41. Los sentimientos de Penélope

12 0 0
                                    


Penélope

El viento acaricia suavemente mi piel, provocándome una dulce sensación de compañía y confort que ansiaba encontrar. Lo último que querría ahora es verle la cara a alguno de los que he dejado atrás. Ni siquiera me apetece hablar con Víctor. Sólo quiero descansar, mirar fijamente hacia la ciudad que se extiende ante mí y pensar que mi hermano no está con Joel. Antes he perdido la calma... No quiero odiar a las personas homosexuales ni bisexuales ni lo que sean... Pero no puedo soportar que Hugo esté con Joel, con la cúspide de sus últimos dolores.

Aprieto los puños con rabia y me muerdo el labio.

–¡Penélope! –dice la voz de Víctor, que se acerca corriendo y se detiene detrás de mí–. ¿Qué ha pasado?

No le respondo aún. Necesito pensar qué voy a decirle. No quiero sonar hostil... ni demasiado seca. No quiero que el hombre que amo me odie.

–No soporto a Joel –confieso por enésima vez–. Le ha hecho daño a Hugo con su estúpido comportamiento...

–Pero ahora se han perdonado y se quieren, deberíamos respetar eso.

–¡No quiero respetarlo! –rujo, mirándolo de reojo–. No quiero... Verás, no tengo nada en contra de los homosexuales... pero no quiero que Hugo lo sea.

–¿Por qué? –suspira, molesto–. Hablas como si no te importara su felicidad.

Lo miro furiosa, sin poder contener más mi rabia. Descargo una suave bofetada en su mejilla, haciendo con esto que sus gafas caigan al suelo. El remordimiento me invade y me echo a llorar en sus brazos.

–Lo siento... No te merezco, Víctor. Soy demasiado mala para ti...

Él me separa, me mira con sus hermosos ojos miopes y me da un beso suave, fresco y con sabor a limón. Ha tomado uno de sus caramelos preferidos a los que yo lo he adicionado.

–Penélope, yo estoy enamorado de ti. –Se agacha para recoger sus gafas y se las vuelve a colocar–. No pienso dejarte marchar porque seas mala para mí. Soy mayor para elegir qué me conviene y qué no. Y sé que tú eres justo lo que necesito en mi vida.

–Pero... yo...

Me pone su mano en el hombro y me mira con madurez.

–Tienes que perdonar y ayudar a Hugo. Es por su felicidad. Si él ama a Joel tanto como yo a ti o tú a mí, no me imagino un peor castigo que separarlo de él.

–Pero es que Joel... No quiero que esté con él. Es malo.

–Y tú también lo eres para mí, ¿no?

–No es lo mismo...

–¿Cuál es la diferencia? ¿En que Hugo no eres tú? Penélope... a veces eres muy egoísta.

Lo miro con desdén, aprieto la garganta y me preparo para responderle. Pero él no me deja tiempo y me espeta:

–Hasta hace unos meses estabas peleada con tu hermano. Ni siquiera querías verlo; no conocías su sufrimiento... Sin embargo, con él y con su dolor sólo han estado Iván y Marc. Creo que no eres quién para decidir si Hugo puede o no perdonar a Joel, y mucho menos si puede o no amarlo...

Esta vez le doy una bofetada aún más fuerte. Luego golpeo su pecho varias veces seguidas mientras le grito:

–¿¡Cómo te atreves!? ¡Insolente! ¡Él es mi hermano! Lo quiero ahora y me preocupo ahora... ¡Claro que soy quién para decidir si puede o no amar a Joel!

Suelto un grito de rabia mientras agarro las gafas de Víctor para arrancárselas y lanzarlas todo lo lejos que puedo.

–¡Vete! ¡Ve por ellas y lárgate de aquí! ¡¡VAMOS!!

Meta tras metaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora