Quiero hacer dos cosas ahora mismo, la primera es seguir a Clarisa y prolongar esto, no sé qué pretendo, pero es lo que quiero. Y la segunda es reventarles la cara a estos hijos de puta por hacerla sentir incómoda.
Me decido por lo primero. No sé por qué he hecho todo esto. De acuerdo, sí sé por qué he actuado de esa forma, después de besarla en el elevador no he hecho otra cosa que pensar en ello durante el resto del día. Me sentía sofocado, expuesto y hasta enfermo. Me dolía la cabeza y no precisamente por el alcohol que había bebido antes. No le mentí a Clarisa cuando le he dicho que me duele mi miembro. Pude follar con Jéssica y no lo hice, también pude hacerlo con cualquiera que estuviera en mis contactos y me limité a pasar acostado en mi cama, desesperado, impaciente. No pretendía buscarla ni continuar con esta locura, y la he visto de lejos y no he podido evitarlo, el jodido imán había aparecido y yo me he dejado llevar. ¿Qué tiene esa mujer?
La miré conversando con otro imbécil; sentí unas ganas descaradas de acercarme y besarla ahí mismo para que ese tipo entendiera que no tenía posibilidades, ni la mínima. En cambio, contuve mis deseos irracionales y sólo logré que el tipo se alejara. Estaba afectándome de verdad, todo esto por las malditas ganas de follarla, porque no era más que eso o es eso lo que prefiero pensar. Hay cientos de mujeres con las que me puedo divertir; y aquí estoy yo, insistiendo con la única chica que realmente ocupa mi mente y a la que he besado en dos resumidas ocasiones poniendo mis nervios desorbitados y a mi miembro más duro que nunca.
¿Cómo es todo esto posible? Estoy comportándome como un jodido adolescente. Quiero pensar que todo este remolino de emociones se debe al único hecho de que es la primera chica que se me resiste. Quiero creer que sólo se ha convertido en un reto más, en una competencia igual que mi obsesión con los autos y la libertad que siento cuando estoy en una carrera. Sin embargo, le he pedido, no, no, le he suplicado una cita, no he dicho que quiera acostarme con ella, le he pedido una cita común como todo un perdedor y aun así ella se ha negado.
Detengo mis pies al darme cuenta de que sólo mis libros están en el mismo punto en el que los suyos también se habían caído. Miro hacia ambos lados de pasillo y no hay ni pista de Clarisa. Suspiro y recojo mis cosas del suelo y decido que lo mejor por ahora es ir a la puta clase de segundo año. Me doy cuenta algunos minutos después de que el salón nuevo al que me han asignado por el cambio de maestro no está tan lejos del lugar en donde casi desnudo a Clarisa. Entró con cara de pocos amigos y le muestro mi horario a la maestra, quien es una cincuentona de no tan mal ver. Le guiño un ojo y eso es suficiente para que no me suelte el mismo discurso de siempre sobre la puntualidad.
No debería estar aquí, debería estar en mi casa golpeándome a mí mismo hasta perder el conocimiento por ser tan estúpido. Mi humor cambia en varios niveles al mirar a la audiencia y detectar en la última fila a la chica de ojos gatunos observándome, no sé si con miedo, alegría, enojo o qué sé yo. Esa mirada es indescifrable. Subo los pocos escalones que me llevan hasta un sitio muy cerca de ella. Alguien más está sentado junto a ella y no tardo en descubrir que es el mismo tipo que estaba con ella en la banqueta. La mira embobado, ¿es que acaso ella no se da cuenta de cuántos imbéciles están interesados? Seguro que, aunque yo si me doy a notar no me salvo de ese calificativo, sí, también soy un imbécil.
La ponencia de la profesora Martínez empieza y aunque trato de prestar atención a todas las pendejadas sin sentido que está diciendo sobre quién sabe qué, sólo puedo enfocarme en el hecho de que, mientras Clarisa mordisquea su lápiz, el tipo de al lado sigue observándola y supongo que, si quiero ser yo quien se siente a su lado debo venir más temprano la próxima vez. Cuando la ridícula exposición de la maestra termina, Clarisa toma sus cosas y sale casi volando, intento seguirle el paso, pero termino concluyendo en que es mejor así.
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RETANDO AL DESTINO. (+18)
RomancePRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA RETANDO. El fuego siempre quema, arde, enloquece... El amor, hace justo lo mismo.