John

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Me desperté y vi que Ia no estaba. Seguramente se fue mientras dormía en su cama. Decidí ir al buscarla. Anduve por las calles de mi pueblo sin rumbo.
—¿Dónde puede estar? —Me pregunté. Mis padres no se dieron cuenta de mi salida, se imaginarían que me había ido como todas las tardes.
A veces, ella se iba a un bosque cercano. Me dirigí hacia allí. Entré y le busqué con la mirada. Estuve un buen rato hasta que reconocí. Fui hasta allí y me mantuve oculto en un matorral. Observé a una chica y a un hombre el triple de alto que ella rodeado de pelo. Vestía de un manto blanco y no pude ver su rostro.
—Ia, ¿traes lo que te pedí?
—Por supuesto, Creador. Lo he traído, pero por desgracia está incompleto...
Ella entregó el objeto que tenía oculto en sus manos. La cara del hombre desconocido no puedo verla de lo alto que es.
—Mmmm... Un magnífico trabajo, sin duda.
—Gracias —inclinó su cabeza.
¿Qué hacía ella con ese hombre? ¿Quién era?
—Creador, ¿por qué tuvo que decirle a una simple humana que le escribiera sobre la leyenda verdadera? Podría haberlo hecho un ángel
—Los ángeles no eran capaces de escribirlo, estarían en dudas y no habría manera. Nunca imaginé que una creación mía haría maravillas con sus manos.
—Es un honor servirle, pero... ¿Por qué está ocultando la verdad? ¿Sabe si alguien más conoce todo esto?
—Para protegeros, mi querida Ia. Algunos la supieron, pero lo olvidaron con el paso del tiempo.
—Es una pena...
—Ia, quiero que seas la guardiana de ese libro y que nadie sepa nada de él.
—Le he contado a John la historia, pero sólo es un niño...
—Oh, John... Si Satanás lo encuentra, será un caos.
—Moriré si es necesario. Haré lo que me pide, señor. Soy su fiel servidora.
—Confío en ti, Ia. Sé que serás responsable. He de irme...
—Está bien... —Suspiró con tristeza. Yo no conocía ese hombre, pero a Ia parecía que le tenía aprecio.
—Antes de irme, voy a bendecirlo.
Lo tocó con un dedo y una brillante luz rodeó el libro. Dijo unas palabras que no entiendí y se marchó. Sin darme cuenta, ya era hora de cenar.
Llegué a casa y mi madre me recibió con preocupación.
—¡John! ¿Dónde has estado? ¡Es casi la hora de cenar y pensaba que no vendrías!
—Mamá, no te preocupes. Estoy bien. Me he retrasado un poco.
—¿Otra vez en ese campo? —preguntó con las manos en la cintura. Parecía enfadada.
—Sí, mamá —bajé la cabeza para aguantar la bulla.
—¿Has visto a tu hermana? También debería de haber llegado.
Pensé dónde había estado y con quién. Para no meterle en líos, contesté:
—No le he visto en toda la tarde
—Bueno, ya llegará. Ya sabes cómo es. Le gusta darse paseos largos, a quién se parecerá... —Entramos en casa y me senté en la mesa. Mi padre no había venido tampoco, pues trabajaba duramente para mantenernos.
Sirvió la cena y comí. Al rato, ya estábamos toda la familia junta.
—¡Ia! —Dijo mi padre— ¿Dónde estabas?
—Ah, perdonadme. He ido a buscar inspiración. También me he encontrado​ a quién le debo dar el libro. He de terminarlo —se marchó del comedor sin cenar ni saludarme.
—No importa. Buenas noches —dice mi madre con cariño.
Terminamos de comer y me fui a la cama. Antes de irme a dormir, ella volvió a contarme ese cuento.
—Hermanita, ¿los demonios existen?
—No, John, solo son historias.
—Ese libro que has escrito, ¿existe también? ¿Es real?
—Tampoco. Son historias que se me ocurren. Cualquiera puede escribir e imaginar cualquier cosa...
—¿Y si Dios no fuera Dios? —Interrumpí. Ella no se lo esperaba. Dudó por un momento.
—Dios es Dios, las personas creemos así. Nadie sabe si existe o no. Y ahora, a dormir —me dio un beso en la frente y se marchó.

Dirty Angel©(#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora