23. Superar al enemigo

24 3 9
                                    


Marc


La hinchazón del labio ha empeorado desde ayer a hoy, y me duele todavía más. Joel me dio fuerte cuando no lo esperaba. Les he dicho a Hugo a Iván que me di un golpe descuidado cuando fui al baño, pero dudo que lo hayan creído. No obstante, han querido respetar mi mentira y no me han vuelto a preguntar. No sé por cuánto tiempo más aguantarán sin querer saberlo todo con detalle. Joel me contó que nos odia porque siente envidia. En cierto modo lo comprendo, pero con ello sólo me demuestra que es alguien del que no puede fiarse uno, yo por lo menos no. Alguien así sólo le traería problemas a Hugo... Joel es demasiado envidioso y egoísta. Bueno, por lo menos comprendió que era malo para Hugo y decidió perderse de su vida como amigo... Y ahora, bien pensado, no me molesta que Joel esté celoso y se muestre cruel si con ello Hugo se aparta de él.

–Mira que darte un golpe justo antes de tus competiciones –protesta Penélope, que me mira mientras me echo crema sobre la herida.

–Ha sido por los nervios –le respondo con una sonrisa descuidada.

–Madre mía...

–Por cierto, hoy compites tú, ¿verdad?

Ella sonríe y asiente con énfasis.

–Después de Iván. Soy de las últimas de mi curso y categoría, y él también, por eso creo que podré verle competir desde las gradas con vosotros.

–Mejor –le digo con una sonrisa conforme.

Mi móvil vibra desde el bolsillo de mi sudadera y cuando lo abro veo en la pantalla el sobre de los mensajes. Es uno de Eva, que como de costumbre hace de informante del grupo. De hecho, si no fuera por Eva, tal vez no nos habríamos vuelto a reunir. En su mensaje pregunta cuándo nos encontraremos para ver la competición de Iván. Estaría bien que nos encontráramos en el aparcamiento de la academia. Nosotros tenemos que ir antes por Iván, así que le guardaremos una plaza a la camioneta todoterreno de Rufo.

Penélope y yo salimos del piso cerrando con llave y bajamos al garaje donde está guardado mi coche. Iván y Hugo han ido a correr juntos esta mañana, extrañamente. Cuando Hugo me dijo que irían juntos me sentí raro de no ser yo el que fuera con Iván, pero a la vez me alegré bastante de que por fin mi testarudo amigo accediera a correr con alguien más que no fuera el viento.

Los recogemos a la salida del parque que hay frente a nuestra casa y ponemos rumbo a la academia.

Durante el camino, Iván y Penélope no dejan de hablar de cosas de salto con pértiga y yo, como buen conductor que soy, me he mantenido casi siempre al margen. Pero de vez en cuando he hecho alguna pregunta para ser partícipe de la charla. Hugo se limita a mirar por la ventana cómo pasan los árboles o, mejor dicho, como pasamos nosotros al lado de los árboles.

En la academia, Bea espera a Penélope y a Iván para entrenar juntos. Nos despedimos de ellos y les deseamos suerte porque quizá no volvamos a verlos hasta después de sus competiciones. Hugo y yo nos quedamos solos un poco más esperando a Eva y los demás. En pocos minutos, la llamativa camioneta todoterreno de Rufo aparece en el aparcamiento... Lo de llamativa no va por los colores, porque de hecho, es muy oscura. Lo digo porque siempre va llamando la atención porque... Rufo tiene una peculiar costumbre de hacer pitar su coche cada vez que viene.

La gente se lo queda mirando incluso cuando baja del vehículo. También miran a Eva que a su lado parece un pizco, y a Tatiana que lleva un perro con un búho. Y por supuesto, miran a Klaus porque simplemente parece y es alemán... Madre mía, ¿qué clase de amigos me he buscado? No obstante, sonrío cuando los tengo delante porque es inevitable sonreír.

Meta tras metaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora