Estaba aterrado. Odiaba esos simulacros. Siempre terminaba solo en un lugar recóndito de Fálizta. Pero eso no era lo peor de todo. Lo peor de todo es que en ese simulacro no encontraba a Luisa. ¿Y si se había perdido? ¿Y si no la encontraba más? ¿Y si perdía al amor de mi vida para siempre? ¿Qué sería de mi pobre y solitario corazón?
Me encontraba pensando en todo aquello cuando de repente sentí unos gritos.
Asomé la cabeza por detrás de la pared donde estaba escondido. Vi a una chica pidiendo ayuda. Era rubia, medio gordita y hermosa de cara. Al mirarla fijamente por unos segundos, me di cuenta de que se trataba de Hanna, la compañera de piso de Luisa.
Corrí en su ayuda. Estaba rodeada por unos Xior falsos. En sus ojos se podía ver fácilmente la tristeza y la desesperación que sentía al verse en esa situación tan complicada.
La tomé del brazo tan fuerte que los nudillos de mi mano estaban blancos. Patée a dos estatuas de cartón, derribándolas.
-¡Sígueme!-le ordené a Hanna. Tiré de su brazo y enfilé hacia un grupo de edificios que se encontraban a nuestra izquierda.
Corrimos como si fuese el último día de nuestras vidas. Nos escondimos detrás de un establecimiento que tenía un cartel en la entrada donde rezaba: <<Enfermería Dolores Pasajeros, S.A.>>. Apenas llegamos a nuestro escondite nos sentamos en el suelo lleno de pedregullos, abatidos por el cansancio, y suspiramos casi al mismo tiempo.
Hanna me miró un instante y dijo:-Gracias por salvarme, chaval.
-No hay de qué, era lo mínimo que podía hacer.-repliqué-¿Tú eres Hanna, no? ¿La compañera de piso de Luisa?Hanna asintió.
-Supongo que eres su novio, ¿verdad?
Asentí
-¿Cómo lo sabes?
-Ella no para de mirar fotos tuyas, de leer libros que tú le recomiendas: no puede vivir sin ti.Esas últimas palabras me dejaron pensativo. ¿Qué hubiese sido de mi vida de no haber visto esos hermosos ojos color miel? ¿Seguiría pensando que la vida era una sola, y que por lo tanto debía beber todo lo que pudiera; en vez de pensar que una sola vida (a pesar de que ésta fuera eterna) no era suficiente si estaba junto a aquella hermosa rubia?
-Sois el uno para el otro.-dijo Hanna, haciéndome volver a la realidad.Sonreí.
-Eso espero.-murmuré- No soportaría pasar ni un minuto lejos de ella.
-¿La quieres mucho, verdad?
-Demasiado, a decir verdad.Se quedó mirándome unos minutos.
-¿Qué?-pregunté.
Sonrió. Su sonrisa era hermosa, pero no tanto como la de Luisa.
-Yo solía amar así, alocadamente.-su mirada se perdió en el horizonte-Se llamaba Bertil, tenía dieciséis años cuando lo conocí. Nos enamoramos apenas nos vimos. Nuestro amor fue puro y duradero.
-¿Qué pasó con él?
Una lágrima se deslizó por su mejilla izquieralda.-Un día salió de compras. Yo iba a cenar a su casa, debía confesarle algo muy importante y habíamos quedado para las ocho de la noche. Eran las ocho menos diez cuando la policía llamó a mi casa. Un camión había chocado su auto y Bertil murió en el acto.-Hanna se secó una lágrima que había comenzadi a surgir en uno de sus ojos-Tuve que guardar el test de embarazo y mis ilusiones en una caja.
Me quedé paralizado frente a estas palabras. Ahora comprendía por qué Hanna se mostraba siempre tan sola y distante: su corazón había sufrido ya demasiado como para seguir sufriendo.
-¿Qué piensas hacer con el bebé?-pregunté, a pesar de que no parecía ser el mejor momento para hacer dicha pregunta.Hanna suspiró.
-Lo tendré. Llevo ya tres meses de embarazo, y no me veo con las fuerzas como para quitarle la vida a lo que puede llegar ser el único recuerdo que me queda de él.
Nos quedamos unos minutos en silencio. ¿Dónde estaría Luisa? ¿Y si no la encontraba? ¿Pasaría su primera prueba de defensa como fantasma?
Recé en silencio para que así fuera.
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Única
General Fiction« -¿Qué sabes de mí?-me animé a preguntar, cuando ya había terminado de organizar mis cosas. [...] -Oh, Luisa, te sorprendería saber un montón de cosas sobre tu existencia que aún no sabes, pero para averiguarlos debes luchar. ¿Luchar? Es...