Capítulo 36.-La cita. Parte 1.

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Era un maravilloso atardecer. Ir de la mano de Prince, en la parte trasera de aquel original descapotable, me resultaba realmente mágico. Era de película... hasta teníamos nuestro propio chófer. Prince apretaba mi mano emocionado mientras me miraba con ojos golosos. Sé que le gustaba lo que veía... y a mí también. Los asientos estaban un poco hundidos ya que debían ser de segunda mano. Eso hacía que la seda de mi vestido, resbalase sobre mis medias peligrosamente, dejando mis piernas al desnudo. Le hizo gracia ver cómo me peleaba con la tela, intentando estirarla para taparme. Me pareció totalmente seductora su sonrisa... hubiera pagado oro por sus pensamientos.

Prince me soltó la mano, y se acercó al señor Edwards para susurrarle algo al oído. Este asintió y consultó la hora en su reloj. ¿Llevaba reloj? No creo que fuera suyo. Probablemente fuera un préstamo de la habitación de los tesoros. ¿Qué le habrá dicho? ¿Qué planes tenía preparados para mí? Me encantaban las sorpresas, sobre todo si era Prince el que intentaba sorprenderme.

Parecía un niño. No solo por su carita afeitada, sino por el entusiasmo que transmitía con su mirada. No dejaba de observarme y sonreir como si yo fuese su mayor tesoro.

-¿A dónde vamos?-Pregunté ilusionada.

-A un sitio que es muy imporante para mí. Un sitio que me encanta, donde he pasado horas y horas de mi vida. Un sitio que me ha enseñado a soñar y me ha enseñado muchas cosas. ¿No quieres conocerme? Pues hoy vas a descubrirlo todo sobre mí. Quiero mostrarte quién soy y lo que soy.- Dijo llevando mi mano hasta sus labios. Besó mi piel dulcemente.

Me estremecí por sus palabras y por su gesto.

-¿Y qué lugar es ese?-Volví a preguntar.

-La biblioteca...

***

El señor Edwards nos paró justo delante del edificio. Prince bajó presuroso a abrirme la puerta del coche, dándome la mano para ayudarme a bajar. Todo un caballero. Estaba impresionante con su traje y su corbata roja a juego con mi vestido. Le dio una indicación al señor Edwards que no pude oír, y éste se marchó saludándome con la mano. ¡Cuantos secretos! Pero me encantaba que Prince quisiera sorprenderme.

La biblioteca me resultaba familiar, pero no recordaba haber estado allí. Lo cierto es, que según Prince, sí estuve en la biblioteca. Estuve porque cogí su libro de poemas y por algún motivo me lo llevé. El destino hizo que se lo devolviera de la forma más sorprendente.

Prince me llevó entre varias estanterías de libros. La gente nos miraba curiosa, al vernos tan elegantes. No era una vestimenta normal para acudir a la biblioteca. Pero sí lo era para mi cita con él. Y estar en la biblioteca formaba parte de la cita.

-La gente nos está mirando. Vamos demasiado elegantes-dije bajando el tono de voz.

-No nos miran por eso. Te miran a tí.- Dijo también en voz baja.

-¿A mí? ¿Cómo lo sabes?

-Porque estás preciosa...

Su sonrisa contagió a la mía. Rocé con mis dedos mi colgante y tragué saliva. Prince sabía cómo hacerme sentir especial.

Se detuvo delante de una estantería. Me miró y suspiró. Rozó con el dedo varios libros y encontró entre ellos un hueco. Se metió la mano en la espalda y sacó el libro de poemas. Debía llevarlo escondido en el pantalón o en algún bolsillo. Lo sostuvo en la palma de su mano, y cogiendo la mía, la colocó sobre el libro junto a su otra mano.

-Aquí empezó todo Princesa. Este libro es el culpable de que hoy estemos aquí los dos. El culpable de que nos hayamos conocido. Cuando empecé a escribir en él, pedí con todo mi corazón que mi alma gemela lo encontrara y lo leyera. La magia empezó a planificar nuestro encuentro. Te trajo a tí con el libro. ¿Qué otra prueba necesito para saber que eres la mujer de mi vida?

Indigente | #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora