43. Rumbo a la capital

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Penélope 

Han pasado algunas semanas desde que Iván, David, Víctor y yo descubrimos que el culpable del mal estado de Hugo era Marc. Iván me pidió que no me dejara llevar por la ira, pero claro, yo no lo creí. Sin embargo, últimamente es cierto que Marc tiene un comportamiento sospechoso. Así que si David me pidió que confiara en Iván, debo hacerlo... Si mi hermano está enamorado de Joel, ¿por qué no dejarlo? A fin de cuentas, yo estoy saliendo con una chica... Por fin, gracias a Cristina, creo que he superado la aprensión que sentía hacia lo diferente. Sin embargo, hay otro problema.

Conseguí hacer las paces con Víctor después de la pequeña pelea que tuvimos, y en lugar de decirle que Cristi había sabido consolarme y que ahora la amaba a ella, he seguido con él. Cuando estoy con él, me siento llena, jubilosa y atrevida; siento que lo puedo decir todo a su lado. Es tan dulce, tan romántico, tan sincero, tan gracioso... Es Víctor. Mi Víctor. Pero Cristina es... amable como pocos, graciosa pese a ser un poco gótica, atrevida, valiente... Su abnegación es ciega y no le importa acoger veinte animales en su casa. Con ella me siento libre y valerosa; me llena de valentía y hace que sienta que todo lo puedo hacer. Los besos de uno son suaves y jugosos, y los de la otra son sinceros y atrevidos. Siento que hago algo criticado y mal visto, pero me da igual. Porque me gusta, y esa sensación tan gozosa... me impide dejar a los dos.

Mañana empiezan las finales, donde se decidirá todo para el curso que viene. Y donde, además, Iván llevará a cabo su plan con Marc. Fingir que no sabemos nada nos resulta angustioso y difícil, y más de una vez, Iván y yo hemos acabado llorando de rabia e impotencia. Marc es tan caradura... Sigue como si nada y tiene el morro de flirtear indirectamente con Hugo. ¿Cómo no me he dado cuenta antes de lo pillado que está Marc por mi hermano? ¡Pero si todo lo que hace es por él! Como lo odio en estos momentos... Será hipócrita...

–¡Vamos, lenta! –me grita Cristi desde su cocina.

Me levanto de la cama en ropa interior y busco algo que ponerme. Me cubro los ojos del sol que entra con suavidad por la ventana y llego hasta una camisa doblada que hay en la silla. No recuerdo dónde he dejado mi ropa, pero ya la buscaré más tarde. Es lo malo de amanecer con la cabeza en los pies.

Despeinada y con una camisa que me está grande, camino descalza hacia la cocina. En ella, Gera y Cristi me esperan. Él está sentado desayunando un tazón de cereales y ella me está preparando el desayuno. En cuanto me ve, Cristi salta hacia mí con la mitad de una naranja en sus manos y me da un beso matutino sobre los labios.

–Buenos días, dormilona –me sonríe.

–Tu cama es mejor que el sofá de mi hermano –explico entre sonrisas.

–La misma excusa durante tantos días –susurra Gera mientras mastica cereales. De repente, noto que me mira fijamente mientras me siento frente a él y froto mi pelo–. Eh, espera un momento, ésa es mi camisa.

Me miro de arriba a abajo y resoplo con los labios, desconcertada.

–Es lo primero que he visto –me excuso.

–Si no hubieras bebido tanto anoche ahora no tendrías tan mala cabeza y mi camisa seguiría doblada.

–¡Basta ya! –bufa Cristi mientras me deja el zumo de naranja sobre la mesa.

–¿Tienes miedo de que manche tu camisa? –le espeto a Gera.

Él sacude la cabeza.

–Es un honor que una tía como tú se la ponga –me responde él.

Miro a Cristi de reojo, esperando defensa. Pero ella se echa a reír y sigue haciéndome el desayuno, o lo que quede de él. Yo decido sonreír y esperar con paciencia.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2016 ⏰

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