Parte secreta: Azazel

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Llamé a la puerta de los aposentos de Darkia. Ya habían pasado dos meses y medio de la batalla contra ese monstruo, y de la declaración. Aún seguía esperando su respuesta, ¡deseaba contraer matrimonio con ella! Mi madre ni nadie más sabía de lo nuestro, no nos atrevíamos a contarlo.
Golpeé de nuevo. No me contestaba.

"Es normal, es de madrugada" —me dije.

El pomo se gira y mostró a la reina de los demonios medio dormida en camisón.
—Qué... —bostezó.
—No puedo dormir, así que quería...
Tiró de mi brazo y cerró. Comenzó a vestirse mientras yo le observaba sentado en su deshecha cama.
—¿No vas a decirme nada? ¿Me encierras en el cuarto, te desnudas y te pones un vestido que casi no te entra?
Ella se mira en el espejo. Nunca había visto ese traje y parecía antiguo. Era corto, negro, con volantes por la parte de abajo y descubierto por la espalda.
—Has engordado un poco... —le comenté.
—Respecto a esto, necesito hablar un asunto contigo -se sentó a mi lado y tomó mis manos—. Es difícil de explicar... ¿Recuerdas lo que me pediste? Verás, no sé cómo decírtelo, ¿vamos a ser padres?
Aluciné. ¿Yo, padre? Apreté el puño para no gritar. Estaba contento de esa noticia.
—¿Yo, padre? Esto ha sido inesperado...
—Me di cuenta hace unos días. Empecé a sentirme extraña, las comidas me sabían mal y no conseguía dormir. John vino una noche y me lo dijo. "Hay un ser creciendo en tu interior". No lo entendí hasta que me lo explicó —hizo una pequeña pausa. Le escuchaba con mucha atención, sin interrumpirle—. Quise llorar y tuve miedo.
Acaricié su rostro.
—No te preocupes, le cuidaremos los dos lo que esté dentro, ¿vale? Intentaré ser un buen padre —sonreí con intención de tranquilizarle—. Ella no ha vuelto aún y si lo hace yo estaré contigo. No dejaré que luches así, ya has hecho demasiado por todos.
—Pero... Está bien. ¿Por qué quiere matarme?
—Según el brujo, alguien le puso una maldición y corrompió su alma al caer. Dijo que un desconocido puso su vida en ti. Puede que siga habiendo parte de Diana y no me interesa encontrarlo.
Se levantó y cambió de ropa a su vestimenta de siempre. Dejó el anterior guardado en el armario junto con su espada.
—Qué rápido pasa el tiempo. Hace dos años yo luché contra nueve criaturas terribles y le quité el reino a Satanás. Ahora me miro y no parezco quién era —vuelve a observarse y toca su tripa.
Le abracé por detrás, apoyando mi cabeza sobre su hombro, aunque casi llegaba por su enorme altura.
—Ella era mucho más baja la última vez que le vi, me llegaba por los hombros. ¿Creciste en nada de tiempo?
—Ni idea, cuando desperté en esa casa humana ya era una giganta —se río devolviéndome el cariño—. ¿Te gustaría ir a dar una vuelta? Por el momento no me siento cansada.
—Bueno, como quieras, pero con cuidado, ya sabes cómo...
—... Es Sublatti. Sí, duerme cuando quiere. Conozco un atajo. He investigado todo el edificio y memorizado.
Resoplé. Era increíble oír eso. ¿Cuándo hizo eso?
Sin comentar más, anduvimos con sigilo por los pasillos hasta llegar a la armería.
—Darkia, verás, ¿me puedes explicar qué hacemos aquí?
Ella me hace un gesto para mantener el silencio.
—Shhh, calla, nos pillarán. Te cuento, detrás de una de estas vitrinas hay una puerta secreta. Podremos salir sin problemas, quién sabe qué habrá...
En la sala había tres armarios en total. Darkia se dirigió al central y lo fue empujando cómo pudo.
—No deberías hacer eso... Déjame a mí, anda —le aparté tanto a ella como a lo que molestaba nuestra escapada.
—Tampoco era necesario eso, tendré barriga y sigo conservando mi fuerza —replicó, saliendo primero.
Bajamos unas escaleras que llevaban a un pasadizo. Estaba oscuro, solo iluminado por unas antorchas. Por las paredes, vimos unos dibujos hechos a tiza y no eran recientes. Terminamos el recorrido, encontrándonos en las puertas del cielo.
—Vaya... No conocía esa parte —dije impresionado.
—Yo tampoco, fue buena idea probar.
Juntos nos fuimos a la Tierra y nos sentamos en el césped (según me dijo ella que era), y observamos las estrellas. Acaricié su mano y besé su mejilla. Le amaba, quería, adoraba. Pronto íbamos a tener nuestro primer hijo, mi vida había cambiado gracias ella.
—¿Qué será, niño o niña? Tenemos que pensar los nombres...
—Me gusta Lelahel, lo oí de mis padres. Iba a tener una hermana, pero por desgracia falleció antes de nacer, recuerdo algo de eso, ellos querían ponerle ese nombre.
—Es... Bonito. Ya lo pensaremos más adelante.
Era todo hermoso, un momento bello junto a la reina, pero... Ella vino a molestar, incordiar nuestra felicidad. Una enorme mano atrapó a Darkia y le retiró de mi lado. Grité corriendo para salvarle. Entramos por un portal, llevándome a un lugar oscuro, vacío. El suelo estaba compuesto de tres colores: rojo, dorado y azul.
Busqué con la mirada a Darkia, hallándole en lo más alto.
—¡Azazel! ¡Vete!
Desenfundé mi espada y ataco contra el monstruo que le tenía presa. Sabía quién era. Diana.
—AZAZEL... ESTÁS AQUÍ...
—¡Suéltale!
—DEBE MORIR... TÚ ERES MÍO.
—¡Eso no es cierto! —Fui hacia mi enemigo y le hice unos cortes en el brazo dónde tenía a Darkia, sin conseguir liberarle.
Esquivé unos cuántos de sus ataques, destrozando poco a poco el suelo de aquel lugar siniestro y vacío. Le apuñalaba, pegaba con todo lo que podía. No era lo bastante fuerte. Observé a mi amada por instante, quién le soltó un bocado y, al fin, abrió su mano y fui en su busca.
Cuando estaba a unos metros, Diana hizo una brecha que destruyó la parte donde estaba Darkia y se derrumbó. Sin pensarlo, me tiré para salvarle. Ella batió sus alas, sin lograr emprender el vuelo. Fui lo más rápido que pude, sintiendo el tiempo más lento de lo normal. Nuestros dedos se rozaron, recordando aquel día. Sacudí la cabeza y a lo lejos vi una silueta subiendo hacia nosotros. No pude verle la cara, aunque sí unos ojos dorados brillantes. Sostuvo a Darkia con un brazo y con el otro a mí. Era de baja estatura, con unas alas marrones partidas en cuatro y una capa que le cubría todo. Se acercó el desconocido a mi oreja y susurró:
—Es hora de volver a despertar, Azazel —era una voz femenina grave. Me recordaba a la de Darkia.
—¿Quién eres? —preguntamos los dos a la vez.
—No es momento de preguntas, encárgate de ella y ya veremos -nos lanzó de nuevo a la batalla.
La reina me miró asustada.
—Azazel... tu piel...
Al observarme...

Dirty Angel©(#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora