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Viajamos hasta una estación de radio oculta en medio del bosque, en un tramo entre Golfield y Tonopah.
Es un edificio pequeño que se usaba para una emisora de radio local pero también se pueden oír transmisiones de otras frecuencias.
- Esto es, escuchad con atención- nos dice Muriel y afino mi oído para no perderme un solo detalle de la transmisión.
"Abadón. Abadón es un barco que os espera en la costa de Baja California, México, al sur de San Felipe, en el Rancho Punta Estrella. Zona despejada. Evitad la ciudad. Todos los que llegan, viven. El barco os llevará hasta Yanna, el lugar más seguro que existe, el paraíso hoy en día. No estaremos mucho tiempo, cambiaremos de rumbo. Si queréis llegar, si queréis vivir, daros prisa. Repito, daros prisa."
- Vámonos- susurro-. Vámonos ya.
- Iremos- dice Muriel-. Estimo que de aquí hasta Baja California es medio día en coche, creo. Pero dado que tendremos que dar esquinazo a las carreteras invadidas y esquivar a los merodeadores, y suponiendo que nos quedemos sin gasolina o cualquier otra interrupción, tardaremos más de un día, puede que dos...
- ¿Pues a qué esperamos?- dice Leo y todos volvemos al coche de Muriel.
- Vamos a volver a Goldfield- nos dice la conductora.
- ¿Por qué? ¿No estaba invadida?- le pregunta Leo.
- No eran muchos. Tenemos que coger otro coche por si acaso, por si alguno se estropea por el camino o cualquier cosa- dice esta y Leo asiente.En menos de un diez minutos estamos de vuelta en el pequeñísimo pueblo de Muriel, la cual nos entrega a cada uno un rifle.
Son pocos y solo nos tenemos que cargar a tres que nos bloqueaban el camino.
Yo y Fet, cuya herida del cuello ya ha parado de sangrar y se encuentra perfectamente, disparamos desde las ventanillas abiertas de los asientos traseros a los zetas.
Llegamos al almacén donde Muriel guarda sus cosas, decenas de coches, armas y provisiones.
Cargamos los maleteros con un poco de todo (comida enlatada, galletas, botiquín de primeros auxilios con antibióticos, analgésicos y vendajes, numerosas botellas de agua, una manta para cada uno, linternas, una cocina de gas, entre otras cosas) hasta llenarlo.
Pasamos la noche allí dentro porque es más seguro partir de día.Al amanecer, me pongo al volante de un hyundai negro, de los últimos modelos que salieron a la venta antes del apocalipsis, acompañado de mi amigo el rubio.
Muriel va al volante del todoterreno verde oscuro, acompañada de Leo. Va delante nuestra, lo seguimos.Viajamos por las carreteras de Nevada, tendremos que pasar por California para llegar a Baja California, a nuestro destino.
Nos encontramos algunos zetas por el camino pero no en grandes manadas, más bien solitarios y dispersos, con lo que es fácil esquivarlos.
Tenemos que coger por otra carretera cuando nos encontramos una totalmente ocupada por vehículos que se quedaron parados en el inicio del apocalipsis.Paso unas tres horas conduciendo hasta que Muriel no puede más y para el todoterreno. Se cambia por Leo y yo me cambio por Fet.
Me quedo dormido mientras mi amigo conduce en silencio.
La radio del coche funciona pero solo se escuchan interferencias en todas las frecuencias, así que la apagamos para no gastar gasolina.Cuando me despierto, ya es por la tarde.
- ¿Ha pasado algo?- le pregunto a Fet.
- Hemos encontrado otra carretera llena de coches pero no pudimos coger por otro sitio porque no hay otra carretera que dé a California por este lugar, así que hemos conducido por el arcén y nos hemos llevado unos cuantos zetas por el camino.
- Joder, ¿y no me he despertado?- le pregunto asombrado.
- No- se ríe Fet-. Tío, dormías como un tronco, no parabas de roncar.
- ¿Cuánto he dormido? ¿Necesitas un descanso?
- Claro que sí, cuando te despejes.
- Ya estoy listo- le digo y Fet para el coche para intercambiarnos.
Ahora conduzco yo.Después de unas horas, mientras el Ken duerme, veo un cartel que anuncia que ya estamos en Baja California.
De repente algo choca contra el techo del coche y lo hunde un poco.
- ¡AHHH!- grito y Fet se despierta, sobresaltado.
- ¡¿Tío, que pasa?!- exclama este.
- Algo... algo se ha estampado contra el techo- le digo señalando cómo ha quedado el techo del precioso y nuevo coche.
Otra cosa cae y me asomo a la ventanilla.
Unas manos aparecen de repente, buscando mi cara, mi carne.
Estamos al lado de una montaña. Unos zetas han visto movimiento y se caen hacia nosotros desde una gran altura.
- ¡Vámonos de aquí ya!- dice Fet y acelero hasta pasar la montaña.
Pero las manos siguen ahí, los zetas siguen arriba.
- ¡Para, para!- grita Fet y lo hago.
Paro de repente y los dos zetas que quedaban en el techo caen al suelo frente a nosotros.
Los esquivo con el coche y sigo de nuevo a Muriel y Leo que ya van bastante lejos.
Los alcanzo y al cabo de dos horas más, Muriel para el todoterreno de nuevo. Freno y salgo del coche, a la vez que Muriel y Leo.
- ¿Qué pasa?- les pregunto-. No hace una hora que os cambiásteis.
- No vamos a cambiarnos más- me responde Leo.
- Ya hemos llegado- sonríe Muriel bajo la poca luz que queda del día, está atardeciendo.
- Pues yo no veo el barco por ningún lado- dice Fet mirando hacia todos lados.
- Aún falta un poco para llegar al sitio pero nos hemos quedado sin gasolina así que iremos con ustedes- nos informa Muriel.
- Pues tú conduces que eres la que conoce el camino- le digo.
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Apocalipsis Zeta - Parte 4: Destinos separados
TerrorEl destino los ha separado. Cada uno coge por un camino diferente y se enfrentan al apocalipsis en grupos menores. Viajarán, sufrirán, sobrevivirán y morirán. Una vez que la amenaza de La Llama ha sido eliminada, se enfrentarán de lleno con los zomb...