Capítulo Décimo Séptimo (narrado por Luisa)

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-¿Cómo vas llevando el divorcio de tus padres?-me preguntó Val, tomando uno de los libros firmados por Mike Kender, que habían quedado sobre la mesa que yo había armado.
   -Bastante mal, de hecho.- dije, recogiendo las cosas.
   -Lo siento mucho, de verdad.
   -No pasa nada, no es tu culpa.

  Val pareció vacilar por un momento, pero finalmente me propuso:

  -¿Te apetecería ir a tomar algo? Capaz que te hace bien salir.

   Acepté y terminé de guardar las cosas.

     Esa noche fue mágica. Fuimos a "El Búnker", tomamos jugo de pomelo y limón (adivinen quién propuso tal bebida), y bailamos mucho.

   Al principio, las canciones eran rápidas y fáciles de bailar, pero en determinado momento una música lenta comenzó a sonar y me vi en problemas. No sabía bailar lentas.

   -No te preocupes-rió Val, al ver mi cara- yo sé bailar.-dijo, y acto seguido, apoyó su mano izquierda en mi cintura y me tomó el muñón con la derecha. Yo lo abracé por el cuello con mi brazo derecho y comenzamos a bailar.

   Jamás olvidaré aquella noche. Los ojos de Val tan cerca de los míos, nuestros pies moviéndose al compás de la música, todo era tan perfecto...

  
    Cuando salimos del local, Val se ofreció a llevarme en el auto de su padre. Yo le dije que no pasaba nada, que por mí me iba sola a mi casa (la de Marina), pero él me insistió.

    -Vale, no voy a conducir rápido, tranquila. Hasta puedes ir adelante y todo.

   Me reí, y, tras otros argumentos por parte de Val, acepté.

   Fuimos todo el camino en silencio, y cuando llegamos a mi casa, me encontraba exhausta.

   -Aquí estamos.-dijo él, mirando por la ventana.

   Apoyé la cabeza en su hombro. Él posó sus ojos en los míos, dando vuelta su cabeza, y dejándonos así a apenas unos centímetros de distancia.

   Sin siquiera pensarlo, apoyé mis labios sobre los suyos.

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