Sublatti

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 Al llegar al campamento, le dije a Darkia que entrenáramos un poco. Sé que tendríamos que luchar y, seguramente, ella se negaría a matar de los suyos. Todavía tenía dudas si se consideraba humana o ángel.
Ella se puso su armadura, y no paró de mirársela. Es como si hubiese estrenado nuevas ropas.
—Cuanto tiempo sin ponérmela. Qué alegría...
—Está un poco estropeada y usada.
—No estaría mal repararla... —dijo apartándose un poco de arena del hombro.
—Yo te puedo hacer, si me permite el honor —interrumpió Manclat—. Con un hechizo puede aguantar golpes muy fuertes. Le dará más resistencia y te pesará menos. 
—Creo que es mejor que te la arregle él, Darkia.
—Está bien. Cuando quieras —extendió sus brazos hacia los lados.
—En un segundo tendrá una armadura reluciente y potente.
Pasó la mano por una parte de la armadura y recitó unas palabras. Al instante, cambió de aspecto a otro estilo y volvió a ser reluciente.
Miré el resultado y fue increíble. Brillaba tanto como el Sol.
—Muchas gracias, gran brujo —agradeció amablemente.
—No hay de qué, mi reina. Todo lo que necesite estaré a su servicio —dijo el anciano.
Nos preparamos las dos. Esta vez, quería cambiar un poco el tema de entrenamiento. Darkia manejaba muy bien la espada, pero su debilidad era cuerpo a cuerpo. Tenía que enseñarle algunas técnicas para derribar al enemigo.
—Hoy quiero enseñarte a luchar cuerpo a cuerpo. En el combate contra algunas de las bestias, tuviste complicaciones con este tipo de lucha. Primero, los puños sobre el pecho —hizo lo que le dije—. Ahora, piernas separadas. Así, muy bien. Para de un golpe derribarlo, busca su punto débil. Los ángeles no tienen su cuello protegido. Eso sería una gran ventaja para ti. Pero antes, tiene que estar desarmado. Con la parte de atrás del antebrazo, golpea sobre su cuello y le producirá un mareo que lo deje caer.
—¿Si te lo hago a ti te afectará? —preguntó bajando los puños.
—No —reí—. Los demonios tenemos la piel muy rígida y os dolería más el golpe a ti que a mí. Vamos, practiquemos un poco.
Asintió. A la primera no pudo derribarme. Hizo tan poca fuerza que apenas consiguió moverme. Siguió intentándolo varias veces... Hasta que por fin, dio un gran golpe sobre el centro de mi cuello, dándome un empujón y caí al suelo de espaldas. Después de estar casi todo el día intentando derribarme sin hacerle nada, hizo un gesto de victoria y me ayudó a levantarme.
—Cuesta muchísimo darte un golpe. Eres de piedra —sonrió.
En verdad, no noté los golpes que me había dado ni me había dolido.
—Con un ángel normal será menos costoso y fácil —añadí.
—Si me lo hicieras a mí sería muy rápido que estuviera en el suelo —dijo arqueando las cejas.
—¿Quieres que probemos? —la desafié bromando.
—No no no, mejor que no —agitó las manos asustada.
—Has hecho un buen trabajo. Creo que en un día llegaremos a la brecha.
—¿Crees que será fácil tener el cielo o tendré problemas? —me preguntó.
—Estoy segura de que, si haces lo correcto e intentas llevarte bien con sus habitantes, lo tendrás bien controlado. ¿Por qué quieres ver al Creador? ¿Estás segura de subir tú sola?
—Me dijiste que podría pedirle cualquier cosa, y sí, iré volando hasta ahí arriba —dijo "cualquier" lentamente.
—¿Qué le pedirás?
—Es un secreto. Cuando consiga hablar con él, verás lo que es.
No me imaginaba lo que fuera. Se sentó en el suelo y contempló el cielo. Yo hice también lo mismo y me toqué las puntas del pelo.
—Me gustaría saber por qué tengo esta aureola. No molesta, pero... Me hace sentir diferente, noto un poder... Seguro que sabrán algo —miró al suelo.
—No es que seas diferente, Darkia, eres especial y única. Todos nacemos diferentes y nadie puede ser idéntico a nadie. Tenemos defectos y virtudes, pero lo que somos y nuestra verdad nunca lo quitarán —dije emocionada.
—Eso que has dicho ha sido muy bonito, ¿has leído un libro referente a eso?
—Supongo —asentí sonriendo—. Lo encontré en una estantería escondida cuando viví sola. Es una frase que me gustó. Me... animó. Como yo era diferente por ser una maga blanca, es decir, un practicante de magia blanca, un demonio con sentimientos... Pero desde que lo leí, supe que no era diferente o rara, sino especial— miré a sus ojos oscuros.
—Pues yo te doy una nueva frase: "Todos aprendemos algo nuevo siempre de alguien todos los días, aunque no nos demos cuenta"—dijo recitándola.
—Pues tampoco está mal, en parte tiene razón —dio la vuelta para hablar con Manclat mientras yo dirigía el camino. 
Me extrañó que Darkia no me preguntase más nada tras contarle mi verdad... O eso creo. Me di cuenta que ella tenía el medallón puesto debajo de su armadura, junto con una piedra dorada. 

¿Por qué me sonaba tanto ese objeto? ¿Por qué no logro recordar de quién era?

Dirty Angel©(#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora