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En algún momento de la tarde, cuando ya estaba oscuro y tuvieron que prender las luces, los padres de Romeo y Julian, comenzaron a hablar entre ellos

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En algún momento de la tarde, cuando ya estaba oscuro y tuvieron que prender las luces, los padres de Romeo y Julian, comenzaron a hablar entre ellos. La charla parecía más amena de lo que esperaban y les dejó en claro una cosa: Lilia, la madre de Julian, estaba tomándoles el pelo de manera intencional.

Lilia Allende era una mujer liberal, había aceptado la sexualidad de Julian sin problemas porque era su hijo y lo amaba. Trataba de ser una buena madre, además una buena esposa, de modo que había decidido desde el principio de su relación con José Julian, que ella jamás tomaría partido en las disputas de la familia.

Esa fue una buena estrategia al principio, pero también fue lo que la mantuvo callada cuando Julian se hizo amigo de Romeo y se quedó al margen de todos los problemas que se vinieron después de eso. Así que cuando Juliana le llamó para contarle lo de su boda, se dijo a si misma que era momento de intervenir en pos de lo que más le importaba en la vida.

Sus hijos.

José Julian era el hombre que amaba y no dudaba del amor que él sentía por su familia, pero estaba segura de que iba a tardar mucho tiempo en acostumbrarse a toda esa situación. Era un hombre de rutina, testarudo y le costaría aceptar que sus hijos estaban haciendo su vida.

Sin embargo, tendría que hacerlo si quería conservar a su familia intacta.

Viendo la charla tensa de Ricardo, era bastante evidente que a él también estaba costándole trabajo asimilarlo todo. No parecía contento, pero estaba pasando aquella transición más fácil que su contemporáneo.

Lilia no era tonta, sabía que los problemas llegarían después de que todo aquel maravilloso momento terminara, pero mientras tanto iba a pasar un buen rato junto a sus hijoa. Ella miró a Julian, quien con los años se volvía más fácil de leer. La evidencia de sus sentimientos se le marcaba en el rostro.

Julian estaba más que interesado en Romeo.

Podía notarlo en su nerviosismo frente a la situación y el tartamudeo cada vez que alguien se dirigía a él. Romeo Cortez parecía mucho más controlado que su niño, pero había visto las miradas que se dirigían. Incluso Ricardo y Diana se habían dado cuenta, aunque actuaban como si no lo notasen. Sin embargo, la verdad seguiría estando frente a sus ojos, aunque se negaran reconocer su existencia.

—Entonces —dijo Lilia mirando a Romeo—. ¿Dices que te vas a París pronto? —preguntó frunciendo el ceño, mientras captaba la reacción de su hijo.

—Aun no lo sé —respondió aclarándose la garganta, lanzándole una mirada fugaz a Julian.

—¿Como que no lo sabes? —exclamó Diana con aire indignado—. ¿Que no fuimos hace un mes para ver lo de tu arrendamiento? —espetó, mirando con incredulidad a su hijo. Ellos siempre habían tenido una conexión especial, Diana tocaba también el piano, aunque de forma amateur. Ambos habían planeado de forma minuciosa la mudanza, así que aquello le tomó por sorpresa—. No me digas que te estás echando para atrás.

Romeo y Julian (LCDVR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora