12. Las Novatas: preparativos

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Hugo


Hoy es veinte de diciembre, y mañana son las novatadas de la Academia Ríos. Mi amigo Iván no ha dejado de revolotear emocionado por lo que le podrán hacer y cómo se las devolverá a sus superiores. Los de su facultad este año sólo se harán trastadas entre los que viven en la residencia, así que Iván sólo podrá "disfrutar" de las bromas que le hagan sus superiores en la academia deportiva. Los del salto con pértiga nunca han tenido buenas ideas para hacer sufrir a los de primero. Pero este año también está mi hermana como una de segundo año, y puedo decir que su retorcida mente hará sufrir a los de primero. Pero un duelo entre Nélope e Iván... de verdad promete.

Apenas son las once de la mañana y el cuarto de baño ya está ocupado, como todos los sábados a estas horas... Mi hermana ha tomado la costumbre de quedar todos los fines de semana con su nuevo amigo Víctor, y se queda metida en el baño por lo menos media hora larga. Suerte que Marc tiene tendencia a madrugar y que Iván, cuando se queda a dormir, ya lo espera despierto y con ganas de salir a correr. Hoy es una de esas mañanas en las que ninguno de los dos está.

Mi hermana sale al poco del cuarto de baño y, con prisas nerviosas, se despide de mí y sale corriendo por la puerta. Supongo que también ha heredado de mí el llegar tarde a los sitios.

Después de peinarme y de vestirme salgo al gran parque como todos los fines de semana. Me detengo en el estanque de los patos y les lanzo migajas de pan.

Hoy parece ser que hace más frío que de costumbre, por eso me he abrigado mucho más. Mañana se supone que entra el invierno, pero yo siento que empezó hace bastantes semanas. En el norte siempre llega antes.

Los patos del estanque nadan y se comen mis migajas con rapidez, mientras el cielo despejado parece un pedazo de hielo flotante. El vaho de mi boca es espeso y fluye hacia arriba. Me quedo observándolo hasta que desaparece, y luego, cuando los patos ya han terminado de comer, siento que es la hora de moverme.

–¡Hugo! –exclama la voz de Marc varios minutos después.

Me quito los auriculares pensando en que si hubiera estado escuchando música, no lo habría oído. Él corre hacia mí y se detiene jadeando, formando nubes de vaho entre nosotros dos. Está abrigado hasta las orejas, con la punta de la nariz enrojecida por el frío y las mejillas heladas. Iván no está con él, por lo que supongo que ya lo habrá dejado en su casa.

–¿Vuelves a casa?

Miro mi reloj y asiento.

–No tengo nada más que hacer hoy –digo.

–Me voy contigo.

–¿Corriendo?

–Como quieras.

No tiene ni que preguntarlo, ya debería saber mi respuesta de sobra. Corremos durante varios metros sin decir nada, sólo escuchando el choque de nuestras zapatillas contra el suelo y el viento romper contra las copas de los árboles. La gente sigue pasando a nuestro alrededor sin prestarnos la menor atención.

–Ya falta muy poco para los torneos de invierno de la ciudad –me comenta–. ¿Vendrás a vernos?

–Sólo a Iván y a ti, y quizás a mi hermana.

–Iván y tu hermana van a ir a las competiciones de natación si les sobra tiempo. Creo que para ver al tal Víctor.

Guardo silencio y espero a que diga algo más, pero no dice nada. Miro el suelo pasar bajo mis pies y luego, mirando de reojo a mi mejor amigo, le pregunto:

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