LA MINA DE LOS HORRORES

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{RACHEL}

- ¿Qué está pasando aquí?- le pregunto a Mary en susurros pero esta parece no oírme, sigue sollozando con la cabeza entre las piernas y balanceándose de un lado a otro.
- ¿Mary? ¿Estás bien?- insisto pero sigue sin responderme.
Y en este mismo instante se abre la puerta de la aterradora habitación.

Unos guardias acompañados del Padre entran en la sala.
- Esa- me señala un guardia-, esa es la perra que mató a tu hijo.
El Padre se dirige a mí, aparentemente calmado y con una sonrisa siniestra.
- Conque esta era...- susurra mirándome fríamente-. Mantenedla vigilada, ya que no se deja violar, la usaremos para otra cosa. Servirá mejor de comida, tiene buena pinta.
El Padre se da la vuelta tras dirigirme una mirada llena de odio. Le siguen sus guardias y entra un anciano con un delantal y unos guantes azules de silicona.
Me mira con una sonrisita divertida a la vez que se acerca a mí.
Se queda observándome de arriba a abajo.
- ¿Qué coño estás mirando?- le pregunto orgullosa por mi tono de voz calmada.
Estoy aterrada, he de admitirlo, pero no lo dejaré ver.
- Han hecho una buena elección contigo. Cuando termine con el pelirrojo, te tocará a ti- sonríe el sádico anciano y se acerca a Jeff.
Le da unas palmadas en la cara, comprueba que sigue sedado y se acerca a una mesa llena de horrorosos aparatos de tortura.
Coge algo parecido a un cutter.
No logro ver qué es lo que hace con Jeff porque está de espaldas a mí pero no puede ser nada bueno.

Una gota de sangre cae al suelo, seguido de otras. Cuando el anciano carnicero se da cuenta, coloca un cuenco para recoger la sangre y no desperdiciarla.
¡Eso era! ¡Lo que bebí ayer no era vino, era sangre!
¡Y la carne que comí no era de ternera, eran de humanos!
La verdad cala hondo en mí y me entran ganas de potar.
He estado tan ciega...
Me he dejado llevar por la sensación de saciar mi hambre que no me he dado cuenta.

Los llantos de Mary se van silenciando hasta que ya no puedo escucharla.
- Mary...- la llamo otra vez en un susurro pero no sirve de nada.
- ¿Qué le estás haciendo al chico?- le pregunto al anciano en voz alta.
- ¿Tú que crees?- se ríe-. Estoy preparando la comida.
- ¿Cómo podéis hacer eso? ¡Es desagradable! ¡Es inhumano!
El anciano se gira hacia mí, con una mueca seria.
- Cuando la comida escasea, no queda otra que buscarse otros recursos para saciar el hambre. Parece que no sabes cómo está la situación ahí fuera, los humanos matan a otros humanos, todo para sobrevivir, la confianza ya no existe, y es mejor cazar que ser cazado. Eso es lo que nosotros hacemos. Nos alimentamos, de otros humanos, sí, pero la situación en el planeta ha llegado a un límite en el que ya nada es inhumano.
- Solo un psicópata puede pensar así...- niego con la cabeza, en total desacuerdo.
- Tú serás la próxima. Aún te queda tiempo para asimilarlo pero como te pongas muy pesada, adelantaremos los acontecimientos- me dice con una sonrisa exagerada.
Me callo la boca.
No debo hacer nada que me meta en problemas antes de tiempo. Debo pensar un plan...

El anciano termina su trabajo y se larga de la habitación con una bandeja.
Me levanto todo lo que me permiten las cadenas y logro ver que a Jeff le falta un trozo menos del brazo. Concretamente, le han cortado medio brazo derecho, pero el anciano lo ha curado, ha parado la hemorragia.
Su pecho asciende y desciende, lo que quiere decir que todavía sigue vivo. Supongo que la carne estará mejor si no está muerto porque claro, si muere, se infectaría.

Llamo de nuevo a Mary pero para nada. Esta mira al suelo con los ojos abiertos, con la mirada perdida.

Al rato volvemos a tener visita. Esta vez de un hombre que entra furioso.
- ¡Has matado a mi sobrino!- me grita Gerardo, el hermano del Padre, con un gran acento mexicano.
Se acerca a mí y me golpea la cara sin que me diera tiempo a hacer nada, no me lo esperaba.
Seguro que me ha dejado un moratón.

Apocalipsis Zeta - Parte 4: Destinos separadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora