4. Apagón

27 5 4
                                    


Hugo 


Iván saca su linterna del bolsillo de su mochila pequeña y enfoca su barbilla con la luz.

–Es el momento perfecto para contar historias de terror –dice entre sonrisas malévolas.

–Iré a ver el interruptor general... –digo yo poniéndome en pie.

Escucho a Marc dejando el vaso encima de la mesa y apretando el paño entre sus manos enguantadas.

–¿Por... por qué... nos hemos tenido que... que quedar a oscuras? –pregunta con la voz temblorosa.

A mi mejor amigo nunca le ha gustado la oscuridad, siempre le ha dado bastante miedo. Parece que hoy es como siempre. Me encamino hacia el interruptor general a paso lento y calmado mientras la luz de la linterna de Iván va dando vueltas por la habitación en busca de fantasmas.

–¡No pasa nada, Marqui! Estamos contigo –alienta Iván.

–Eso es lo que más me asusta –susurra el otro.

–Iván, alúmbrame el camino –pido yo.

–¡A la orden, jefe del Escuadrón Valiente!

Mi corazón da un vuelco y sonríe con calidez desde dentro. Escuadrón Valiente era el nombre por el que nos hacíamos llamar de pequeños cuando buscábamos aventuras. Más bien, el nombre con el que Iván nos denominaba, puesto que la búsqueda de arduos trabajos siempre ha sido cosa suya. Y por sus peticiones atrevidas siempre nos ha llevado a casos extremos, como la vez que, en el polideportivo, nos quedamos atrapados en los vestuarios. Iván y Joel estaban muy emocionados con el tema, mientras que Marc tenía miedo de quedarse atrapado. Recuerdo que Iván nos mostró la linterna que se había comprado recientemente para iluminarnos la puerta. Joel, con sus horquillas para el pelo, trató de abrir las puertas y yo ayudaba a Marc a vigilar de posibles "fantasmas". Al final vino a por nosotros el entrenador Perilla, el que nos entrenaba en el polideportivo infantil de nuestra antigua ciudad.

Pero el nacimiento del Escuadrón Valiente fue cuando, semanas después de aquello, Iván nos pidió que lo acompañáramos al parque por la noche. Era una noche de lluvia como hoy, con cuatro niños solos por la calle y uno de ellos, el más pequeño, con una linterna y aires de fuerte protector y aventurero. Esa noche recuerdo que nos metimos en un supermercado y robamos atún en latas por petición de nuestro problemático amigo. Nos dimos a la fuga y no nos encontraron. Estuvimos escondidos en las callejuelas durante bastante tiempo, y al final conseguimos llegar al parque, donde una madre gata y sus crías habían sido abandonadas e Iván los cuidaba. El atún era para ellos. Desde entonces, él se refirió a nosotros como el Escuadrón Valiente, el grupo que ayuda a los más necesitados y los busca en lugares ocultos.

Cuando ya estamos frente al interruptor general, descubro con cierto desagrado que por más que suba y baje los fusibles, no hay luz.

–Un apagón general... –susurro.

–¡Genial! –exclama Iván encantado.

–Genial... –musita desganado Marc.

Regreso al salón cruzando los pasillos -el interruptor general está en el desván, al fondo del piso- y me siento de rodillas en el sofá. Aparto las cortinas, subo la persiana y abro las ventanas. Afuera hace frío, las gotas gélidas del otoño norteño caen sobre el inmenso parque, y la humedad viene desde el mar del fondo del paisaje. Miro hacia la ciudad, donde sólo percibo oscuridad y paz. Ni un solo ruido, ni siquiera el de la calefacción del vecino de arriba.

Iván, a mi lado observando el panorama, bosteza y se escurre por el sofá captando la atención de Marc, apoyado a su lado. Él apaga la linterna y la deja en la mesa.

Meta tras metaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora