentamente, dejando ver a un delgado anciano de proporciones elevadas, su costoso traje negro parecía brillar con la poca luz que la espesa bruma entregaba afuera.

-Adelante- dijo con frialdad, solo dos veces había visto al señor Hwang en mi vida, el día de la muerte de papá, quien con su descarriado auto rompió las grandes cercas de su territorio, y luego en su funeral, donde todo el pueblo estuvo presente para despedir a el hombre que con el trabajo de guarda bosques, había velado por la seguridad de la comunidad toda su vida.



Dark Forest (BTS: Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora