La reconocí de lejos. La misma cabellera rubia, los mismos labios que me habían besado unas semanas antes, el mismo andar, todo en ella seguía igual. Excepto sus ojos: en ellos se reflejaban la tristeza y el cansancio que le había supuesto el encontrarme.
Pero no lo iba a tener todo tan fácil. Apenas apoyó un pie en el escondite, su padre se plantó ante ella, desafiante.
-Mi querida hija-murmuró y esbozó una sonrisa bastante macabra-Te he estado esperando todo este tiempo.
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Única
Ficción General« -¿Qué sabes de mí?-me animé a preguntar, cuando ya había terminado de organizar mis cosas. [...] -Oh, Luisa, te sorprendería saber un montón de cosas sobre tu existencia que aún no sabes, pero para averiguarlos debes luchar. ¿Luchar? Es...