38. La teoría de Iván

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Iván

Víctor y David no han tardado en llegar; tan puntuales como siempre. Cada uno de ellos ha llegado sobre sendas motos, y Penélope y yo montamos tras nuestras parejas. Abrazo a David y apoyo mi mejilla sobre su espalda sin decir nada. Me mira de soslayo y me pregunta lo que ocurre, serio. No le respondo lo suficiente, simplemente le digo que algo va mal con Marc, Hugo y Joel. Hace unos instantes, me he dado cuenta de algo que estoy haciendo... He dejado de llamar Marqui a Marc. Una parte de mí me susurra que no es momento de ser dulce y amable. Hugo está sufriendo, y uno de los dos hombres que más lo quieren tienen la culpa. En mis manos está descubrir cuál de los dos es. En las mías, y en las de mis tres actuales compañeros.

En mitad de un semáforo en rojo, David se permite el lujo de acariciar mi mano con la suya, sólo antes de volver a conducir. Es su manera de decirme que todo irá bien.

Cuando llegamos a la Víspera, nos ponemos manos a la obra. Preguntarle directamente a Joel sería un fracaso absoluto, así que tenemos que buscar a otra persona. Los amigos de Joel nos odian a casi todos... Excepto uno de ellos.

Encontramos a Mateo poco después.

–¡Eh, Mat! –le grito cuando lo veo, sacándolo de la pista de atletismo.

–Iván y los demás, ¿qué hacéis aquí? –nos pregunta mientras se seca el sudor con una toalla.

Sonrío con amabilidad y trato de ser lo más encantador posible.

–Queremos pedirte un favor, ¿puedes venir un momento?

–Es que... estaba entrenando... –Se mira el reloj y me mira a mí después–. Sólo un momento, déjame dar las últimas vueltas a la pista.

Alzo las manos en señal de paz y retrocedo. Él sonríe y vuelve a su rutina. Nosotros nos sentamos en un banco de las gradas a esperar. Empiezo a morderme las uñas, pensativo. ¿Qué puedo hacer? Lo cierto es que hemos venido con las manos desnudas y sin ningún plan en mente... ¿Será bueno ir a lo directo o será mejor ser discretos? Estoy tan metido en mis pensamientos que sólo el dolor de mi pulgar me saca del plan. Me lo miro y descubro una mancha pequeña de sangre en ella. David me aparta la mano y la sostiene sobre mi pierna. Sé que le molesta que me muerda las uñas cuando estoy nervioso... pero no lo puedo evitar. No sé qué hacer.

–¿Qué vamos a hacer? –me pregunta, mirando al frente con seriedad–. Ir directos con Mat no parece un mal plan... Pero Mat no nos va a dar tanta información como el otro...

Sé a quién se refiere perfectamente. Yo también lo he pensado.

–Ezequiel –asiento–. Lo sé. Creo que lo mejor sería ir a lo directo con Mat y a lo seguro con Ezequiel.

David me mira y sonríe, conforme.

–Otras fuentes de información también estarían bien... –dice Víctor, acariciando su mentón.

Penélope aprieta los puños sobre la tela de sus pantalones y asiente con la cabeza.

–Yo puedo preguntarle a su amiga Cristina. No es que me agrade mucho... pero puedo intentarlo.

–¿Cómo lo harás? –quiero saber.

Lope sacude la cabeza, dubitativa. Frunce el ceño y escudriña el horizonte en busca de inspiración.

–No sé... no sé...

Me levanto, sonriendo a Mat, que se acerca hacia nosotros.

–Por el momento vamos a preguntarle a él.

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