Prologo

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Prologo:

Londres, 1810

Lord Devlin St. James, cuarto conde de Selford, estaba decidido a declararse esa misma tarde a lady Clarissa Blackwood. En ese mismo momento, Devlin se encontraba en la biblioteca de su mansión en Mayfair. No podía evitarlo, estaba nervioso, ¿y si ella no le aceptaba? Se decía una y otra vez mientras se paseaba nervioso por la biblioteca. No, ella le aceptaría. Clarissa le quería igual que él a ella, estaba seguro. Un rato después, Devlin subió a sus aposentos a arreglarse para visitar a su amada. ¿Debería mandarle un mensaje con el lacayo avisándole de que iba? Se preguntaba mientras terminaba de arreglarse. No, le daría una sorpresa.

-Ve y dile al cochero que prepare el carruaje para partir inmediatamente - le dijo Devlin al mayordomo cuando salió de sus aposentos.

-Enseguida mi lord - dijo George haciendo una reverencia.

Devlin esperó en la sala hasta que le avisaron de que el carruaje estaba listo. Había conocido a Clarissa en un baile hacía varios meses, y en el mismo momento que sus miradas se encontraron, Devlin decidió que esa mujer era para él. Clarissa era de estatura media, con un hermoso cuerpo. Tenía una hermosa cabellera rubia que le llegaba hasta la cintura en hermosos tirabuzones. Sus ojos azules claros eran grandes y magníficos y tenía una boca carnosa que te invitaba a besarle. Devlin se sintió cautivado por su belleza, y dos semanas después ya estaba cortejándola con la bendición de su padre.

-Perdone mi lord - dijo George entrando en la sala -. El carruaje está listo.

-Muy bien - dijo Devlin mientras se dirigía a la puerta -. Gracias George.

Devlin salió de su mansión, se subió a su carruaje y emprendieron el camino que le llevaría hasta su amada.

Media hora después llegaron a la puerta de la mansión que Clarissa tenía en la calle Richmond. Devlin se bajó del carruaje y se dirigió a la puerta principal. Toco y a los pocos segundos apareció el mayordomo.

-Mi lord - dijo el mayordomo con asombro -. No le esperábamos.

-Lo sé - dijo Devlin mientras entraba en el recibidor -. ¿Se encuentra lady Clarissa en la biblioteca?

-Sí, pero...

Devlin no le dio tiempo a que terminara y se dirigió con rapidez hacía allí. Estaba entusiasmado y nervioso a la vez. Estaba seguro de que Clarissa le diría que sí y se le lanzaría a los brazos con felicidad. Cuando llegó a la puerta de la biblioteca, escuchó unos ruidos y gemidos que salían de dentro. Por dios, ¿qué estaba ocurriendo? Pero no tuvo que preguntárselo más, esos gemidos eran inconfundibles. Abrió la puerta de golpe y lo que vio le dejó destrozado y furioso. Clarissa estaba tumbada en el sofá medio desnuda y un hombre con los pantalones bajados se encontraba entre sus piernas.

-¡Clarissa Blackwood! - gritó con furia mientras se acercaba a ellos -. ¿Qué demonios significa esto?

Cuando llegó a donde estaban, Devlin cogió al hombre y lo lanzó con fuerza al suelo mientras le daba un puñetazo. Luego agarró a Clarissa por el brazo y empezó a zarandearla.

-¡Maldita mujerzuela!-le dijo con furia-. ¿A qué te crees que estás jugando?

-Devlin, cálmate-dijo Clarissa con los ojos llenos de lágrimas-. No es lo que parece.

-¿Qué no es lo que parece? - Devlin estaba realmente asqueado. Y él que creía que ella le amaba -. Ahora mismo me das asco, eres una cualquiera.

-Por favor Devlin - dijo Clarissa mientras se arrodillaba ante él -. Perdóname, yo...

-No lo digas - dijo Devlin mientras se dirigía a la puerta -. No quiero volver a verte nunca más.

Devlin salió de la mansión lleno de dolor y furia. Maldita sea, todas las mujeres eran iguales. A su padre le pasó lo mismo, y desde que su madre le había engañado con otro, él había ido deteriorándose poco a poco hasta morir. Pero él no iba a ser igual que su padre, por más destrozado que tuviera el corazón. Él iba a seguir adelante con su vida, por más destrozado que estuviera. Jamás volvería a entregarle el corazón a una mujer, nunca volvería a dejar que nadie se metiera dentro de su alma. Jamás.

Y con ese juramento, Devlin entró en su residencia y le dijo a George que al día siguiente quería a su abogado allí. Tenía que irse de Londres, por lo menos por un tiempo. Esto terminaría sabiéndose tarde o temprano en todos los salones de Londres y él no estaba de ánimos para enfrentarse a todos ellos.

No tenía hermanos ni hijos, así que el título pasaría a ser de su primo Liam temporalmente. Mientras él estaba fuera del país, él se encargaría de todos sus asuntos.

Al día siguiente por la mañana temprano, Devlin dejó todos sus asuntos a su primo y él se encaminó rumbo al puerto a coger un barco que lo llevaría a su nueva vida.

Hola a todos, aquí está el prólogo de mi nueva historia. Comentad que os ha parecido y se creéis que merece la pena seguirla. Gracias a todos. Un saludo.

Al Otro Lado del OceanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora