Capítulo Vigésimo Primero (Luisa)

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Los meses pasaron. Mi relación con Val era mejor de lo que había soñado. Cada mañana, pasaba por casa de Marina a recogerme; y se quedaba esperándome fuera de la biblioteca hasta que terminara de trabajar.

Todos los días me regalaba algún poema escrito por él, un dibujo, un gorro que ya no usaba, un libro que le había encantado...

Pero lo más importante era su presencia. Siempre estaba ahí, esperándome con una sonrisa, listo para abrazarme si hacía falta, puesto que sabía lo que iba a ocurrirme tarde o temprano, y quería disfrutar de lo que teníamos antes de que fuera demasiado tarde.

Faltaba cada vez menos para el viaje a Fálizta, y yo estaba cada vez más ansiosa. ¿Cómo sería aquel lugar? ¿Sería tan mágico, como me lo había descrito Val? ¿O seria una ciudad como cualquier otra? Y, lo que más me inquietaba, ¿qué me esperaría allí? ¿Qué sería de mi vida una vez que haya pisado el suelo de aquel misterioso lugar?

Marina me había contado cómo íbamos a proceder para entrar allí. En la costa oeste de Aracia, había un lago que no era visitado por los habitantes, por lo que cada 28 de junio, se abría un portal durante catorce segundos y medio, y todos los fantasmas debían cruzarlo en ese lapso de tiempo.

Sinceramente, me parecía increíble que centenas y centenas de fantasmas pudiesen transportarse tan rápidamente.

-¿Estás lista?-me preguntó Val el gran día.

Había estado aprontando mi valija durante las dos últimas semanas, juntando todo lo que me podría servir y lo que podría extrañar.

Asentí, insegura. ¿Qué me esperaría en Fálizta? ¿Sería feliz? ¿Tendría que encerrarme en mi mundo musical? ¿Conocería gente nueva? ¿Aprendería finalmente a controlar mis poderes?

-Todo va a salir bien, Luisa. No te preocupes.-me dijo Marina, apoyando una mano sobre mi hombro. Luego se dirigió a Val.-Espero que no nos hayan destruido nuestra maravillosa cabaña, Rulos.
-¿Por qué le dices Rulos?-intervine-¿Y por qué os habrían destruido la cabaña?
-Le digo así porque tiene rulos.-respondió Marina, haciendo un gesto con la mano, como si fuese obvio-Y los Xior destruyen cabañas todos los años al entrar a Fálizta.
-Ah.-dije
-Espero que no haya ocurrido nada este invierno, con toda sinceridad.-comentó Val- Ya estoy harto de tener que trasladarme de un lado a otro cada año.-Suspiró.-En fin, ¿qué hora es?-preguntó.
-Son las doce y media. En diez minutos deberíamos estar allí.-contestó Marina.

Me miré en el espejo que había en la habitación que compartíamos Marina y yo. La trenza cocida que me había hecho mi amiga aquella mañana seguía en su lugar.

-¿Cómo iremos este año? ¿Quién nos llevará?-dijo Val.
-Hablando de eso, creo que tenemos problemas.
-¿Qué pasa, Marina?

Marina miró su celular por unos segundos, luego respondió:

-Deberás llevarnos tú.

La expresión en la cara de Val era inexplicable. Su cara expresaba rencor, rabia y quizás algo de tristeza al mismo tiempo.

-¡¿Qué qué?!
-Oh, ¡joder! Que ya hemos tenido mil veces esta discusión. Mi querido tío se ve obligado a asistir a no sé qué reunión y no nos va a poder llevar.-protestó Marina.
-¿Te das cuenta que ya es la décima vez que nos deja plantados?-gruñó Val.
-Vale, está bien, pero qué más da. Al menos guarda nuestro secreto. Algo es algo, dicen.
-Vale, sí, CAPAZ que guarda nuestro secreto, pero ¿y si no lo hace? ¿Qué haremos?
-No lo sé.-suspiró Marina, por lo visto muy cansada de hablar de ese tema.-Pero eso no importa ahora. La cuestión es: ¿nos llevarás o no?

Mi amado suspiró y dijo:

-Voy a llamar a mi padre.

La adrenalina corría por mis venas. Habíamos tardado unos cinco minutos en ir a la casa de Osvaldo y tuvimos que salir corriendo para llegar a tiempo al portal

-¡Acelera!-gritaba Marina desde el asiento del pasajero.-¡Dale duro!

Me reí ante la idiotez de ese comentario. Val parecía una abuelita asustada mientras manejaba por la carretera. Pero por lo que parece era más bien una abuela enojada, porque pasó de los 50 km a los 100 en unos instantes.

Marina se reía a carcajadas. Saqué la mano por la ventana y sentí cómo el aire atravesaba cada uno de mis poros. Sentía que podía agarrarlo de así quererlo, por lo que cerré las manos varias veces, aunque, obviamente, no lo pude agarrar, puesto que todos bien sabemos que el viento no es algo sólido.

De repente, me di cuenta de que lo que estaba sintiendo era la sensación de libertad de la que tanto hablaban. Esa sensación de no tener mada que hacer, pero ser feliz por ello.

Sentía como si todo el peso que había antes en mi pecho se hubiera esfumado. Sentía que ya no necesitaba darme prisa, porque lo que fuera que había en Fálizta me iba a esperar de brazos abiertos, y no se iba a ir sin mí. Respiré hondo. Qué calma.

Finalmente llegamos. Me sorprendí ante la magnitud del Portal. ¿Cómo harían los humanos para no percibir lo que había allí?

El Portal era como una especie de arco de mármol. A pesar de que lucía muy real, algo en mí me dijo que si no nos dábamos prisa, el Portal desaparecería como si nunca hubiese estado allí.

Val estacionó el coche apresuradamente y nos bajamos.

-Es el momento.-anunció Marina.-Ve tú primera.

Suspiré. Avancé dos pasos y miré hacia atrás.

Val me hizo señas y me apuré. Al traspasar el arco me sentí liviana, como si tuviese el peso de una pluma.

El Portal no te transportaba exactamente a Fálizta, sino que te dejaba frente a unas escaleras que estaban suspendidas en el aire.

<<¿Cómo los humanos no ven esto?>> me pregunté nuevamente. <<Deben de estar ciegos.>>


Me apresuré a subir aquellas escaleras. Serían como treinta, y cuando llegué al final estaba agitada del cansancio. Quizá mi madre tenía razón, después de todo, con el hecho de que yo hacía muy poco ejercicio.

Cuando pisé finalmente lo que Marina había nombrado como "la entrada a nuestra bella ciudad", me sentí como si todo aquello fuese familiar y conocido, como si estuviese em casa...

Miré a mi alrededor. Fálizta era tan hermosa...justo como me habían dicho.

Las calles eran de piedra y los establecimientos que habían en ella también.

A lo lejos se podía divisar un inmenso campo cortado por un arroyo.

A mi alrededor habían muchas personas hablando entre ellas, nerviosas.

-¿Y si este año me toca ser enfermera?-oí que le preguntaba una joven a su madre.

¿Enfermera? ¿Qué diablos?

-¿Te gusta? Siempre puedes decidir quedarte todo el año, ¿sabes?-me dijo Marina, que estaba detrás de mí.
-Sí, me gusta.-respondí, asombrada ante tanta belleza.

Val se apareció a nuestro lado y nos dijo:

-Chicos, creo que debemos desocupar la entrada.

Apenas pronunció esas palabras nos corrimos.

-¿Qué he de saber de este lugar, además de lo que ya me habían dicho?-pregunté.

Marina suspiró, sonriendo:

-Ah, cariño, debes saber muchas cosas, pero tú tranquila: cada cosa a su tiempo.

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