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—¿Y a ti que mierda te pasa? —preguntó subiéndose en el colchón, en un intento vano por poner distancia entre ellos

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—¿Y a ti que mierda te pasa? —preguntó subiéndose en el colchón, en un intento vano por poner distancia entre ellos.

Romeo se llevó la mano al rostro, sintiendo el ardor en su piel. Se lo merecía, así que no dijo nada al respecto, sólo le quedaba aceptar las consecuencias de sus actos. Por su parte, Julian le miró, sintiéndose un poco culpable por el golpe, pero de igual forma guardó silencio.

—¿Se supone que me pase algo? ¡Sólo te besé! —espetó con cierto desgane, no era su intención sonar arrogante, pero nada más pronunciar aquellas palabras, se dio cuenta que la sangre le había traicionado y sonaba idéntico a su padre. Tuvo ganas de reírse.

—Mira, mejor cállate —Julian frunció el ceño enfadado, esperaba cómo mínimo el silencio de parte del muchacho, no aquella respuesta altiva y desvergonzada—. No me importa lo que tengas que decir al respecto ¡Vete de aquí! ¡No quiero verte! ¡No quiero tener nada que ver con un Cortez! ¡Solo quiero recuperar a mi hermana y regresar a mi vida normal! —inquirió bajándose de la cama, dispuesto a sacarlo de la habitación a empujones si era necesario.

—No necesitas decírmelo dos veces —se quejó, frunciendo el ceño—. Que estés bueno no quiere decir que quiera quedarme aquí, soportando tu mal humos —gruñó, dándose la vuelta para ahorrarse la humillación que traía consigo el rechazo.

—¡Vete a la mierda! —Espetó Julian, lanzándole una almohada que golpeo la puerta justo cuando Romeo la cerraba a sus espaldas.

No tenía ganas de irse con la cola entre las patas así que fingió estar más molesto de lo que en realidad estaba y se marchó antes de hincársele a Julian y rogarle que le diese una oportunidad para un efímero romance de carretera. A pesar de la percepción que pudiera tener de si mismo, todavía guardaba un poquito de amor propio y respeto hacia su persona, por lo que, contrario a sus deseos, se marchó en silencio del lugar, sintiendo que se enojaba más a cada paso que daba.

Estaba enojado consigo mismo, con Julian, con su hermano, con su futura cuñada, con su abuelo y con el mundo en general.

Mientras daba pisotones al asfalto, trató de convencerse de que guardarse sus sentimientos era lo mejor. Julian le había correspondido por un instante y Romeo guardaba la esperanza de que, si le veía lo suficientemente necesitado, pensase en darle una oportunidad, aunque sea para humillarle después. Sin embargo, si regresaba y sentía que tenía una pequeña oportunidad de estar con él, abandonaría sus sueños por perseguir un espejismo y él no deseaba una felicidad efímera.

Poner tierra de por medio, aunque fuera de forma momentánea, era la mejor manera de ayudar a su cerebro a ganarle la partida a su corazón. Por experiencia sabía que no era buena idea actuar en momentos en los que no se sentía emocionalmente estable, siempre terminaba haciendo puras tonterías.

Resoplando se alejó del lugar hasta un par de cuadras adelante, donde encontró un mini súper. Por un momento observó el lugar con cierta duda, pero al final terminó cediendo a sus instintos y se adentró para comprarse unos cigarros sueltos. Necesitaba una calada.

Romeo y Julian (LCDVR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora