Capítulo 28.-El fantasma protector.

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El baño me estaba resultando totalmente placentero. Tener a Prince entre mis piernas me daba cierto poder sobre él, era como si pudiera abrazarle con ellas y protegerle y cuidarle yo a él en lugar de él a mí. De hecho me daban ganas de hacerlo.

-Me gusta Lluvia, es cierto que es un nombre apropiado para mí.-dije chapoteando.

-¿En serio te gusta?-preguntó rozándome los dedos de los pies.

-Me encanta...-dije refiriéndome al nombre y al contacto con su piel.

-Entonces te llamaré Lluvia, princesa.-dijo ladeando la cabeza de nuevo sin llegar a girarse.

-¿Lluvia o princesa?-pregunté divertida.

-Me gustan los dos...-dijo apoyando su brazo en mi rodilla.

-Llámame como quieras Prince...

Me sentía tan a gusto en aquel momento, con las caricias del agua y de su piel, que nada importaba. Todo me parecía bien, con la única esperanza de que aquellos instantes se alargaran eternamente.

Miraba fijamente su espalda, su piel aterciopelada y llena de lunares, las vértebras de su columna que parecían querer asomar bajo su piel, bajando en una delicada escalera hasta perderse bajo el agua. Me apetecía acariciarle, mojarle la espalda, llenársela de espuma con aroma de lavanda. Agradecerle sus cuidados con los míos...me sobresalté cuando me cogió el pie derecho.

-¡Ay!-dije sin querer.

-¿Te he hecho daño?-preguntó soltándome.

-No...cosquillas...no me lo esperaba...-dije rogando en mi interior que volviera a tocarme.

-Solo quería hacerte un masaje...si quieres.-dijo con un aire de timidez.

-Ah bueno...pues sí...claro...sí que quiero.-ahora era yo la tímida.

Prince volvió a cogerme el pie y lo levantó con delicadeza. Empezó a masajear la planta de tal forma que me hacía cosquillas.

-¡Ay para!-reí.

-¿Qué ocurre?-dijo deteniendo el masaje sin soltarme el pie.

-Que me haces cosquillas...-dije con voz infantil. Recordé que cuando no podía abrir los ojos, también me había hecho masajes en los pies y no me había ocurrido esto. Quizá tenía el cuerpo adormecido, pero ahora tenía la sensibilidad a flor de piel. Volvió a intentarlo.

-¡Prince no!-la risa me salía sola. Le contagié. Volvió a deslizar sus dedos y la sensación me hizo estremecer. Me dolía la cara de reirme.-¡Para por favor...me duele todo!

Era cierto, resultaba una sensación extraña sentir cosquillas que al momento se convertían en una dolorosa risa. Mi cuerpo no estaba preparado para tantas sensaciones...todavía. Lo que me dejó totalmente descolocada, fue su risa. Dios...¡era música celestial para mis oídos! tenía una risa encantadora. Verle de perfil, con sus facciones perfectamente dibujadas y riendo sin atreverse a mirarme, me parecía extremadamente excitante. Pero qué guapo era...su pelo, su piel, su risa, sus ojos...si tuviera que buscarle algún defecto no se lo encontraría. Quizá un poco delgado, se le marcaban levemente las costillas en la espalda. Me apetecía acariciársela. Contarle uno a uno cada lunar de su espalda, quizás doscientos dieciseis lunares como sus doscientas dieciseis lunas.

-Solo quería hacerte un masaje...-dijo ahogando su risa.

-Vale Prince...pero mejor dejamos la planta del pie ¿vale?-dije descartando solo esa parte de mi cuerpo y ofreciéndole con mi mente todas las demás.

Se dedicó a subir y bajar con sus magistrales manos, entre los tobillos y las rodillas. Apretaba suavemente en la zona de los gemelos, como si supiera donde se encontraba cada músculo de mi cuerpo. Me producía un extraño placer el movimiento de sus dedos, así como la situación en sí de encontrarnos los dos desnudos en la bañera.

Indigente | #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora