Ese sábado era uno de mis tantos "sábados de lectura". Como no me habían mandado muchos deberes, había aprovechado para leer un poco. Por lo tanto, me encontraba leyendo tranquilamente una hermosa novela romántica (cuándo no) mientras comía mi desayuno; que consistía en un bol de cereales con leche.
No había nadie en mi casa: como los primero de febrero era "día de negocios" en Aracia, todos los integrantes de mi horrorosa familia se habían marchado a trabajar, y por supuesto, a hacer negocios.
Pero qué más daba: total, yo solía quedarme sola en mi casa casi siempre, así que ello ya no suponía un problema para mí.
Me encontraba inmersa en mi novela cuando de repente sentí unos golpes en la ventana de mi habitación. Cuando levanté la vista casi me muero del susto que me llevé. Ahí afuera se encontraba el chico más hermoso del universo, Val (como me había dicho que se llamaba ❤️) .
-¿Qué diablos haces ahí?- le pregunté mientras me apresuraba a abrir la ventana.
Val me dedicó su más dulce sonrisa.
-Pues, venimos a salvar tu sábado, Chica Mala Que Lee En Pijama.- me respondió, riéndose por lo bajo.
Me miré, estupefacta ante la mera idea de haber olvidado cambiarme de ropa.
-No es mi pijama, es la ropa que uso entre casa. Ropa de fajina.
-¿A éso le llamas ropa de fajina? ¿En serio? Yo le llamaría "ropa que uso para espantar a la gente".
-¡Cállate! No es gracioso. Además, esta ropa es muy cómoda. Estos pantalones- dije, tirando de mis pantalones holgados, para señalarlos- son lo más cómodo que existe en esta vida. ¡Y lo más barato! Vete a saber dónde encuentras unos pantalones que salgan veinticuatro quinquines.Val soltó una carcajada.
-¡Ja! Vale, Chica Mala Con Pantalones De Los Ochenta, así que eres una chica muuuy económica, además de moderna.
-¡Calla ya! ¿Me puedes decir de una buena vez qué diablos quieres?
-Qué diablos queremos, querrás decir. Estoy acompañado.- indicó señalando con su dedo índice de la mano izquierda hacia abajo.Me asomé por la ventana para observar en la dirección que él me indicaba. Efectivamente, estaba acompañado.
Allá abajo de mi ventana se encontraba Marina; vestida toda de negro (como siempre), excepto por el gorro de lana que le tapaba su pelada, que era violeta; agarrando la escalera para que Val no cayera y saludándome con una mano. Le devolví el saludo.-¿No queréis subir? Hace demasiado frío afuera y tengo miedo de que se caigan si siguen mucho rato así.- les propuse, apartándome de la ventana para que pudiesen entrar sin problemas.
Val entró primero, seguido de Marina, que tardó unos pocos en subir la escalera y entrar.
-Dios mío.-exclamaron al unísono mientras observaban mi habitación.
-¿Qué pasa?-pregunté, sorprendida-¿Está muy desordenada?Marina se rió y comentó, sorprendida:
-¡Ojalá lo estuviese! Así no sería tan perfecta.
-No entiendo. Tampoco es tan grande ni mucho menos.- le dije.Era cierto. Mi habitación no era muy grande, más bien era algo angosta, con las paredes pintadas de turqueza, unas pinturas que había hecho Dan cuando tenía doce años colgadas, una repisa donde se encontraban todos mis libros (que eran bastantes), un escritorio de roble que habíamos heredado de mi abuelo debajo de la repisa, la puerta de mi armario (que estaba colocado dentro de la pared), y al fondo, en un rincón mi cama, que tenía sábanas de flores rojas.
-Capaz que no es enorme, pero el mero hecho de que tengas toda esa cantidad de libros apilados de tal manera me dan ganas de quedarme aquí para siempre.- me explicó Val en lugar de Marina.
-¿Te gusta leer?-le pregunté y luego agregué- Bah, mejor dicho, ¿os gusta leer?
-La lectura es lo mejor que puede haber en esta vida. Sin los libros, yo no sé qué haría-confesó Marina.
-Sinceramente, opino lo mismo que la negra.-coincidió Val.Me sorprendí mucho. Nunca hubiese pensado que gente tan "cool" como Val y Marina leyera, aunque ahora que lo pensaba no tenía sentido lo que solía pensar. ¿Por qué no podrían leer? Es más, ahora entendía el porqué de la inteligencia de Marina.
-¿Qué tipo de libros lees, Luisa?- me preguntó Val.
-Yo...yo...suelo leer libros románticos, ya sabes, las tonterías que siempre te venden en todos lados.-tartamudeé
Val esbozó una amplia sonrisa y yo me sonrojé.-¿Románticos? ¿Del estilo... Romeo y Julieta?- me preguntó haciendo una mueca de asco.
-Sí...igual los libros modernos también, no sólo los clásicos. Me gusta variar un poco. Y tú, ¿qué lees?-pregunté.Val apoyó la falange superior de su índice en el mentón, tomando una pose pensativa.
-Yo leo libros históricos o basados en hechos reales. Me gusta informarme sobre sucesos que ocurrieron en este mundo, por más aburridos que puedan parecer. Digamos que lo que otros consideran aburrido me atrae.-respondió, dejándome boquiabierta.
¿Libros históricos? Jamás lo habría pensado. Son pocos los adolescentes que leen hoy en día, pero son muchos menos los que leen libros de esa clase.
Marina se precipitó a mi armario y lo abrió.
-¿Qué buscas?-pregunté.
-Busco algo para salir.-respondió.
-No tengo mucha ropa, si quieres que te preste algo será mejor que...
-No,no es para mí, es para ti. Nos acompañarás a hacer unos recados.-me cortó en medio de la frase.
-Me encantaría acompañaros, pero lamentablemente mis padres me han castigado y no me dejan salir.-repliqué, algo decepcionada por no poder ir con ellos.
-Por desgracia, es cierto lo que dices, por lo tanto, nos veremos obligados a desobedecer a tus padres.Abrí bien los ojos, asustada ante semejante idea. Jamás le había mentido a mis padres. Y eso fue exactamente lo que le dije a Marina, a lo que ésta respondió:
-Yo tampoco suelo mentirles, pero a veces, por tu propia salud mental, es necesario, querida.
Suspiré. Lo peor de todo, era que tenía razón. Yo nunca había desobedecido a mis padres, y eso me estaba volviendo loca.
Probar algo diferente no era nada malo, es más, todo el mundo lo intentaba tarde o temprano, así que ¿por qué no hacerlo? De todas formas, si me terminaba arrepintiendo de haber hecho lo que estaba por hacer, tenía la opción de no volver a hacerlo nunca más.Así que finalmente acepté ir con ellos.
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Única
Ficción General« -¿Qué sabes de mí?-me animé a preguntar, cuando ya había terminado de organizar mis cosas. [...] -Oh, Luisa, te sorprendería saber un montón de cosas sobre tu existencia que aún no sabes, pero para averiguarlos debes luchar. ¿Luchar? Es...