Capítulo Séptimo (Luisa)

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-Joder, tía, en la que te has metido.- me dijo Marina cuando le conté lo sucedido, a la salida, cuando ya no había nadie a nuestro alrededor.- ¿Cómo crees que se lo tomarán tus padres?
-No creo que muy bien. De todas formas, mis padres no son muy controladores que digamos.
-Vale, entiendo que tus padres pasen la mayor parte del día fuera de vuestra casa. Pero eso no quiere decir que no tengan oídos y que los directores no llamen a tu casa para informarles de lo sucedido.

Bufé. Lamentablemente, Marina tenía razón.

A pesar de conocernos hacía apenas una semana, Marina ya sabía la mitad de mi vida.

-Pero, no te preocupes. Yo tengo mis contactos y si quieres...- comenzó Marina, pero yo la interrumpí.
-¡ No quiero que envíes matones a mis enemigos! Joder, que ya te lo he repetido mil veces, tonta.
-Vale, pero avísame si los necesitas, que no me cuesta nada llamarlos.

Intenté cambiar de tema.

-¿Tú conoces a la señora Wells?

Marina echó la cabeza hacia atrás y largó una carcajada.

-¡Cómo no conocer a esa tía! Si es que da un montón de miedo...¿que no te he contado ya la historia de lo que una vez le hizo a Mónica?
-Pues no.-le contesté.
-Bueno, pues Mónica, como ya has podido ver, no se caracteriza por ser una santa que digamos, por lo que cuando tenía trece años y acababa de entrar en el colegio, se lió con un tipo en los lavabos y la "señorita" Wells, como se hacía llamar en ese entonces, le hizo escribir por todo el colegio «Soy una fácil». Mónica no la pasó muy bien en esa época.- me confesó.
-¿Mónica no es virgen?-pregunté, bastante asqueada.
-¡Claro que no! Es una tía bastante fácil, a decir verdad, pero bueno, hay chicas que están felices siendo así.-respondió y bajó la vista, absorta en sus pensamientos.

Caminábamos tranquilamente por las calles Columba y Camubello, que eran las calles más bellas y tranquilas de Aracia. El sol caía sobre el asfalto y hacía mucho calor pese a la cantidad de árboles que había en el lugar, y a que era invierno.

-¿Adónde nos dirigimos?-pregunté, en parte porque tenía curiosidad y en parte porque quería romper ese silencio incómodo.
-No lo sé, ¿tú no trabajas hoy?-me dijo Marina, mientras se fijaba la hora en su reloj.
-Sí, pero comienzo el turno a las cuatro. - respondí, y de pronto se me ocurrió una idea.- ¿No te apetecería comer en casa?
-¿Tratando de evitar a tus padres? Ya lo he hecho, y créeme, no funciona querida. Además, hoy tengo curso de fotografía, y debo hacer unos deberes que no he hecho.

Suspiré, exhausta.

-Supongo que tendré que ir sola entonces.

Nos despedimos y me marché triste y solitaria a mi casa.

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