Había dicho septiembre, pero aquí estoy otra vez 😊
Estoy perdida entre libros y cuadernos de apuntes cuando la chillona voz de Amber inunda la habitación, tiene la mala costumbre de entrar sin tocar antes o al menos hacer algún tipo de ruido. Sus gritos y parloteos comunes empiezan hasta que la tengo a un centímetro de mis oídos.
A veces creo que lo hace a propósito, sabe perfectamente que soy muy fácil de asustar; para ser más exacta, todo me asusta: tener malas calificaciones, hablar con mi padre, no hablar con mi padre, los riesgos, los retos, lo que está fuera de mi zona de confort, la incertidumbre, los cambios drásticos, las fiestas, los chicos que se creen irresistibles, por supuesto que los que se creen demasiado inteligentes para jugar con toda aquella chica que pase frente a ellos; chicos en general, ser sociable, expresarme frente a mucha gente, ¿he dicho "mucha gente"?, en realidad temo expresarme frente a quien sea... Excepto con Amber. Y hay una cosa que no sólo me da miedo; me aterroriza hasta dejarme con la mente en blanco y el cuerpo paralizado... la violencia, yo la había vivido en carne propia y aquello me ha dejado más secuelas de las que acepto, incluso conmigo misma.
Amber Labertini es mi compañera de cuarto, recuerdo que cuando la vi en el primer año que entré a la universidad nunca imaginé que seriamos tan amigas como lo somos ahora. Amber es de esas chicas que tienen como prioridad pintarse bien los labios antes de tomar un libro, sigo con muchas sospechas sobre sus buenas calificaciones, pero la adoro. De algún ilógico modo, me complementa, me ha hecho un poco más segura de mí misma en este tiempo que llevamos juntas. Además de que, a pesar del millón de diferencias que hay entre ella y yo, la dejo ser ella y ella me deja ser yo. Creo que ahí está la verdadera magia de la amistad, amarnos a pesar de las diferencias, aceptarnos más allá de lo incompatible y apoyarnos hasta en la mayor de nuestras locuras.
Lo cierto es que, aunque Amber es una de las chicas más sociables y alocadas de todo el campus, la mayoría del tiempo prefiere quedarse conmigo, en nuestra pequeña habitación, mirando la televisión o alguna de las series con las que estamos obsesionadas. Además, a pesar de que no lleva la fiesta en paz con Marcus, el único chico al que le he dirigido más allá de diez palabras desde que he puesto un pie en la universidad y quien no sólo es mi amigo, también es mi novio, trata de no demostrarme cuánto le desagrada, al menos no a diario. No podría estar más agradecida con ella por hacerme la vida un poco menos densa.
Amber y Marcus son lo único estable y verdadero en mi vida. El único cariño honesto que he experimentado y créanme que cuando tu madre te deja abandonada como si fueras una basura, supones que si la única persona programada para quererte, no te quiso, entonces nadie más lo hará. Mi mejor amiga y mi novio, me hicieron darme cuenta de lo errada que estaba.
—Anda Clarisa, vamos... ¿Hace cuánto tiempo que no salimos a hacer cosas malas? —dice con una sonrisa picarona, como si hacer cosas malas fuera lo mío, ambas sabemos que casi no salgo de esta habitación.
—Sabes que esas carreras de coches son ilegales, ¿cierto?
—Exacto, necesitamos hacer cosas ilegales. La última vez que hicimos algo loco fue hace meses —insiste.
Y sí que habíamos hecho algo loco, me emborraché hasta perder el conocimiento en una fiesta de alguna fraternidad cuyo nombre he olvidado. Fue espantoso, aunque eso era loco bajo mis estándares, para Amber sólo había sido una fiesta más. Fue la primera vez en mi vida que probé alcohol y me juré a mí misma que jamás volvería a tomar, mucho menos a ir a alguna fraternidad, vaya, a ninguna fiesta. La verdad es que, a veces intento ser como los demás, trato a toda costa de olvidar mi pasado, las marcas tanto físicas como emocionales, me repito que, si hago cosas que normalmente los jóvenes hacen, entonces todo quedará atrás, será como un recuerdo vago. Esa noche intenté olvidar que me daban miedo las fiestas y no me fue nada bien, amanecí con una resaca de los mil demonios y soñé con mi padre; soñé que me golpeaba con ese bate al que tanto le temía.
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RETANDO AL DESTINO. (+18)
RomancePRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El fuego siempre quema, arde, enloquece... El amor, hace justo lo mismo.