37. Un nuevo caso que resolver

18 2 1
                                    


Penélope

Un mes para las nacionales, me digo a mí misma. Cuando pienso en el poco tiempo que nos queda para prepararnos, mi corazón empieza a latir con ritmo y fuerza y los nervios se apoderan de mí. Pero luego insisto en que no tiene por qué ser distinta de las demás veces y se me pasa un poco. En estas últimas semanas he estado entrenando muy duro, y lo mejor de todo es que no he visto más de dos veces a la chalada y medio gótica de Cristina. Pero lo cierto es que me gustaría volver a verla... sólo para saber cómo están los gatitos.

Por otro lado, estoy preocupada por mi hermano. Lleva varios días deprimido y sin ganas de nada. Esa depresión le viene desde hace unas semanas, pero últimamente está más apagado de lo normal. Le he preguntado a Marc si sabe qué le pasa, pero él parece tan preocupado como yo. El mejor amigo de mi hermano está muy convencido de que la culpa la tiene Joel. Y yo también. Como ese malnacido le haya hecho algo, me va a oír. Iván apoya mi idea. No obstante, David y Víctor no parecen tan seguros. Incluso parece que defienden a Joel. Dicen que si no tenemos pruebas, no podemos acusarlo.

–Lo mejor es que le preguntéis directamente a tu hermano –me dice mi novio, sacándome de mis pensamientos.

Yo suspiro, alicaída. A mi alrededor, el viento sopla cálido y arrastra el olor de las flores a su paso. El parque está repleto esta mañana de deportistas y niños. Yo estoy sentada en un banco al lado de Víctor, descansando de la carrera que hemos echado y de la cual he salido perdedora.

–No me lo va a querer decir... –refunfuño.

–Inténtalo. Ya queda poco para las Nacionales, no le conviene estar así. Ni a él ni a nadie.

Vuelvo a suspirar, esta vez con decisión. Hablar con Hugo es algo que llevo tiempo pensando, pero por alguna razón, no me he atrevido. Pero hoy es el día.

Me levanto decidida y, dándole un golpe a Víctor en el hombro, le señalo la calle con la cabeza en un gesto de marcha. Él me sigue durante el trayecto y me acompaña como siempre a casa de mi hermano, la que desde hace tiempo también es mi casa. Le doy un beso cariñoso aunque rápido, y me adentro en el edificio.

En el salón de nuestra vivienda está Iván jugando con una consola y riendo por sus victorias. Hugo está sentado frente a él intentando resolver un rompecabezas. Marc, a su lado, espera paciente su turno.

–¿Qué haces aquí? –le pregunto a Iván, sorprendida de que no esté con David.

Él se encoge de hombros y me responde:

–David estaba hablando por la webcam con sus padres, como todos los décimo cuartos días del mes. Podría haber ido, pero...

–¿No les caes bien?

–Al contrario, me adoran. Pero no tenía ganas de ir, de verdad. Prefería pasar tiempo con mis amigos por una vez en bastante tiempo.

Yo sonrío, divertida.

–¿Y ya lo conocen tus padres?

Él se sonroja y sacude la cabeza.

–¡No! Espero que falte mucho tiempo para eso... Aunque ya llevamos saliendo varios meses... Mi madre tiene muchas ganas de conocerlo, y mi padre aún no sabe que existe... Pero tranquilos, en verano lo haré. Le diré a mi padre por qué senda camino y todos felices.

Vuelvo a sonreír, y me acerco a la mesa donde Marc y Hugo juegan a resolver un rompecabezas.

–¿Qué hacéis? –les pregunto.

–Competir –me responde Hugo–. Quien antes lo resuelva, gana. El que pierda tiene que hacer las tareas de casa una semana entera.

–¿Y por qué no juega Iván?

Meta tras metaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora