Capítulo Trigésimo Cuarto (narrado por Luisa)

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Me había cansado de caminar. Había olvidado ya lo que era ser feliz. Ahora sólo me importaba salvar a Val.

       Desde que leí aquella nota, supe que ésta estaba destinada a mí, y que más me valía seguir sus indicaciones. De lo contrario, Val se vería en serios problemas.

      Por lo tanto, procuré emprender el viaje yo sola y cuanto antes posible.

     Así que allí estaba yo, luchando contra la impotencia que aquella situación causaba en mí. ¿Por qué mi padre se comportaba de aquella manera tan irritante? ¿Qué necesidad había de meter a Val en medio de todo aquel lío?

      Aún recordaba aquella noche. Todos estaban durmiendo. Todo parecía tranquilo, hasta que oí un ruido brutal. Pero, por la pereza que me daba levantarme, me dije que seguramente era sólo producto de mi imaginación.

      ¡Diablos! ¿Cómo había podido dejarme vencer así por la pereza? ¿Dónde había quedado la Luisa que era responsable, que estaba siempre atenta a cualquier peligro, la que protegía a su hermano menor como si su vida dependiese de ello?

     Se me escapó una lágrima al pensar en Carlos. ¿Dónde estaría?

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