34. Las competiciones regionales (parte 2)

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Penélope

Los pies de David se impulsan nuevamente en la pared y sale disparado hacia delante. Es la última vuelta y todos estamos muy nerviosos. Iván se muerde las uñas, Bea grita el nombre de David dos veces por segundo y yo unas diez por minuto. El estilo mariposa es el más difícil, sin duda, pero también es el más hermoso.

David llega a la meta el primero de su grupo y se coloca el primero de todos los demás, con una marca incluso mejor que la de invierno. ¡Pero qué pulmones tiene que tener! Gera, el amigo de Joel, no ha conseguido superarlo, ni a él ni al segundo. Por lo que se clasificará en las nacionales como un suplente. Ya sólo queda que Víctor compita, estoy tan nerviosa.

–¡Esto está siendo intenso! –exclama Bea, haciéndose aire con la mano.

–David es el mejor –suspira Iván–. No hay de qué preocuparse, es el mejor.

Y lo es, por supuesto.

Víctor nada tan rápido como puede con sus brazadas, pero no es más veloz que David. No obstante, consigue el segundo puesto de su categoría y especialidad y se mantiene en él hasta el final. Yo salto de alegría y me abrazo a Iván, dando saltos con él porque Bea lo está festejando con su novio. Su novio es un inútil, podría haber competido hoy pero por falta de entrenamiento no ha conseguido llegar a las regionales. En fin, ¿qué se le va a hacer?

David se ha clasificado en las nacionales como el primero del estilo mariposa llevando detrás a un miembro de una academia distinta. Víctor ha conseguido pasar el segundo representando al estilo de brazadas de espalda. ¡Es tan increíble! ¡Los dos son tan buenos!

Después de esto nos dirigimos a la pista de carreras donde mi hermano competirá. Ya una vez sentada en las gradas observo con cautela a los rivales de Hugo que van ocupando sus posiciones. Cuando suena el pistoletazo y todos salen pitando, yo me llevo las manos al corazón.

Corre, Hugo, corre. Debe de estar viviéndolo tanto que probablemente no escuche nuestros gritos, sólo los pasos de sus oponentes... No, los pasos de Joel.

Hugo cruza la línea de meta después que Joel, quedando el segundo.

No puede ser... ¡Joel lo ha superado! Mi corazón late tan rápido y la rabia se apodera tan pronto de mi ser, que Iván y Bea me tienen que calmar. No me puedo creer que haya perdido contra Joel, esto no es bueno, no lo es... Y sin embargo, a Hugo parece darle igual. Mi hermano está hablando animadamente con él y casi parecen amigos. Normal, los dos van a tener la oportunidad de ir a las nacionales representando a su categoría y especialidad. Es lógico que hayan ganado ellos y no otros, son los más mayores de todos. Debería estar prohibido dejar competir a mayores. Pero, aún así, Joel le hubiera seguido ganando... ¿Pero por cuánto le ha ganado? Si sólo han sido milésimas...

Nos reunimos con Hugo después de todo el bullicio. Iván se echa a sus brazos triste e intenta darle consuelo.

–No pasa nada, sólo he quedado el segundo –protesta mi hermano.

–Pero Joel te ha superado –le recuerda Marc.

–No compito por razones tan primitivas, Marc. Lo hago porque me gusta, y si he perdido contra Joel eso significa que tendré que esforzarme más la próxima vez...

Marc aprieta los puños y lo agarra por el brazo, conteniendo su ira. ¿Qué demonios le pasará a este muchacho? Lleva raro bastante tiempo.

–¿Pasa algo, Marc? –le pregunta mi hermano.

–No... no es nada. Tienes razón.

Marc lo suelta y Hugo se dirige hacia el coche, deseando regresar al hotel para descansar. Hay demasiada tensión como para irnos por ahí a comer, por lo que supongo que hoy nada de festejos.

Ya en mi habitación, me dejo caer en la cama soltando un grito de rabia.

–¡No me creo que haya perdido contra Joel! Como no gane en las nacionales me lo cargo... Es lo que le faltaba a ese grupo de estúpidos, que perdiera Hugo.

–Relájate, Penélope –me dice Víctor, tendiéndome una lata de refresco.

–¡Es que tú no lo ves como yo! Cuando vea a Cristina seguro que se regodea...

Me levanto decidida a dar una vuelta y salgo sin dar más explicaciones. Bajo las escaleras a toda prisa y cruzo recepción sin decir nada a nadie. Necesito que me dé un poco el aire, tal vez así... deje de pensar en las milésimas que separan a Joel de mi hermano. ¡Qué rabia!

Hoy está nublado y ha refrescado bastante, lo que pega muy bien con mi estado de ánimo actual. Sigo sin creer que Hugo haya perdido... ¿Cómo debe de sentirse él? No, él no. A él parece darle igual. Marc debe de estar destrozado. De hecho, creo que todos menos él estamos decaídos.

Me siento en el banco de un parque y respiro profundamente, intentando calmarme con la brisa fresca de la primavera.

Pero como si el destino me odiase, se presenta frente a mí una chica alta, delgada, responsable y antisocial. Me saluda con la mano tímida y yo le gruño, arisca:

–¿Qué quieres? Ya sé que ha ganado Joel.

–No he venido para chulear de su victoria. Podría haber ganado cualquiera. Irán los dos a las nacionales y es lo que importa... Sólo he venido para saludarte. Te he visto desde allí y he venido aquí.

–¿Sólo para saludarme? –Suelto una risa desdeñosa–. Qué estúpido por tu parte.

–Los gatos que adopté siguen vivos, por si te interesa. Están vivos y sanos, puedes venir a verlos cuando quieras...

¿Puedo ir...? ¿Acaso esta chica es tonta y no pilla mis indirectas? Y yo que creía que Iván era tonto, me agrada saber que hay gente más cortita.

–Mira, Cristina, tú no me caes bien, así que deja de darme la lata...

–¿Por qué no te caigo bien? No te he dado motivos para odiarme.

–Tu crueldad me repudia...

–Disculpa si mi comportamiento anterior te molestaba, pero desde que Joel y Hugo son... amigos, todo va mejor. Si ellos ya se han perdonado, nosotros deberíamos empezar a conocernos.

Me niego a llevarme bien con ésta. Si me vieran con ella podrían pensarse lo peor... aunque la verdad, no es que la odie por sus pintas... ¡Es mi rival! Nunca he podido superarla, y eso me frustra mucho. ¿Para qué he estado entrenando tanto? Para ser la mejor, y si no puedo ser la primera ni en mi ciudad... entonces nunca mereceré ser atleta.

–Mientras estés por encima de mí en las competiciones, tú y yo nunca seremos amigas.

Me levanto del banco con los brazos y cruzados y me encamino hacia un lugar donde no esté ella, el que sea me sirve. Pero me retiene por el hombro y me dice con frío desprecio:

–Yo no compito para ser mejor que nadie, Penélope, y si lo hiciese, desde luego no lo usaría para presumir... Quizá seas buena en el deporte, pero eres pésima en la modestia.

Me suelta y me da la espalda, caminando hacia mi dirección opuesta. Intento retenerla para defender mi posición, pero no lo consigo. Cristina me ignora por completo y se va sin siquiera girarse una vez, lo que me da aún más rabia.

Suspiro y rechino los dientes, furiosa. Esto no quedará así, claro que no... Las nacionales están a tres meses de nosotros, sólo tres meses. Entonces ganaré a Cristina por fin, y me da igual lo que diga. Jamás seré su amiga. 

Meta tras metaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora