20. Noche para recordar

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Joel


Todavía no me creo que Eze siga despierto. Normalmente suele estar dormido a eso de las doce o una de la noche, pero míralo, ahí está, con los ojos abiertos en mitad de las cinco y media. Eso sí, lleva sentado en el sofá del auditorio desde que comenzó la fiesta.

La noche está en su fase de madurez, y la música de la academia retumba en mis oídos provocándome extraños latidos fuertes. Las luces de los focos me producen calor y sudor a la vez, y el hecho de que haya tanta gente aquí reunida me resulta agotador. Eze me ha pedido a lo largo de la velada que nos larguemos, pero yo todavía no siento ganas de querer irme. Hoy, todos los miembros de la Víspera estamos haciendo una fiesta. Los distintos pabellones se reúnen entre ellos, y nuestro pabellón, el deportivo, está todo aquí. La planta de natación, la de atletismo, la de tenis, la de baloncesto... Todos aquí en el enorme auditorio del bloque deportivo.

Después de terminar esta canción y de bailarla con dos amigos míos, me separo de ellos entre risas y me acerco a Eze, que está en la zona de los "marginados no fiesteros" de la noche -nombre que Seba les ha dado-. Seba es un chico menor que yo tres años casi cuatro, pero que comparte mi mismo curso porque ambos entramos a la misma vez en la Víspera, aunque él hace salto con pértiga y yo sólo carreras. Es el mejor amigo de Gera, un nadador de los mejores de la academia, y de Cristina, otra saltadora con pértiga. Eze les dijo hace unas semanas que se infiltraran en la Ríos para traernos una orla con el nombre de los estudiantes de hace seis años. Gracias a dicha orla conseguimos averiguar que nuestro entrenador y el de la Ríos poseen los mismos apellidos, e investigando un poco más en archivos de aquí y de allí, averiguamos que ambos son hermanos. Y todo para averiguar por qué tenemos que rivalizar con esos creídos de la Ríos. Pero ahora que sabemos que nuestro entrenador sólo quiere ganarle a su hermano mayor en el mundo del deporte, todos estamos de acuerdo en conceder su deseo y, de paso, los nuestros.

Yo sólo deseo competir con Hugo y comprobar si su entrenamiento en solitario le ha servido de algo... A menudo me pregunto si no estoy siendo demasiado duro con él. Abandonar el deporte fue del todo absurdo e incoherente, pero lo hizo por mí. No obstante, si no hubiera sido tan hostil con él, nunca habría recapacitado. Sé que no estuvo bien mi comportamiento, pero insisto, si hubiera sido amable y amigable, él simplemente habría reído y jamás hubiera vuelto a las competiciones. Gracias a Seba, Gera y Cristina he averiguado que por fin está decidido a competir contra mí. Ese día, el día en que nos enfrentemos, no me importa quién gane... Sólo quiero decirle lo que siento una vez más.

Me confesé hace varios años, ocho en concreto. Pero él estaba tan enfadado conmigo porque me iba que no quiso ni escucharme... Yo debería haber estado enfadado con él por lo que le hizo a mi padre...

–¿A qué has venido? –me pregunta Eze con voz ronca–. Vete a bailar.

Yo sonrío y me cruzo de brazos.

–Vamos, he venido a por ti.

–Calla. Y quítate esa cosa de la cabeza.

–¿Eh? –Miro hacia arriba y doy un soplido que agita la corbata–. Se lleva un montón en la cabeza.

–Estoy seguro de que es para el cuello.

Suelto una tanda de carcajadas y le doy un codazo afectuoso. Eze es para mí como un hermano, y si tuviera que describirlo con un adjetivo diría que es luchador. Nadie sabe lo mucho que hemos sufrido para que nuestros hermanos pequeños sobrevivan. Ahora pueden comer en la Víspera y dormitar en un piso que nos está prestando nuestro entrenador. Pero aún así, ni a Eze ni a mí nos gusta vivir de los demás.

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