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—Deja de hacer eso —Romeo no se giró a verle, pero podía notar desde su vista periférica que Julian se estaba mordiendo las uñas, un gesto nervioso que surgía en contadas ocasiones, cuando el chico estaba bajo mucha presión

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—Deja de hacer eso —Romeo no se giró a verle, pero podía notar desde su vista periférica que Julian se estaba mordiendo las uñas, un gesto nervioso que surgía en contadas ocasiones, cuando el chico estaba bajo mucha presión.

—¿Qué cosa? —preguntó, también sin girar a verle, pero sin dejar de mordisquear su pulgar. Desde que salieron se había sacado los zapatos y tenía las piernas encogidas en el asiento, abrazándolas como un niño pequeño haciendo un berrinche. Su rostro permanecía ligeramente inexpresivo, pero, de vez en cuando fruncía el ceño, demostrando su descontento.

—Las uñas —espetó—. Y baja los pies, estás de copiloto —agregó, tentado a alargar la mano y acomodarlo él mismo.

Julian se giró a verlo, sabía que Romeo era el tipo de persona que se preocupaba por los demás, así que una parte tonta de él se sintió halagado por su interés. La otra, la más racional, le dijo que era un tipo con muy poca paciencia y que estaba buscando constantemente hacerle sentir como un idiota. Se quedó con esa versión, porque era la más fácil de digerir.

—Jódete —gruñó, pero de todas formas bajó las piernas y soltó un resoplido.

—¿Es necesario insultarme por todo? —preguntó, no parecía ofendido, pero si un poco cansado. Pasar tantas horas con una persona con la que apenas podías hablar lo ponía al límite de su energía.

Encendió la música, estaban sonando canciones de Andrea Boccelli en la radio.

De inmediato reconoció las canciones, Julian sabía desde hace años del gusto de Romeo por el cantante, él, por su parte, no era muy fan de la ópera, pero había aprendido a apreciarla gracias a su amistas. Era raro descubrir que incluso sabía algunas letras, aunque ni en un millón de años podría cantarlas como se debía.

Resopló irritado. A veces tenía ganas de borrar su pasado, quería olvidar que fueron amigos, que existía una familiaridad que los unía sin importar cuánto tiempo pasara. Pero sin importar cuando deseara desaparecer el pasado, los hechos le golpeaban en la cara conforme pasaban los minutos al lado de Romeo. Detalles que conocían el uno del otro se apilaban como la nieve hasta transformarse en montañas frente a él.

Con un gruñido, el humor de Julian se echó a perder por completo, odiaba aquella familiaridad, porque ellos ya no eran amigos ni volverían a serlo pronto.

"Nunca" se dijo a sí mismo "No volveremos a serlo nunca"

Una mueca amarga y melancólica apareció en su rostro. Su rivalidad se había vuelto tan ridícula como la de las chicas que vomitaban el hígado porque otra llevaba el mismo vestido que ellas a una fiesta, o que peleaban por un chico por pensaban que a la otra le gustaba. Julian sabía, en su parte racional, que aquello no tenía sentido, pero no podía contener sus sentimientos, necesitaba enojarse y odiarlo, era lo único que le permitía no ponerse en ridículo a sí mismo.

Resoplando por segunda vez, levantó una ceja y se fijó en Romeo, quien había pasado el último tramo del camino bajando la velocidad para enviar mensajes. No era que le molestase que hablara con alguien, no del todo ¿O sí? Frunció el ceño, durante el desayuno estuvo igual ¿Estaría hablando ahora con la misma persona? Apretó los puños pensando en las posibilidades. Hasta ahora le había conocido un par de ligues, pero la mayoría no duraron demasiado. Tampoco era que estuviera tan al pendiente de lo que el hombre hacía, pero ellos eran de los que, de manera indudable, terminaban saliendo con la misma persona que el otro en algún punto.

Romeo y Julian (LCDVR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora