6. Un sábado intenso

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Marc


Llego a casa a las una, justo cuando Hugo se dispone a salir. Es extraño en él verlo un sábado a esta hora cuando sus salidas normalmente suelen ser a las doce. Pero quizá hoy haya dormido más, teniendo en cuenta que ayer fue un día ajetreado. Ayer estuvimos en un banco de alimentos desde las cuatro de la tarde hasta las siete. Consistía en sacar alimentos de cajas grandes donde todos estaban mezclados y recopilarlos con sus correspondientes. El arroz con el arroz, el pescado en conserva con el pescado en conserva, la leche con la leche... A mí personalmente me duelen los brazos de cargarlos con bolsas de harina, y las piernas de estar agachado en cajas dando alimentos a mis compañeros. No hubo demasiada gente y estuvimos bastante a gusto, aunque si hubieran ido más personas, habríamos terminado antes. Allí estaban los trabajadores, por supuesto, pero también estábamos los de la Academia Ríos... o los que quisieron ir. Además de nosotros tres, fueron la hermana de Hugo y sus amigas, algunos muchachos de primer curso y dos chicas del cuarto.

–¿Adónde vas? –le pregunto a mi compañero de piso.

–A correr –responde secamente.

–¡Ah, no! –exclama Iván entrando por la puerta y agarrándolo del brazo–. ¡Hoy es día de amigos! Además, tenemos agujetas... ¡Nada de correr!

–Pero vosotros venís de correr... –susurra él, tratando de salir por la puerta.

Me interpongo entre él y su destino y me cruzo de brazos, esbozando una sonrisa amplia.

–Hoy es día de amigos –digo yo, tan firme como el ceño fruncido de Iván.

Una vez la puerta está cerrada, tras haberme asegurado bien de que Hugo no huirá, me dirijo hacia la cocina y saco un paquete de patatas fritas, tres latas de coca-cola y un plato. Mientras lo coloco todo sobre la mesa redonda de cristal del salón, frente al sillón de tres plazas en el que cabría una persona más, Iván enciende la televisión y prepara una de las consolas que tenemos. A mí no me gusta tanta tecnología, pero en esta sociedad y en esta forma de vida, lo quiera o no ya es imprescindible tener al menos un poco.

Me coloco mis gafas para ver de lejos, negras y grandes, y me siento al lado de Hugo con un mando entre las manos.

–¡Bien! –exclama Iván–. Es un gran juego de carreras... Ya sabes, el de esos personajes de dibujo japonés que ha habitado la infancia de mucha gente...

–Estoy seguro de que hablas de Mario, el fontanero –lo ayudo.

–¡Ese mismo! Ya sabes que yo de estas cosas no entiendo por eso de que me crié en una granja y tal... Yo me elegiré al lagarto verde que saca la lengua... ¡Es tan mono!

–Yo me pondré el enemigo final –digo.

–Me conformo con el protagonista... –susurra Hugo.

La carrera está a punto de empezar, y mis nervios ya están aflorando... Pero no puedo permitirme perder. De acuerdo en que sólo es un videojuego y esto no determinará mi futuro... Pero si pierdo contra Iván me lo estará restregando hasta que se le olvide... Lo cual suele ser pronto, pero esa semana en la que no se olvida es de gran sufrimiento. Por alguna razón que no alcanzo a entender, Iván es una bestia en el mundo de los juegos, ya sean para consolas o para mesa. Sólo con una partida de cada y con una derrota, se asegura siempre un gran puesto, la victoria o una gran batalla. Recuerdo cuando le enseñé a jugar al ajedrez, hace ocho años. Entonces llevaba viviendo en la ciudad poco más de un año y medio y de vez en cuando visitaba a su tía abuela. La primera partida la gané yo, pero a la siguiente supo exactamente qué fichas mover y cuándo hacerlo... ¡Y como me costó ganarle! Fue la última vez que le gané al ajedrez. Pasó algo parecido con un videojuego de disparos, creo que se dice souter o algo así... En este caso Hugo era la bestia, ya que yo soy de juegos más pacíficos y bonitos. Le enseñó los controles y, con sólo aprenderlos, el personaje de Iván murió de los últimos, quedando en segundo lugar, tras el primero que, evidentemente fue Hugo. Creo que desde entonces el primer puesto ha estado primero en manos de uno y luego en las del otro. He de decir que yo, en este mundo de videoconsolas no soy demasiado bueno... Pero a los juegos de mesa soy realmente difícil de ganar... Difícil de ganar por alguien que no sea Iván.

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