Dirty Angel©(#2)

Azazel

—Comandante, unos ángeles mensajeros quieren hablar con usted —dijo un ángel.
—Hazle pasar, por favor —dije sentado en mi sillón.
Dos ángeles viajeros entraron por la puerta. Se arrodillaron.
—¿Qué os trae por aquí, viajeros?
—Hemos recibido noticias acerca de los seres maléficos.
—Cuenta —levanté un dedo.
—Dicen que Satanás ha sido asesinado —anunció el otro.
—¡¿Cómo?! —me levanté de mi asiento, muy impresionado.
—Parece ser que un ángel caído y un demonio se enfrentaron a él y le mataron. El ángel tiene un aspecto muy extraño. Lo más impresionante es que se ha apoderado de los infiernos y de la Tierra, que fue destruida —informó.
—¿Y mi padre?
—Por desgracia, no ha sobrevivido. Ha habido numerosas víctimas han sido derrotadas bestialmente por él...
Suspiré. Parecía mentira de lo que me contaban. No quise mostrar mi pena por la pérdida de mi difunto padre, antiguo comandante antes de ser preso.
—¿Quién os lo ha dicho?
—Nos encontramos a un grupo de demonios que iban al infierno. Nos extrañamos porque hace poco estaban en la Tierra y nos lo contaron todo. Aparte, el ángel es su rey ahora y ha cambiado las leyes. Según también dicen, aunque es un rumor, planea venir hasta usted.
—No me esperaba un ángel liderara a los demonios. Si quiere venir, que venga. No permitiré que el cielo sea suyo. Satanás ha roto su trato y no dejaré que su heredera se acerque. Mentiroso... Gracias por informarme. Podéis retiraros.
—Un placer, comandante Azazel.
Se marcharon y me volví a quedar solo. Era demasiado joven para mandar sobre el cielo, en soledad. ¿Por qué? ¿Por qué este sufrimiento? Yo tan solo quería...
—¿Diana? —salté del trono, sabiendo que no respondería—. Si estás ahí... Vuelve, por favor... Te necesito. Me siento tan solo... Perdóname, Diana...
Yo tan solo quería que estuviese junto a mí, pero la fastidié. ¿Por qué? ¿Por qué debí de hacer ese trato? ¿Por qué ella debió de sacrificarse por mi metedura de pata? ¿Por qué?
Le sentía cerca y a la vez lejos, con la esperanza perdida. No necesitaba el mandato, ni mis alas, trono, capa, armadura, pelo, ojos... Únicamente a ella, pero no estaba.
Miré a mi espada, pensando en lo peor.
—¿Es mejor estar muerto que vivo y sin ella? Padre... Tú sabrías qué hacer.