Capítulo Vigésimo Octavo (narrado por Val)

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Sabía a la perfección qué imágenes iban a mostrarle a Luisa. Sabía que debería habérselo contado. Y también sabía que, en ese preciso instante, estaría siendo presa del miedo, tal como yo lo había sido el día en que aquellos malditos Xior me atacaron.

    Pero, ¿cómo confesarle al amor de tu vida que fuiste un cobarde? ¿Que no siempre fuiste el chico fuerte que ella conoció, y del cual se enamoró? ¿Cómo evitar contar semejante historia sin transformarse en el blanco de las burlas? Era poco decir que me sentía avergonzado de mí mismo por haber reaccionado como reaccioné. Pero, en aquellas circunstancias, me había resultado imposible reaccionar de otra manera.

   Me atormentaba la idea de que Luisa, aquella rubia hermosa de la cual estaba enamorado desde hacía un año, estuviese presenciando a través de las fotos que había tomado Marina lo que se podía considerar como lo peor que me había pasado en la vida. Pero lo que más me atormentaba era saber que a mi ¿novia? ¿amiga? ¿corazón de melón? le iba a suceder lo mismo.

   Suspiré. Deseaba con todas mis fuerzas que no se enfadase conmigo. Pero aquello era pedir demasiado.

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