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Lo primero que Romeo vio fue a un chico más o menos de la edad de su hermano

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Lo primero que Romeo vio fue a un chico más o menos de la edad de su hermano.

Llevaba el cabello despeinado, como si acabara de levantarse y estaba vestido con una playera blanca, sencilla, sin estampados y unas bermudas con muchos cierres. En los pies traía nos viejos zapatos deportivos, con calcetas de diferentes colores y un bastón de cuatro patas en la mano derecha.

Detrás de él había otro muchacho de la misma edad. Con el cabello lacio y rasgos duros, muy diferente a su acompañante. El chico traía en las manos una caja perfectamente sellada, tan grande como para que tuviera que abrir los brazos a todo lo que daba para poder sostenerla.

Romeo no supo quiénes eran hasta que abrieron la boca.

—¡Romeo! ¡Cuánto jodido tiempo! —exclamó uno de ellos.

—No importa las veces te vea la cara, sigues pareciendo un poco idiota —comentó el otro, con la expresión de alguien que parecía que acababa de comerse una bolsa entera de limones.

Romeo parpadeo un par de veces, sintiendo el corazón latir a mil por hora.

Eran Thomas Cortez y Julio de la Vega.

Los dos estaban frente a la puerta, con la confianza que las personas muestran ante la gente que conocen de mucho tiempo, mientras que Romeo se había quedado congelado en su sitio

—Yo... Unmm...Aam —balbuceó con los ojos muy abiertos. Su pobre cerebro estaba trabado, intentando comprender lo que pasaba, como una computadora vieja que luchaba por abrir un programa demasiado pesado.

Parpadeo un par de veces y se talló los ojos, causando que Julio resoplara con fastidio y Tom soltara una risita.

—Sí, ya se, cuánto tiempo hermano —comentó este último dándole un abrazo burlón, antes de entrar a la cabaña.

—Hasta aquí cubre mi sueldo —gruñó Julio con su típico tono arisco, dejándole en las manos la caja que llevaba en brazos. Se hubiera sorprendido por el poco peso de la misma, de no haber sido porque aún estaba demasiado estupefacto como para procesar cualquier pensamiento.

—¡Joooodeeerrrr! —La voz de Romero sonó desde la sala, seguidos de los gritos de Julian y Juliana en la habitación.

Romeo se quedó en su lugar otro momento antes de salir corriendo hacia donde estaban todos.

Cuando llegó, Julian y Juliana habían saltado sobre Julio, tumbándolo al suelo. Romeo se sintió mareado, mucha gente con la misma cara y prácticamente el mismo nombre juntos.

—¡Hombre! ¡Estas completo! —exclamó Julian con una enorme sonrisa en el rostro. Juliana le levantó la camisa y le revisó los brazos.

—¡No te ha quedado ni una sola cicatriz! —Ella estaba radiante.

Romeo y Julian (LCDVR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora